La crisis humanitaria que se padece en Canarias con la incesante llegada de supervivientes por la Ruta Atlántica, una de las más mortíferas del planeta -si no la que más- como asegura Naciones Unidas, batió cualquier plusmarca conocida por estos lares el pasado octubre, cuando casi 15.000 personas arribaron a las costas de las Islas.
En concreto, el Ministerio del Interior certificó ayer con una nueva entrega de sus estadísticas quincenales a este respecto que el Archipiélago recibió durante dicho mes hasta 14.976 migrantes en sus costas, lo que marca un récord histórico en la llegada de extranjeros en pateras y otras embarcaciones irregulares al Archipiélago, cifras desconocidas ni cuando la llamada crisis de los cayucos de 2006 parecía que había marcado topes intolerables por lo que suponen estos datos en cuanto a sufrimiento humano, no digamos ya sobre las vidas perdidas en el afán de lograr un futuro mejor huyendo de la guerra y la miseria existente en sus países de origen.
Este terrorífico recrudecimiento de esta crisis humanitaria se comprende mejor si se tiene en cuenta que un total de 30.705 migrantes (o sea, algo más que el doble que en el octubre pasado) llegaron a Canarias durante lo que va de año, siempre según los datos del referido balance del Ministerio del Interior que hoy nos ocupa y que fueron cerrados a 31 de octubre de 2023.
Obviamente, y tal y como advirtió hace unos días este periódico, la cifra anual de llegadas al Archipiélago por lo que respecta al año en curso está muy cerca de superar la de 2006, cuando arribaron a Canarias un total de 31.678 personas.
Para hacerse todavía más una idea de lo sucedido durante el pasado mes, es menester aclarar que las llegadas durante este año a las Islas más que duplican (111,2%) las del ejercicio anterior por esta época.
Resta añadir que, en total, 44.404 migrantes han llegado a España de forma irregular en lo que va de año, lo que supone un incremento del 57,5% (16.208 más) respecto al mismo periodo del año pasado.
De esta forma, 2023 se convierte en el segundo año desde 1999 con mayor número de llegadas de migrantes por vías irregulares a España, solo por detrás de 2018, cuando se contabilizaron 57.498 personas llegadas a las costas españolas, pero luego llegó el blindaje del Estrecho y el tráfico de seres humanos volvió a desviarse hacia las Islas.
Los muertos no se cuentan
“Al amanecer, la gente del cayuco vio perfilarse en el horizonte la silueta de una isla tras aquella noche a la deriva y poco importó cuál era, porque todos comprendieron al instante lo que significaba en una situación como la suya, así que los más valientes entre los 77 hombres que quedaban a bordo se lanzaron al agua en busca de ayuda. Nunca se supo de ellos”. Así arranca un reportaje de José María Rodríguez para Efe que se titula Los muertos no cuentan, en lo que supone un testimonio formidable de la catástrofe humanitaria que es la ruta atlántica, esa en la que se baten todas las plusmarcas de supervivientes y, por ende, de fallecimientos en la misma.
No en balde, en su recuento hasta el 20 de octubre, la Organización de Naciones Unidas para las Migraciones (OIM) solo tenía registradas siete muertes rumbo a Canarias (431 en todo 2023), cuando la tasa de mortalidad de la Ruta Atlántica en los últimos años es de una víctima por cada 20 supervivientes, el doble que la del Mediterráneo.
De hecho, como recuerda Rodríguez, en la ruta canaria los muertos no cuentan. Ni figuran en la estadística de llegadas que publica el Ministerio del Interior ni, por supuesto, ellos pueden contar ya su historia. Incluso, cuando se recupera algún cuerpo, poco importa que lo acompañase un centenar de personas, porque seguramente será enterrado sin nombre.