En 2023 se cumplen 35 años de la inclusión de la mujer en la Guardia Civil, tras publicarse el Real Decreto-Ley 1/1988, de 22 de febrero, por el que se regula su incorporación a las Fuerzas Armadas. Desde entonces, han sido muchas las cosas que han cambiado, pero todavía quedan muchos objetivos por conseguir.
La sargento Ana Katia Pérez Gil lleva 30 años vistiendo el uniforme verde y también es, en gran parte, responsable de los pasos que se han dado en materia de igualdad dentro del cuerpo.
Natural del municipio de La Guancha, desde adolescente tuvo “clarísimo” que quería ser parte de la Benemérita, pese a que nadie de su familia la motivó y tampoco tuvo modelos cercanos que lo hicieran. Solo veía a los agentes en el campo de fútbol de su municipio cuando acudía a los partidos.
Lo tenía tan claro que recuerda que con 18 años, “y un desparpajo absoluto”, al presentar la documentación le dijo a un señor en el puesto de Icod de los Vinos: “No sé los demás, pero yo voy a aprobar”. Ese año se convocaron 5.584 plazas y ella fue la única mujer de la provincia de Santa Cruz de Tenerife que consiguió entrar. A día de hoy sigue sin saber por qué eligió una profesión que, tres décadas después, ha superado sus expectativas iniciales, no solo como organización, sino por las personas que se he encontrado y con las que ha trabajado.
En este tiempo los cambios “han sido muy brutales”, pero son reflejo de los que ha experimentado la sociedad en general.
“Cuando yo llegué los hombres no sabían qué hacer con nosotras”, apunta.
Durante los cinco primeros años no estuvo exenta de algunos comentarios desafortunados que a día de hoy son impensables. “Llegué a escuchar que al ingresar yo le estaba quitando el puesto a un hombre”, comenta Ana Katia Pérez.
Ella no les hizo caso y siguió trabajando para cambiar las cosas desde dentro, porque se dio cuenta como mujer de que tanto ella como sus compañeras las asumían y normalizaban aunque no debían.
“Cuando me tocó a mí directamente, como nos pasa a todas las personas, es cuando empiezas a percatarte de que quizás no todo estaba tan bien como creías, aunque eso sea en realidad un reflejo de la sociedad”, sostiene.
Se refiere a su primer embarazo. Cuando se lo trasladó a su superior directo y le recordó que no podía hacer servicios de noche ni conducciones de presos, su primera reacción fue espetarle: “¿Y cómo le digo al resto de los sargentos que tú no haces noches?”.
Como en la oficina ya tenían destinado personal, la ubicaron en un lateral de la mesa de otro guardia y le dieron una silla “de colegio”.
Molesta por la situación, le preguntó al brigada si ese iba a ser su sitio. El hombre se levantó, fue a hablar con el capitán, y cuando volvió le dijo: “El capitán me ha dicho que mientras estemos todos en la oficina, este será tu sitio, pero si alguno de nosotros falta, ese día vas tú…”.
Era tanta la vergüenza que tenía su compañero que el butacón en el que se sentaba se lo dio a ella y él se conformó con la silla hasta que ella cogió la baja por maternidad.
Ante este tipo de conductas no dudó en ponerse a trabajar para cambiarlas. En realidad fue su esposo, también guardia civil, quien la convenció de que era válida para esta tarea y empezó un trabajo silencioso que en 2014 derivó en la creación del Comité para la Igualdad efectiva entre hombres y mujeres de la Guardia Civil, del que actualmente es vocal, y que derivó en el Primer Plan de Igualdad, pionero en los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado.
Si la incorporación de la mujer a la Benemérita ha sido uno de los retos más importantes a los que se ha enfrentado la institución en toda su historia, contar con este documento es el que sigue en la lista.
