La filósofa y escritora Elsa Punset fue la protagonista de una nueva edición del Foro Premium del Atlántico de la Fundación Diario de Avisos, en colaboración del Área de Cultura del Cabildo de Tenerife. Punset abordó temas tan de actualidad como la adicción de los jóvenes a los soportes digitales, la necesidad de vivir el presente para “ganar años de vida” a la vez que afrontó el reto de la Inteligencia Artificial, una verdadera “revolución” que la Humanidad debe afrontar “poniendo en valor la ética”. Punset señaló que, curiosamente, vivimos “los 25 años más privilegiados de la historia de la Humanidad”, pero “por culpa de la velocidad a la que vivimos no nos estamos dando cuenta de saber vivir estos tiempos extraordinarios”.
Punset preguntó “¿cuánta gente tiene acceso a nivel mundial a la electricidad?” o “¿cuántas niñas acaban la Primaria en los países más pobres del mundo?” para poner en contexto lo que quería explicar en relación al pesimismo “que se ha instalado” en la sociedad actual: “Un 80% tiene acceso a la electricidad y en cuanto a la Edudación, un 60% puede hacerlo, aunque queda mucho por hacer. Somos pesimistas, pero el mundo, desde hace siglos, evoluciona Tenemos que recordarlo: el mundo mejora”.
La escritora, cuestionada por el motivo de no llegar a ver “el vaso medio lleno” reconoció que es una de las cuestiones más importantes a afrontar: “Todo está cambiando a una velocidad inusitada. La electricidad tarda casi 50 años en llegar a los hogares, teniendo décadas para acostumbrarnos a esta velocidad a la que cambiamos, pero la sensación actual que tenemos, de vivir en un mundo lleno de incertidumbre y cambio, nos trae un problema de salud mental ¿Por qué nos cuesta adaptarnos a los cambios? Porque tenemos un cerebro adaptado al Paleolítico, cargado de hábitos mentales y emocionales. Miramos al futuro con cierta ansiedad y estrés; estamos estresadísimos”.
Caminos hacia el optimismo
¿Hay solución para ello? Punset lo tiene claro: sí. “Nos llevan siglos explicando que el cerebro es inmutable pero hace tres décadas la neurociencia logra entrar en la caja negra del mismo y ve que es plástico, esto supone una llave de libertad enorme para las personas. No estás obligado a hacer lo que dice tu genética”, recalcó: “Los optimistas suelen resolver más problemas, tener más amigos o mejores trabajos. Los optimistas y los pesimistas tenemos los mismos problemas y el 50% del oprtimismo es genético, pero es algo que se puede trabajar”.
Pero, llegado a este punto: ¿cómo se puede cultivar el optimismo? Según Elsa Punset es necesario poner en práctica determinadas habilidades: “Con los adolescentes trabajamos mucho el optimismo porque el cerebro humano no es maduro hasta los 24 años. Cuando los adolescentes se desesperan hacen como los gandes pesimistas, caer. Nunca podemos pensar que estamos en un pozo, porque de un pozo no se sale, sino en un túnel, buscando la forma de encontrar la salida. Es importante que un optimista, además, sea realista”. Para ello, según Punset, es fundamental “cuidarnos” logrando “reconectar” con el mundo natural: “La vida es un estrés constante: si no te cuidas, acabas agotándote”.
Los adolescentes, clave
Otro de los grandes retos de nuestra sociedad tiene que ver con la capacidad de afrontar los problemas de los adolescentes y, como aspecto clave, la adicción a las pantallas, que resulta una verdadera pandemia. “Los jóvenes son una generación de conejillos de indias, sobre todo los que han nacido a partir del inicio de este siglo. Hasta el 2019 no empezamos a tener datos de qué está pasando con las pantallas. Las generaciones que se criaron al aire libre, de repente, ven que se le ponen pantallas en las manos, con teléfonos que te atrapan. La tecnología puede tener un efecto estimulante, pero con unas normas. Uno de cada cuatro niños de ocho años ha visto pornografía: ¿qué clase de educación les estamos dando? Los hemos sobreprotegido en lo físico y los hemos abandonado con la tecnología. Son muy víctimas”.
Además, recalcó la necesidad de poner normas, regular, ese acceso a las pantallas como se hace también con otros asuntos el día a día: “El niño pequeño, en una pantalla, solo ve algo muy divertido, no algo que le está impactando en su salud mental. “Un amigo mío dice que cuando los niños son pequeños eres su entrenador pero, un día, crece y te despide como entrenador y te contrata como asesor externo, que hace todo más complicado. No tienes que estar encima de esa persona, la has acompañado durante 15 años, solo tienes que ayudarla, educarla y acompañarla a disfrutar de su libertad”.
