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¿Y si en mayo del 36 hubiesen destituido a Franco por movilizar al Ejército en el Puerto de la Cruz?

Un documental sobre la represión, estrenado el martes, repasa un momento que pudo cambiar la historia si, como exigió Buenavista y apoyaron 27 municipios, el Frente Popular llega a relevar al comandante al trasladar militares e instalar una ametralladora tras el 1 de mayo
¿Y si en mayo del 36 hubiesen destituido a Franco por movilizar al Ejército en el Puerto?
De pie, y de izquierda a derecha, Emiliano Díaz, Inocencio Sosa Hernández y Lucio Illada; sentados, José Pérez, Melecio Hernández y Florencio Sosa Acevedo. DA

Se sabe que la ucronía (el “y si…”), en muchos casos, lleva a la melancolía o abre infinitas realidades alternativas en línea con ese célebre aleteo de una mariposa en los antípodas (“los”, no “las”) o los retorcidos pero certeros guiones de ‘Regreso al futuro’. Sin embargo, muchas veces la historia depende de pequeños detalles, casualidades y puras contingencias que, a poco que se hubiese dado un simple cambio, un diminuto detalle, podrían haber abortado atrocidades o grandes avances en un pliegue constante de posibles. Un magnífico ejemplo de eso quedó resaltado el pasado martes en la sala de audiovisuales de la portuense biblioteca pública Tomás de Iriarte. En un espacio pequeño pero repleto (la “sala Gloria”), se estrenó el documental “La represión franquista en el Puerto de la Cruz. Una mirada al pasado reciente”. La cita permitió que se recordara un episodio que pudo haber cambiado la historia de España o, al menos, dificultado que Franco liderase el golpe de estado del 36, propiciado su autoproclamación como caudillo y abocado al país a 40 años de retraso, oscuridad y represión.

Un agujero negro que permitieron las grandes democracias por comprarle lo del “faro de Occidente” como contrapeso al régimen soviético, por muy ultracatólica, tradicionalista, oligárquica, implacable, conservadora, casposa y asesina (comienza y acaba matando) que fuera su dictadura, con lo de la antiespaña y las conspiraciones bolcheviques y judeomasónicas como burdas excusas.

Y es que este trabajo, de 45 minutos, repasa el episodio por el que Franco, entonces comandante de Canarias, decide trasladar al Puerto una metralleta y militares tras la gran exhibición de los movimientos sindicales y la izquierda el 1 de mayo de ese 1936, año de enormes contrastes, como la victoria del Frente Popular en febrero o el levantamiento de parte del Ejército contra un gobierno democrático y una república legal.

Lo hizo como prueba de fuerza y provocó que el alcalde de Buenavista, Antonio Camejo, exigiera al Gobierno de izquierdas en el Estado (con el apoyo de otros 27 consistorios de Tenerife) su destitución, pero no ocurrió nada y sí lo que se conoce bien desde aquel fatídico 18 de julio. Seguramente el golpe, la guerra y la dictadura eran inevitables; es muy probable que Franco se hubiese incorporado a los sublevados con, incluso, más ganas de venganza, pero ¿quién sabe cómo hubiera sido todo?

El documental contextualiza el intenso movimiento obrero portuense en las primeras décadas del siglo XX, con la Federación Obrera del Valle de La Orotava con sede en el Puerto y el Centro Instructivo Obrero orotavense como grandes referentes.

Según resaltan los historiadores que participan en la cinta (como José Manuel Hernández, Ricardo Guerra y Ramiro Rivas), la luego ciudad turística mostró desde el principio una honda tradición republicana y socialista que, de hecho, se reflejó en la primera gran huelga general del Valle (en 1920) por las exigencias de mejoras en las condiciones de los trabajadores del muelle (aumento salarial y reducción de jornada), movimiento que se extiende a otros obreros de la comarca.

