Tenerife Noir, el Festival Atlántico del Género Negro, culmina hoy domingo su novena edición. En la agenda cultural que ha desarrollado durante 10 días ha figurado la escritora y periodista Rosa Montero (Madrid, 1951), cuya presencia en la Isla generó esta semana una más que notable expectación. Un buen ejemplo de ello es que su participación en la iniciativa Encuentro en el paraíso, coorganizada junto a la librería El Barco de Papel, en la que presentó su novela La desconocida, escrita junto al autor galo Olivier Truc, obligó a trasladar el acto del Centro Cultural al Teatro El Sauzal, ante las numerosas solicitudes de invitación por parte de sus lectoras y sus lectores. Sobre literatura y periodismo, acerca de la realidad, el recuerdo que luego tenemos de ella y la invención versa esta charla que mantuvo con DIARIO DE AVISOS la autora de La ridícula idea de no volver a verte. En la semana que está a punto de empezar, publica un nuevo libro, Cuentos verdaderos.
-Su participación en Tenerife Noir ha incluido el coloquio ‘Memoria, periodismo y literatura’. ¿De qué manera la memoria ha configurado su obra?
“La memoria es un cuento. No es real, sino producto de la imaginación. Creemos recordar, pero inventamos el pasado. Tengo un hermano algo mayor que yo y a veces nos reunimos y hablamos de nuestra infancia, de cosas que vivimos juntos. Te aseguro, a partir de esos recuerdos, que sus padres no son los míos [ríe]. Él se inventa unos, yo me invento otros. Y la memoria no solo es un cuento, sino que es un cuento en construcción. Lo que recuerdo hoy de mi infancia no es lo que recordaba hace 20 años. Y menos mal que tenemos esa imaginación que completa nuestra historia y la ordena y le da un sentido. De lo contrario, la vida sería invivible. Sería ruido y furia, como decía Shakespeare. La memoria me interesa, justamente, como producto de nuestra capacidad para crear”.
-¿Suele resultar muy compleja esa reelaboración de los recuerdos como materia prima?
“En realidad, no rehago los recuerdos en mi literatura. Ya son una invención. Mis novelas no salen de ellos, sino del inconsciente. Sueños que se sueñan con los ojos abiertos. Imágenes, en apariencia, surgidas de la nada. Igual que no sabes de dónde vienen los sueños que tienes por la noche, en la vida diurna encuentras imágenes que prenden fuego en tu cabeza y te turban tanto que necesitas contarlas, compartirlas. Ahí nacen las novelas. Nada tienen que ver con mi vida pasada. En absoluto, cero… Pero, claro, como proceden del inconsciente, hay una relación profunda conmigo, con mi vida, que no soy capaz de descifrar. Sueño que en la espalda me salen unas enormes alas rojas y aterciopeladas, y que vuelo por encima de Pekín. A lo mejor estoy feliz, muerta de risa o llorando, con una pena tremenda, aterrada. Despierto y no sé el porqué de esas emociones, pero seguro que ese sueño y esas alas rojas significan algo que ni siquiera yo soy capaz de desentrañar. Pues en la literatura, exactamente igual. Hay una relación simbólica con mi vida”.
“La memoria no es real; creemos recordar, pero inventamos el pasado, un cuento que está en construcción”
-La mujer, las mujeres, está muy presente en su literatura. Hoy hay cada vez más lectoras y más escritoras. Usted comenzó a publicar en 1979. ¿Resultó muy difícil entonces presentar a las editoriales personajes e historias contados desde el punto de vista femenino?
“Las que comenzamos a publicar en esa época no tuvimos fácil que los mandarines nos reconocieran a partir de un lenguaje neutro, ni femenino ni masculino. Hablábamos del mundo, punto. Lo que ocurre es que las mujeres somos la mitad de ese mundo. Ese prejuicio sexista tan tremendo hace que cuando una mujer escribe una novela protagonizada por una mujer, todo el mundo piense que está hablando de mujeres, pero cuando un hombre escribe un relato protagonizado por un hombre, se piense que habla del género humano. En mis primeros 10 años de actividad literaria, gente como yo abrió una brecha en unas circunstancias difíciles. Las escritoras de la generación un poco posterior, como Almudena Grandes, lo tuvieron algo más fácil. Nos enfrentamos al sexismo. Se nos intentaba arrinconar en el apartado de escritura de mujeres”.
-A Tenerife Noir acudió con su novela ‘La desconocida’, escrita junto a Olivier Truc. ¿Cómo ha sido esa experiencia de escribir a dos manos?
“Fue un juego que nunca nos habíamos planteado jugar. En Francia, en Lyon, se celebra el festival de novela negra Quais du Polar. Cada edición propone escribir una obra de manera conjunta a un autor francés y a uno del país invitado. Hace dos años nos lo pidieron a Olivier y a mí. No nos pudimos negar. Era tan difícil ese reto, el de crear una novela corta, de unas 150 páginas, con ocho capítulos, cuya escritura debíamos alternar, y todo esto, en tres meses, que ninguno de los dos nos resistimos. Fue muy divertido. Teníamos que sorprendernos el uno al otro en cada capítulo, al tiempo que desarrollábamos la trama conjuntamente. Yo me encargué de los capítulos impares y él de los pares. A medida que lo hacíamos, nos escribíamos millones de correos electrónicos. Conseguimos terminar la novela y, además, que tuviese un sentido, lo que ya de por sí era complejo”.
