tribuna

¿Romper con Fernando Jáuregui? Demasiado doloroso

Hace algunos años, me hallaba en Caracas cubriendo una visita oficial a Venezuela del presidente del Gobierno español Zapatero cuando, en una recepción, se me acercó, con la mano extendida, un hombre alto, delgado, acaso un poco, no mucho, más joven que yo. “Fernando Jáuregui, periodista”, me dijo. Me extrañó que me conociera. Pero no me saludaba por mi nombre: me hacía conocer el suyo. Desde entonces, Fernando Jáuregui, prestigioso periodista ecologista venezolano, y yo nos llamamos primo y jamás hemos perdido el contacto. Cuento esta anécdota para tratar de explicar lo doloroso que sería para muchos españoles, no solo canarios, que nuestros dos países, hermanos sin retórica, rompiesen relaciones, como ha solicitado insensatamente la Asamblea bolivariana venezolana porque el Parlamento español ha pedido que se reconozca la victoria de la oposición a Maduro en las elecciones del pasado 28 de julio.

Lo de Maduro no es una cuestión ni de derechas ni de izquierdas: hablamos de una de esas dictaduras disfrazadas de democracia porque una vez cada cuatro años se va a las urnas, que, como estamos viendo, se falsean en sus resultados cuando estos no son los que convienen al autócrata de turno. No tiene justificación lo que ocurre en la antaño próspera, acogedora, liberal -pese a una historia cuajada de irregularidades- Venezuela. Lo digo en esta fecha, cuando Pedro Sánchez recibe al líder opositor Edmundo González en La Moncloa, supongo que para testimoniarle un apoyo que el Gobierno español ha evidenciado, pero no hasta el punto de apoyar en el Congreso que fue González, y no, como pretende el régimen poschavista, Maduro, quien ganó las últimas elecciones.

Supongo que lo que Sánchez y su ministro Albares pretenden es liderar la negociación europea para facilitar que Maduro abandone Venezuela y abrir así un juego verdaderamente democrático. A Venezuela, esta es la verdad, le ha fallado una gobernación democrática, pero también la oposición: ni López, ni Ledezma, ni Guaidó, ni ahora González han dado la talla suficiente, que sí dan, en cambio, algunas mujeres llenas de coraje, la última de ellas María Corina Machado, que resiste en Caracas liderando una contestación al bolivarianismo. Supongo que será ella, cuya participación en las elecciones fue groseramente vetada por Maduro, quien lleve las riendas del futuro en Venezuela, porque ese futuro, con Maduro al frente, es imposible.

Casi nunca hablo de política con mi primo Fernando Jáuregui. Demasiado doloroso para ambos, quizá. Pero, desde este lado del océano, le deseo toda la ventura que merecen él y el magnífico pueblo venezolano. Y, si la locura bolivariana acaba por romper relaciones diplomáticas con España -no lo harán: perro ladrador…-, pues que lo hagan, allá ellos. Tengo la sospecha de que esta ruptura será muy corta, porque Venezuela, ese gran país convertido en desgraciado por el chavismo y sus sucesores, pronto volverá a ser la nación en la que reencuentre a mi primo Fernando, que, con orgullo, presume de sus ancestros vascos, que seguramente se encontrarán con los míos en algún punto allá por la nube. Quizá la antidemocrática Asamblea venezolana amague con romper lazos con España. Nosotros no rompemos. Somos primos. Los venezolanos y los españoles, digo.

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