Hannelore Ottevaere se cansó un día de septiembre de ver tanta suciedad en el entorno de la urbanización Chayofita, en la Costa del Silencio (Arona), mientras paseaba a sus dos perros y dijo: “Basta, no puedo más”. Llamó a su hija y las dos comenzaron a retirar latas, cartones, botellas y plásticos enredados en los cactus. Su espontánea acción provocó un efecto inmediato: varios vecinos se sumaron a la tarea.
Ese fue el embrión de Costa del Silencio Limpio, un colectivo formado por una docena de residentes liderado por esta ciudadana belga afincada desde 1999 en la urbanización que recibió los primeros turistas que llegaron al Sur y que tres veces a la semana (martes, jueves y viernes) sale a la calle con bolsas, cubos, cepillos, recogedores y rastrillos para eliminar cualquier residuo que encuentran en los espacios públicos.
“Casi todas somos mujeres, belgas e italianas mayoritariamente, aunque también hay una chica colombiana que me ayuda a hacer los extras y los repasitos”, explicó a este periódico Hannelore, que echa en falta la presencia de algún vecino o vecina de nacionalidad española en el equipo, porque “la gente se sigue apuntando”.
“Cuando nos ven en plena faena, nos anima la gente, nos da las gracias y los coches hasta nos tocan la pita” -cuenta Hannelore-, mientras ella y su equipo de voluntarias recogen todo tipo de desechos: “Lo que más nos encontramos son latas de bebidas energéticas, cervezas baratas, botellas y cajetillas de tabaco, pero también ruedas abandonadas, algún sofá y bolsos y maletas, seguramente robados”. Los zafarranchos han incluido alguna sorpresa, como la aparición de un billete de 20 euros y otro de 5, que han sido donados al refugio de animales La Esperanza del Sur, en Parque La Reina (Arona).
Las redes sociales aplauden la labor de las voluntarias de Costa del Silencio Limpio. La última acción de la semana pasada rozaba ayer los 2.000 likes en Facebook, donde cuatro cuentas difunden la tarea que realiza el colectivo: Costa del Silencio, Habitantes de Costa del Silencio y Las Galletas, Costa del Silencio Residents y Las Galletas.
GENERAR CONCIENCIA
Hannelore insiste en “coger el problema por la raíz” y para ello subraya la importancia de concienciar a la población desde edades tempranas: “Por favor, profesores, educadores, padres y madres, den ejemplo y hablen de este tema con los jóvenes, os lo ruego; díganles que hay gente voluntaria intentando mantener estos sitios limpios”. Reconoce que desmoraliza comprobar cómo después de limpiar una acera, “a la media hora vuelven a aparecer kleenex tirados por el suelo, algún brik de zumos y restos de pipas”.
Explica que en países como Bélgica, si se tira una colilla a la calle o no se recoge el excremento de un perro o, incluso, se deposita un envase en un contenedor equivocado, la multa es de 250 euros, “y en todos lados hay cámaras”.
A la brigada ciudadana contra la suciedad le queda aún “varias semanas” en Ten- Bel, después tocará emplearse a fondo en Garañaña, “donde hay un barranquillo lleno de latas, colchones y hasta carritos de HiperDino” y lo siguiente serán los tres parkings de Las Galletas. “Y a partir de ahí, volver a empezar, así que habrá que formar patrullas”.
Hannelore agradece el apoyo que reciben de la alcaldesa de Arona, Fátima Lemes, y de la concejal responsable del servicio de limpieza, Clari Pérez. De hecho, todo el material que emplean en los zafarranchos ha sido cedido por el Ayuntamiento. “Estamos en contacto por WhatsApp y atienden nuestras sugerencias. Hace unos días, el suelo de una acera estaba muy pegajoso por los dátiles caídos de las palmeras y, tras comunicárselo a Clari, a las 48 horas ya estaba señalizada la calle con un aviso para realizar trabajos de poda”, señaló.