“Las que empezamos a publicar en la época en la que yo lo hice no tuvimos fácil que los mandarines nos reconocieran”
-¿Qué posibilidades le brinda la novela negra?
“Estoy en contra de los géneros. El siglo XXI es híbrido, es mestizo, por lo que meter a la literatura en una cajita de géneros y someterla a unas reglas me parece absurdo. Lo que me encanta es utilizar los recursos de la novela negra. Me gusta emplear su intriga y, sobre todo, su visión caleidoscópica de la sociedad, desde los supermillonarios hasta la miseria más absoluta. En ese sentido se parece mucho a la novela picaresca. Estos y otros instrumentos son una valiosa ayuda para seguir el mandato de la literatura: intentar entender la existencia”.
-¿Cómo afronta el oficio literario? ¿Todo parte de una vaga idea que no sabe muy bien por dónde la va a llevar o, en cambio, se trata de una labor de planificación muy metódica?
“Primero tengo esa idea que no busco. Suele ser una escena que me emociona mucho. Una escena aislada. Me digo que eso tengo que contarlo, que compartirlo. Empiezo entonces a apuntar a mano cosas en cuadernos y a desarrollar la historia, que poco a poco va creciendo. Me paso como un año o año y medio haciéndolo. Luego, como mis novelas suelen ser muy arquitectónicas, la estructura me importa mucho, voy creando mapas con grandes cartulinas. Cuando ya sé que va a tener 46 capítulos y lo que va a ocurrir en cada uno, me siento ante el ordenador y me pongo a escribir durante otro año, más o menos. En ese recorrido, la novela vuelve a cambiar. Y en lugar de 46 capítulos acaba teniendo 62… O sea, que es un bicho vivo hasta el final, con lo cual todo es muy divertido”.
-¿Es muy diferente la mirada de Rosa Montero cuando ejerce el periodismo y cuando aborda la literatura?
“Completamente distinta. Ser periodista en un periódico, ser plumilla, significa abordar un género literario como cualquier otro. Trabajar en la radio o en la televisión, no. A sangre fría, de Truman Capote, es un reportaje y un libro literariamente extraordinario. En ese ámbito, es muy raro el periodista que cultiva un solo género. Yo me considero narradora y ensayista. Cada género es muy distinto y tienes que conocer sus límites. Incluso para transgredirlos. Si, por ejemplo, escribes un teatro muy ensayístico, posiblemente esa obra será un peñazo, y si escribes una novela muy periodística, es probable que sea una malísima novela, muy superficial. Lo mismo que si haces un periodismo demasiado novelado, porque no va a tener la veracidad notarial y la precisión que demanda. Son dos géneros diferentes y te mueves con cierta facilidad entre uno y otro, igual que cuando dominas dos idiomas. En el periodismo la precisión es un valor; en la literatura la ambigüedad es un valor. En el periodismo cuentas lo que sabes; en la literatura, lo que no sabes que sabes. En el periodismo hablas de los árboles que tienes al lado; en la literatura buscas elevar el vuelo y convertirte en un águila para hablar del bosque que tienes abajo. Incluso viéndote dentro de ese bosque”.
“Hoy es absurdo meter a la literatura en una cajita de géneros; su único mandato es intentar entender la existencia”
-Tuvo una intensa agenda en Tenerife Noir. ¿Cómo vive los encuentros con los lectores?
“Una de las cosas maravillosas de los festivales es eso que tienen como de excursión colegial. Te reúnes con amigos y te encuentras por primera vez con mucha gente. Todo esto te nutre mucho, resulta revitalizador. Además, son grandes focos de agitación cultural en las ciudades donde se celebran”.
-La próxima semana publica ‘Cuentos verdaderos’, crónicas y reportajes escritos entre los 70 y los 80. ¿Qué ha sentido al reencontrarse con la periodista y la escritora que fue en esos años?
“Este libro surge por pura casualidad. Son crónicas y reportajes aparecidos en El País desde 1978 a 1988. En Televisión Española hicieron un documental sobre el juicio por la desaparición del Nani [Pacto de silencio (2022), que aborda la causa judicial de 1988 vinculada al delincuente común Santiago Corella, el Nani, del que no se supo más tras ser detenido en 1983 y conducido a la antigua Dirección General de Seguridad, en la madrileña Puerta del Sol]. Fue un juicio importantísimo para la democracia española, porque era la primera vez que se sentaba en el banquillo a la mafia policial. Contaron conmigo para el documental porque cubrí ese juicio. Les dije que me parecía muy bien, pero que prácticamente no me acordaba de nada. Entonces me mandaron mis crónicas y me quedé patidifusa. No ya por lo que escribí entonces, sino por la España que reflejaban. Me pareció interesante comprobar cómo se nos había olvidado ese país. Los responsables del documental me animaron a publicarlas. Pedí a la editorial que buscase otras crónicas y reportajes míos de aquel tiempo y al leerlas volví a quedarme muy pasmada por la España que presentan. Es muy curioso, e inquietante a veces. Están hechas de una forma muy narrativa, que luego se ha perdido un poco en el periodismo actual. Por eso el título de Cuentos verdaderos, pues algunas de ellas parecen páginas de una novela. Como la de la matanza de los abogados de Atocha (1977), que sería una novela negra, o la de la gira de Miguel Ríos Bienvenidos (Rock & Ríos, 1982), la más importante de rock en español que se ha hecho nunca en el país, que yo cubrí. Estos textos retratan, entre otras cosas, a una España tan choriza y tan llena de estafadores que hoy parece totalmente increíble”.