En 2017 tampoco tuvo inconvenientes en escribirle una carta al entonces ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, para expresarle su disconformidad por sus palabras de agradecimiento tras los hechos ocurridos en Cataluña el 1 de octubre de 2017. “En una carta agradeció a los guardias civiles y a los policías por el trabajo realizado y a sus mujeres, hijos y padres. En ningún momento nombró a los maridos y, por lo tanto, no nos tuvo en cuenta”. La guanchera le expuso: “Me apena enormemente que no sea consciente realmente de que las mujeres policías nacionales y guardia civiles, y en general todas las mujeres, necesitamos ser mencionadas. Los cuerpos de seguridad en nuestro país se nutren de hombres y mujeres”. Al mismo tiempo, lo invitó a una formación de lenguaje inclusivo a la que no acudió.
“Un ministro tiene asesores que le escriben las cartas, por lo tanto, no entiendo que nadie le haya dicho nada. No creo que lo haya dicho a propósito, simplemente, no tenía la formación adecuada ni él, ni quien estaba a su lado, y es lo que yo reclamé, porque no solo las guardias civiles, todas las mujeres necesitamos ser mencionadas”, insiste.
Una de las cosas que a su juicio se tiene que cambiar es la proporción de hombres y mujeres dentro del cuerpo, “que sigue siendo vergonzante”. Actualmente, hay 7.741 féminas, una cifra que representa el 9,7% del total, el porcentaje más bajo de todos los cuerpos policiales que hay en España.
No cree que esta escasa incorporación se deba a que la Policía Nacional o las policías locales sean más flexibles en cuanto a la conciliación. “Por supuesto que es un factor que puede ponderar, pero no es solo ese básicamente, porque no saben lo que hay dentro de la Guardia Civil y tampoco esas policías te van a asegurar el 100% de conciliación”.
Según su análisis, ello se debe a que “han tenido y tienen un marketing más brutal que nosotros. Lo que tú no ves, no existe, y la Guardia Civil tiene el despliegue territorial en pueblos y en pequeñas ciudades, y, por lo tanto, se nos ve menos”. A eso se suma que “se ha olvidado” -obvio que de manera inconsciente- “vender” todos los logros que ha conseguido a lo largo de toda su historia, “que han sido muchos”.
Así, pone como ejemplo dos de los casos más mediáticos, el de la joven Diana Quer, que desapareció sin dejar rastro el 22 de agosto de 2016, mientras regresaba a la casa de veraneo de su madre, y que se saldó casi dos años después con la detención de José Enrique Abuín Gey, culpable de su asesinato, gracias a las investigaciones de la Guardia Civil.
El otro caso de éxito al que se refiere es la liberación del funcionario de prisiones José Ortega Lara, secuestrado por la banda terrorista ETA durante 532 días.
“En ambos casos hemos estado ahí en la foto, han sido investigaciones y trabajos sumamente brillantes y conocidos, pero hay muchos otros anónimos en los que también se ayuda a salvar la vida, a rescatar, y a dar soporte a la ciudadanía”, subraya.
Desde 2020 está destinada como sargento primero de la Comandancia de Zamora, trabajo que compatibiliza con el del comité, que es arduo pero tiene su recompensa. Recientemente se ha aprobado una instrucción para darle el doble de permiso por nacimiento a las familias monoparentales.
Ha tenido que dar respuesta a la queja de una compañera que patrullaba con otra y a las que no las dejaron continuar, “porque años atrás dos mujeres no podían patrullar juntas, algo que afortunadamente ha cambiado”, señala orgullosa.
Hay otras cuestiones que es urgente corregir, porque además repercuten en los ingresos de las guardias civiles, como es el caso de la libre designación de los puestos, que depende de los mandos superiores, los cargos de responsabilidad, que no llegan al 1%, o las evaluaciones para un ascenso.
“Todos están relacionados, ya que si para los cargos de libre designación las mujeres son menos elegidas, tenemos menos méritos y, por lo tanto, cuando se nos evalúa, los hombres nos pasan por arriba, y eso tiene que cambiar”, sostiene.