La insólita ola de calor que afecta a Canarias en pleno otoño y que se deja sentir especialmente en el sur de Tenerife, con temperaturas que superan los 35 grados, vuelve a poner de relieve una demanda que cobra cada vez más fuerza entre residentes y turistas: la creación de más espacios públicos de sombra en la comarca para mitigar las altas temperaturas y los efectos del sol sobre la salud.
Asociaciones de vecinos y organizaciones ecologistas reclaman adaptar los entornos urbanos al cambio climático con “más árboles y menos cemento” en plazas, paseos y aceras, una reivindicación compartida por arquitectos del Sur, partidarios de que se generen más zonas verdes y de apostar decididamente por la colocación de toldos y pérgolas en lugares abiertos donde ahora no existen espacios donde cobijarse del sol.
Mientras las asociaciones ecologistas subrayan los efectos beneficiosos de la vegetación frente al calentamiento global, al contribuir a refrescar el aire, tanto profesionales de la arquitectura como de la medicina subrayan la gravedad de un problema que requiere, a su juicio, “mayor conciencia” de las administraciones públicas. Ponen como ejemplo algunos parques infantiles que no cuentan con un simple toldo, una vela o un árbol donde protegerse de la radiación solar. “Invertir en espacios de sombra no es un gasto, sino una inversión en calidad de vida y, sobre todo, en la salud de los ciudadanos”, insisten.
Expertos y responsables sanitarios recuerdan que episodios prolongados de calor y calima, como el que padece el Archipiélago en estas fechas y que se prolongará al menos una semana más, provocan un aumento de las muertes por enfermedades cardiovasculares y respiratorias, sobre todo entre las personas de edad avanzada y con patologías crónicas, así como un incremento de los casos de cáncer de piel por la exposición al sol sin la debida protección.
Los expertos recalcan que con una mayor población de árboles se reduce el efecto conocido como “isla de calor”, causado por la acumulación térmica en edificios, hormigón, asfalto y aceras durante el día y su liberación por la noche. Además, la falta de vegetación en los entornos urbanos merma la capacidad de enfriamiento natural a través de la evaporación de agua.