Por supuesto, la dictadura de Primo de Rivera cortó esto en seco de 1923 a 1930, clausurando los potentes sindicatos, pero se reactiva al comenzar los años 30, vuelve la Federación Obrera al final del régimen (tuvo más de 4.000 afiliados, casi todos los trabajadores de los distintos gremios), surge el semanario “Decimos” como órgano difusor de las ideas de izquierda, se reorganiza el movimiento obrero y todo se confirma con el triunfo republicano en las elecciones locales del 14 de abril del 31, la huida de Alfonso XIII y la proclamación de la II República.

Ese giro se celebró a lo grande en el Puerto. Florencio Sosa y Domingo Pérez Trujillo, líderes clave luego represaliados, intervienen en el ayuntamiento tras el gran triunfo de la Agrupación Socialista, victoria que le otorga la Alcaldía a Sosa y que hace que la izquierda casi cope el consistorio. De hecho, y según resalta Rivas, se extiende la coplilla “En el cielo manda Dios, en la tierra manda el clero y, en el Puerto de la Cruz, Florencio Sosa Acevedo”.

Se afianza el movimiento socialista portuense, surge el Sindicato de Profesiones y Oficios Varios de San Antonio y, ante la lentitud de las reformas en la República (democracia liberal y burguesa que, en el fondo, no cambia las estructuras), vuelven las protestas en fincas, se acentúa el desencanto por el triunfo de la CEDA en 1933 y los incumplimientos patronales, y se suceden las huelgas.

En realidad, se levantan contra el hambre y miseria generalizadas, y frente a un sistema de larga raigambre sustentado en el caciquismo, los terratenientes y los poderes fácticos en manos de los mismos, que luego instigarían y apoyarían la dictadura.

La mayor huelga “defensiva” (en pro de lo ya conseguido) fue la de septiembre y octubre de 1934, que reunió a 5.000 jornaleros de la platanera del Valle y que demostró la creciente solidaridad obrera, al ser acogidos hasta 500 niños/as en Santa Cruz por la CNT para posibilitar el paro, según recuerda Hernández.

La represión de la CEDA fue considerable: se declaró el Estado de Guerra, se movilizó a muchos militares y se detuvo a líderes sindicales, como el propio Sosa, que fue deportado a El Hierro. Se volteó el gobierno poetuense, que pasó a manos de la derecha, aunque Sosa (que tuvo muchos enfrentamientos con la dominante familia de Isidoro Luz) se convierte por esto en referente de la izquierda insular, en línea con el edil orotavense Lucio Illada, primero en el PSOE y, luego, en el PCE (deportado a Fuerteventura).

Así se llega a las elecciones de febrero del 36, en las que las izquierdas tienen la feliz y exitosa idea de unirse bajo el Frente Popular. Su triunfo convirtió a los líderes obreros en representantes en Cortes por primera vez (como Sosa, ya en el PCE). Sin embargo, al poco comienzan las maniobras de los conservadores para acabar con aquellas “veleidades” socializantes. Se encarcela a algunos militantes falangistas y se suceden reuniones militares clandestinas preparatorias del golpe, pero no se toman medidas, ni siquiera cuando Franco decide amedrentar a la izquierda tras la gran manifestación del 1 de mayo en el Puerto, con especial protagonismo de la UGT del norte.

Es cuando el luego dictador despliega tropas del destacamento de La Orotava, las coloca en azoteas y otros puntos en actitud beligerante y traslada una ametralladora y otras armas a diversos sitios para testar a sus subordinados y al pueblo.

El alcalde de Buenavista pide su destitución con apoyo del Consistorio portuense y de otros 26, pero no se interviene y, por supuesto, tras el Golpe este hecho es investigado por los militares rebeldes y se dan numerosas detenciones, represión y “desapariciones” de aquella manera. De hecho, la Guardia Civil y Falange exigen el documento del Ayuntamiento del Puerto que pide la destitución y esto se juzga como delito en plena guerra. “Muchos ediles de esos 28 municipios lo pagaron con su vida y otros fueron encarcelados y represaliados”, sostiene Rivas. Entre otros, fue asesinado el propio Camejo.

