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De Madariaga: “Cumplir 80 años y seguir con el sueño de mi vida era inimaginable cuando a los 56 rompí con la carrera de economista”

El actor madrileño, afincado en Canarias, acaba de ser galardonado por su trabajo en 'La fianza', de Eduardo Cubillo, y continúa adelante con una trayectoria llena de satisfacciones
El actor José Luis de Madariaga (Madrid, 1944). / DA

Veintinueve largometrajes, 55 series de televisión, 53 obras de teatro, 17 zarzuelas y 93 cortometrajes. Algo del economista que fue José Luis de Madariaga (Madrid, 1944) se refleja en este escrutinio. Pero mucho más del actor que es desde siempre. Desde mucho antes de que, como explica en esta entrevista el intérprete afincado en Canarias, decidiera, a los 56 años, “romper con el mundo de los estudios de mercado” para abrazar completamente esa pasión que le sitúa frente a una cámara o sobre las tablas de un teatro. Ahora, con 80 años, De Madariaga contempla con feliz estupefacción todo lo bueno que le ha dado, y le sigue dando, ese arte que consiste en vivir muchas vidas en una sola.

-Ha sido galardonado recientemente con el premio al mejor actor sénior en el Festival Cinemafost (San Fost de Campsentelles, Barcelona) por su trabajo en el cortometraje ‘La fianza’, de Eduardo Cubillo. En este momento de su carrera artística, ¿cómo recibe este tipo de reconocimientos?
“De una forma un poco más especial que en otros casos, simplemente, por la edad que ya tengo. Estar aún en condiciones de recibir un premio, a mis 80 años, por un trabajo que se supone que está bien realizado, da una satisfacción algo mayor. Lo cual no quiere decir que la emoción de cada reconocimiento no sea siempre grande. Pero aquí hay un pequeño plus: el de estar aún haciendo lo que me gusta más o menos bien”.

-¿Qué le atrajo más de este papel en ‘La fianza’?
“Es un papel muy atractivo. Interpreto a un hombre muy especial, a un personaje que tiene que resultar entrañable a pesar de lo malo que es [ríe]. Se trataba de entrar en un juego para encarnar a una persona que, aunque sea muy siniestra, al mismo tiempo pueda caer bien al espectador. Aparte de eso, también estaba el desafío de filmarlo todo en un único plano secuencia, lo que tiene su morbo: ser capaces de llegar al final sin equivocarnos, para no tener que empezar de nuevo”.

“Soy poco ‘metodista’ como intérprete; trabajo con lo que surge en mi interior en función de cómo veo cada personaje”

-¿Es muy diferente la forma de acercarse a cada nuevo proyecto o, en el fondo, en la construcción de cada rol hay siempre una especie de método?
“Soy poco metodista. Trabajo con lo que va surgiendo en mi interior en función de cómo veo que puede ser ese personaje. Pero también conozco las reglas de la interpretación, una serie de normas que no puedes dejar de cumplir, pues, de lo contrario, no llegas al público… Sin embargo, más que de método, soy de jugar con el personaje, tal como lo veo yo y, por supuesto, tal como lo ve el director. Afronto cada papel como una experiencia nueva, evito las repeticiones, aunque antes haya interpretado roles que de alguna manera tengan diversos elementos en común con el que me hallo en la actualidad. Trato de que cada uno tenga su peculiaridad en función de la trama, de su relación con los otros personajes… Soy partidario, en suma, de estudiar cada personaje en particular y tomarlo a mi manera, que, obviamente, siempre ha de estar ligada a la del director o directora”.

-¿Lleva la cuenta de los papeles que ha interpretado en el cine, en el teatro, en la televisión? ¿Cuáles son, si los hay, los requisitos que demanda, o que necesita, en cada nueva propuesta para implicarse en ella?
“Sí que la llevo. Quizás eso responda a la influencia de mi otra carrera, la de economista, que me conduce a tener al día este tipo de datos. He hecho 29 largometrajes, he participado en 55 series de televisión y en 53 obras de teatro, en 17 zarzuelas y en 93 cortometrajes. En cuanto a los requisitos que tengo en cuenta a la hora de decidir formar parte o no de un proyecto, son muy pocos [ríe]. Yo diría que la seriedad de quien hace esa propuesta en cuestión, el saber que existe una formalidad tras ese proyecto. Y aquí no estoy hablando de los cortometrajes, pues, en ese caso, el acercamiento es mucho más espontaneo, ya que el 95% corresponden a gente que empieza en el cine y ya solo eso, el trabajar junto a personas que ponen todo su entusiasmo en lo que hacen, me resulta muy atractivo. Sin medios, pero con una ilusión arrolladora. Ahí me implico sin más. El único problema puede ser que las fechas de ese rodaje coincidan con otro trabajo mío. En un ámbito más profesional, tampoco soy muy exigente, salvo que perciba que se trata de algo que se escapa a lo más esencial de lo que representa el arte del cine o el del teatro. A mí lo que me interesa es que me guste el personaje y que me sienta capaz de interpretarlo. Porque en ocasiones tienes ante ti un papel que resulta precioso, pero no te sientes capacitado de sacar de él todo lo que debe sacarse, de hacer un trabajo digno. Eso no significa que lo que yo he creído que podía hacer bien a otros les parezca que lo he hecho mal. Eso es otra cosa. Por lo demás, no me condiciona ni lo económico ni la trascendencia que pueda tener lo que haga; si va a ser una película con un reparto de famosos o una película que va a pasar desapercibida, si va a ganar un Goya o no la va a conocer nadie”.