Proteger a las niñas
El estrés y la angustia entre los más jóvenes se ha disparado desde 2010, también las autolesiones: “Nuestras hijas son particularmente vulnerables, esa sensbilidad de las niñas, esa necesiad de aprobación social, es muy peligrosa. Tenemos que ayudarlas a no ser tan dependientes de la opinión de los demás. El Código Civil, hasta 1977, describía a la mujer como un ser débil, irreflexivo, inmaduro o quebradizo. Yo nací con esa descripción. Las niñas arrastran todavía un gran prejuicio social, aunque hayamos avanzado. ¿Por qué las niñas llegadas a la adolescencia solo cree que las ingenierías no son para ellas y solo un 20% las elige? Porque hay un sentimiento generalizado de que ellas no son tan buenas en ciencias eso es una realidad”.
Además, recalcó que el “principal problema de la mujer es la autoestima”, existiendo lugares como las redes sociales en las que “las agreden” siendo necesario “proteger a nuestras niñas”. “Mi niña de 19 años es muy antimóvil, pero me hablaba de una amiga suya y me decía que pasaba horas con el móvil y reconocía que eso era malo para su alma. Me pareció una gran forma de definirlo”.
La relaciones sociales
Paradójicamente, en una sociedad cada vez más interconectada por la tecnología, las relaciones sociales, directas, se presentan como el ingrediente indispensable para alcazar la felicidad. Lo dice la Universidad de Harvard en un estudio que está considerado como uno de los más importantes a nivel mundial: “La salud mental y la física van de la mano. Te alarga la vida o te la acorta la calidad de las relaciones sociales. Las vidas largas hay que llenarlas de calidad. John Gottman es un psicólogo norteamericano que lleva años estudiando cuál es el secreto de las buenas relaciones y se pregunta cómo hacerlo. Él tiene un sistema. Escucha a matrimonios y apunta una serie de parámetros. Al cabo de 15 minutos sabe, con un 95% de acierto, quiénes se va a separar en los próximos cinco años. Gottman asegura que la atención plena es una forma de amor y cuidado al otro. Tiempo, amor, cariño… Son la base”.
Punset admitió que la productividad, la falta de tiempo, es uno de los impedimentos para lograr esas relaciones sociales sociales que nos hagan ser felices y para ello es clave “encajar con el entorno” y vivir el presente: “Los budistas dicen que nuestras cabezas son jaulas de monos, que nos cuesta mucho vivir el presente y es extraordinario que una de las soluciones que nos ofrece la neurociencia es la meditación. Nuestros niños son los mayores meditadores y deberíamos aprender de ellos”.
El miedo a envejecer
La evolución ha hecho que cada vez vivamos más, pero, curiosamente, el miedo a envejecer sea uno de nuestros mayores temores: el cómo llegaremos a la vejez. Punset cree que la vida hay que reconocerla como “un milagro” y “un misterio” que debemos recibir como una “suerte inmensa” para todos: “Hay una carrera de miles y miles de espermatozoides para poder dar a una persona. Nacer es un milgrao. Hay vidas en las que naces libre y te vas cargando de cadenas y obligaciones. Tenemos miedo a envejecer, porque vivimos en un edadismo pensando que la vida está en su cumbre con los 30 años y luego viene todo cuesta abajo, sobre todo a partir de los 50. En eso estamos equivocados con el cerebro, porque no hay un momento culmen para él. Conforme avanza la vida, los dos hemisferios del cerebro se complementan mejor: ves todo el bosque, no solo el árbol”.
La IA y la gran revolución
Como próximo gran reto, Elsa Punset se fija en la Inteligencia Artificial. En un mundo lleno de cambios llega, además, una verdadera “revolución” que hará necesario recuperar valores y aspectos éticos que en los últimos tiempos hemos dejado de lado: “El que haya una máquina que lo haga casi todo mejor que tú supondrá una gran revolución, pero también un gran reto. No podemos imaginar cómo será la Humanidad dentro de cinco años, pero creo que todo pasa por recuperar aquellos valores éticos que hemos abandonado. Eso será muy humano y será nuestra fuerza, la de poder elegir”.
Punset vio, además, aspectos positivos con la llegada de la IA toda vez que cree que “liberará a la Humanidad de las tareas tediosas, lo que nos dejará más tiempo a nosotros para repensar en qué es la humanidad ayudándonos posiblemente a ser más felices”.