Por la violenta asonada del 18 de julio (“que no va solo contra la República, sino contra la modernización del país”, según Guerra), la corporación portuense, como las demás, es sustituida por una encabezada por Antonio Castro. Veinte portuenses son juzgados en la causa militar 38/1936 “por los sucesos del 18 al 23” al “originar desorden público” al reunirse frente a la Sociedad Círculo Iriarte para “producir un levantamiento de las masas de campesinos y obreros”. Unos fueron juzgados por “excitación a la rebelión” y otros, por “reunión ilegal”, con penas de 3 meses a 20 años.

Sosa permanece en Madrid y, al finalizar la guerra, el PCE le encarga reorganizar el partido en la clandestinidad, pero es detenido, sometido a torturas que casi le cuestan la vida y le dejan secuelas, y muere en los 70 en un accidente de tráfico.

La obra ahonda en otros represaliados para que las clases obreras “perdieran la esperanza que una vez tuvieron”, según Hernández. Entre otros, Melecio Hernández, que pasó por los barcos prisión, la cárcel de Gando, Fyffes y la provincial. Además, se le embargó su casa y debió pagar un alquiler de 30 pesetas. Mavi Hernández (familiar) recuerda la multa de 100.000 pesetas de entonces que le imponen (reducida luego a 500), las penurias y el silencio al que se somete en pro de los suyos.

También se resalta a Luis Rodríguez Figueroa, polifacético abogado, mecenas, escritor, republicano y edil portuense de 1912 a 1917, al que la ciudad le debe el primer alumbrado y biblioteca. Un personaje que, según Milagros Luis, “fue un anticipado a su tiempo, un dinamizador del pensamiento con una incomprensible visión de futuro (…) y cuyo alineamiento con la clase obrera le generó la animadversión de otros”. Uno de sus hijos es condenado a 3 años con falsas acusaciones, otros 3 se exiliaron y este “prócer de la democracia y la libertad”, según Guerra, “es asesinado en septiembre u octubre del 36”.

Asimismo, se analiza la depuración de 8 empleados del ayuntamiento, como José Rodríguez. Según su hija Margarita, lo encarcelan por ser del PSOE, “aunque el acta dice que por comunista y por usar la máquina de escribir del consistorio para redactar panfletos”. Pasa por varias cárceles y recupera el puesto tras la amnistía del 76, no sin dificultades pues “un alto cargo retuvo su expediente”.

Interviene, a su vez, el célere periodista Juan Carlos Castañeda, cuyo padre (Luis, que vino de Breña Baja a Garachico, donde abrió un negocio de pescado y se convirtió en alcalde) fue condenado a 6 años, pero que, “como no se callaba, cumplió más”. Penó en Fyffes, Gando y los barcos, “que fue el momento crítico pues, como decía mi madre, se aplicaba la ley del saco: te mentían en uno, te ponían piedras y te fondeaban en alta mar, y así hay una gran cantidad no se sabe dónde”.

Y algunos/a hablan de dictadura y golpe de Estado en 2023 tras unas elecciones limpias. Que se lo hagan ver o, al menos, que vean este documental.

desde inicios del xx, el puerto contó con un potente sentir republicano, sindicalista y socialista festejado en días como el 1 de mayo.
Desde inicios del XX, el Puerto contó con un potente sentir republicano, sindicalista y socialista festejado en días como el 1 de mayo. DA

Esto es lo que se llama recuperar la memoria histórica

El documental ha sido costeado por el Cabildo y el Ayuntamiento portuense dentro de los proyectos de recuperación de la memoria histórica. La producción ha corrido a cargo de Ayoze Suárez, José Pablo Gallego Pérez y Clipia Estudio. La música la aporta Iago, el guion lo firman Aarón León Álvarez y Ayoze Suárez y los derechos pertenecen a Creative Commons. A su estreno asistió el alcalde portuense actual, Marco González, exmáximos dirigentes de la ciudad, como Salvador García y Lola Padrón, miembros relevantes del PSOE, como Aarón Afonso, algunos de los intervinientes en la cinta y numeroso público que llenó la sala al completo.

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