-Ha cumplido 80 años. Si observa con perspectiva su carrera profesional, ¿cómo la definiría? ¿Cómo ha sido, cómo está siendo esta trayectoria?
“Ha sido y está siendo muy superior a lo esperado. No hay que olvidar que a los 56 años seguía en este mundo trabajando de economista. Y fue ahí cuando rompí con los estudios de mercado, para pasar a dedicarme de lleno a lo que me había absorbido el seso desde que era pequeño, pero a lo que no había podido dedicar de manera exclusiva mi tiempo de trabajo: la interpretación. Cuando se produce esa ruptura, me dije que lo que me quedase de vida lo iba a emplear en lo que más ilusión me ha hecho nunca. Pero, claro, con 56 años y siendo prácticamente un desconocido, solo me planteé hacer lo que buenamente pudiera: si entraba en el elenco de una obra de teatro, si lograba participar en una película… Las ambiciones eran pequeñas porque era consciente de que cumplir mayores expectativas resultaba muy complicado. Sin embargo, las cifras de trabajos que he comentado al principio demuestran que todas esas expectativas se han superado ampliamente. De modo que, mirándolo con perspectiva, debo estar muy feliz con lo que he conseguido. Cumplir 80 años y continuar dedicándome a la interpretación resultaba totalmente inimaginable entonces. Lo que ocurre es que con el tiempo uno se vuelve ambicioso y ya no pone fecha para cerrar esta carrera. Tengo la ilusión de que esto pueda continuar muchos años más”.

“En un corto, ya solo trabajar con personas que se entusiasman con lo que hacen me resulta atractivo”

-¿Y cuál es el principal estímulo que le mueve cada día a salir de su casa y acudir a un set de rodaje o a un teatro?
“Hay dos. Uno es el personal: lo que fue la ilusión de mi vida no ha dejado de serlo. Es más, cada vez que me embarco en un nuevo proyecto, independientemente de su trascendencia, redescubro que el mundo de la interpretación es maravilloso, es como vivir un sueño en la realidad. Tengo esa motivación, la de hacer algo que me encanta, que disfruto. Nada más llegar a un set o a un teatro, siento un goce tremendo. Y el segundo estímulo me viene de los que empujan, de la familia, de mi mujer, de quienes siguen ayudándome… Cuando les planteo si me implico o no en una nueva aventura, en un nuevo proyecto, su respuesta suele ser la misma: ‘Sí, sí, hazlo, hazlo…’. Ahora tengo que participar en un rodaje en Bucarest y no dejan de animarme. Y todo eso me resulta muy necesario”.

-Cine, televisión, teatro… ¿Siente predilección por alguno de estos ámbitos o todos, al fin y al cabo, le permiten de igual manera expresarse como actor?
“Por regla general, todos te dan la posibilidad de expresarte. Ahora bien, eso no quita para que sienta una afinidad especial. A diferencia de otros actores y actrices, que creo que el 99% de ellos elegirían el teatro, yo tengo un vicio con el cine [ríe]. Si tengo que elegir, elijo cine. Sin despreciar, en absoluto, todo lo maravilloso que hay en el teatro. Esa necesidad de sacarle a un personaje aspectos creíbles en pocos segundos que te plantea el cine en el rodaje de cada escena, interrumpida por un montón de razones técnicas; ese desorden de la filmación, en el que empiezas por el día en que te divorcias y continuas con el momento en el que la conoces, para pasar luego a la boda… Cada escena que se rueda es la que conviene por aspectos económicos, de localización, meteorológicos, de organización…, y no por lógica escénica. Todo eso posee para mí un atractivo enorme. Entre un acción y un corten, salvo que se trate de un solo plano secuencia, como en La fianza, en ocasiones apenas pasan 20 segundos. Y en esos 20 segundos has de sacar lo que te pide el personaje: todo el odio, todo el amor, toda la pasión, todos los miedos, toda la angustia, toda la frialdad… Con el cine he aprendido que hay que ser capaz de ir y abandonar a un personaje en un instante”.

“Lo que fue una ilusión no deja de serlo; cada día redescubro que el mundo de la interpretación es maravilloso”

-¿Qué nuevos proyectos figuran en su agenda a corto y medio plazo? ¿Sueña con algún papel que aún no ha tenido la oportunidad de encarnar?
“A mi edad, ya cada proyecto es a corto plazo. El medio y el largo no existen. Continuo en gira por Canarias con la obra de teatro Funeral planner, cuyo autor y director es Fabián Lomio, que me está dando muchísimas satisfacciones e incluso ya tenemos alguna fecha para el próximo mes de enero. Y también voy a participar en una serie, que se rodará en inglés, pero de la que todavía no puedo adelantar nada. En cuanto a los sueños, tenía un personaje metido entre ceja y ceja, el Segismundo de La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Sus monólogos me los aprendí cuando tenía 14 o 15 años y nunca los olvidé. La esperanza de interpretarlo se me fue cuando superé la edad del personaje. Sin embargo, hace cerca de dos años, un director colombiano, Manuel Orjuela, vino a las Islas, a Gran Canaria, a montar una obra, Segismundos, que presenta a tres personajes que es el mismo: un Segismundo joven, un Segismundo mujer y un Segismundo mayor, y este último papel me lo adjudicaron. De modo que cuando menos me lo esperaba, a los 78 años, se cumplió el sueño de mi vida. Y ahora estamos a muy poquito de concretar que representemos esta obra en Colombia el próximo mes de octubre. Otro personaje que deseaba hacer era el del comendador de Don Juan Tenorio, de Zorrilla, y ya he podido darme el gusto de interpretarlo. Y ya solo queda un tercero, encarnar a Don Quijote. He hecho un Quijote carnavalero en Gran Canaria, muy bonito, precioso, pero me hubiera gustado interpretar al verdadero. Aunque no puedo quejarme”.

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