Lo que comenzó como una conversación entre amigos tras un baño en la Playa Chica de El Médano acabó convirtiéndose en un proyecto de cooperación internacional que ha cambiado la vida de cientos de niños y familias en Gambia. A pocos meses de cumplirse diez años de su fundación, la asociación Solidarios Canarios sigue promoviendo mejoras en el centro educativo autosostenible que crearon en la aldea de Jalokoto. Los precursores, según se describe, “no son grandes fortunas ni destacados pensadores”, sino personas que comenzaron con medios humildes y una firme determinación: ayudar a quienes más lo necesitan, siempre con Canarias en el corazón.
“Empezamos esta aventura sin saber muy bien a dónde nos llevaría. Éramos cuatro amigos que veían al Tenerife y se bañaban en una playa de El Médano”, recuerda Toño Mendoza, uno de los fundadores. En agosto de 2015 surgió una idea sencilla pero genuina: viajar a Etiopía para colaborar y ayudar a los locales en lo que hiciese falta. El destino no era casual: Carlos Sánchez, otro de los precursores del proyecto, había adoptado a un niño etíope. De aquella conversación informal, sin planes definidos, nació Solidarios Canarios. Lo demás es historia.
Tras barajar varias opciones y sopesar en grupo los distintos destinos, la logística y la incorporación de más voluntarios a este proyecto les obligaron a buscar una opción más viable. Fue entonces cuando Gambia apareció como destino más accesible: dos horas de vuelo desde Gran Canaria con un vuelo directo de Binter que estaba habilitado en aquel momento. Y así, sin grandes recursos ni experiencia previa, se encaminaron en los primeros pasos de esta larga travesía.
En ese primer año, los solidarios llevaron mil kilos de material escolar y deportivo a distintas localidades de Gambia, además de 10.000 euros y sacos de arroz para numerosos vecinos. El dinero sirvió para mejorar viviendas, llegando a habilitar techos de chapa en muchas de ellas.
Pero no querían que su ayuda se agotara en donaciones puntuales. Encariñados con las aldeas de este país y sus paisanos, tomaron una decisión: Mejorar una aldea integralmente. “Nos dimos cuenta de que todo lo que regalamos tiene fecha de caducidad: los zapatos se desgastan, la ropa se ensucia, los balones se pinchan. Por eso, decidimos ir más allá y construir algo duradero”.
La escuela en JaloKoto
La idea era elegir un poblado y construir una escuela. El plan era ambicioso cuanto menos. A los pocos días, ya habían decidido cuál era el enclave para llevar a cabo su proyecto: JaloKoto. Este es un poblado al suroeste del país con muchas carencias donde decidieron asentarse. Adquirieron un terreno de 2.500 m², y con el tiempo lo ampliaron hasta los 8.000 m² útiles. Allí comenzaron un proyecto autosostenible, con placas solares y dos pozos de agua que garantizan el abastecimiento diario: “En este país, llueve mucho entre junio y octubre, con hasta 23 días de lluvias intermedias por mes. El agua se filtra formando bolsas subterráneas”.
Con la ayuda de Rafael De La Fuente, albañil y también uno de los miembros fundadores, comenzaron a construir el centro, gracias también a la ayuda de locales de Jalokoto. Tras un largo periodo de obras, finalmente en septiembre de 2018 arrancó el curso con 75 niños y niñas. Hoy, tras un crecimiento exponencial de la iniciativa, se encuentran estudiando más de 336, llegados incluso de aldeas situadas a más de una hora de distancia.
Hay varios aularios, con nombres cargados de significado: Ayalew (el hijo de Carlos), Echeyde, Luther King, CEIP La Jurada, Islas Canarias, Playa Chica, entre otros. “Son lugares importantes para nosotros, donde empezó todo este proyecto”, explica.
También han construido viviendas para el profesorado: 35 empleados, de las que 26 son mujeres. Algunas venían de trayectos de hasta 4 horas y ahora pueden quedarse entre semana a pernoctar en su lugar de trabajo. Además, en el comedor trabajan seis madres de alumnos contratadas por la asociación. Con esta plantilla, proporcionan a cada niño y trabajador un almuerzo diario. “Para muchos de ellos, esta es la única comida que tienen al día”.
Para financiar todo esto, Solidarios Canarios organiza diversos eventos, vende libros a través de redes sociales y “recorre” la Isla buscando apoyos. Uno de los eventos más destacados es el festival solidario en la plaza central de El Médano, que este año se celebrará los días 26 y 28 de junio, con música desde las dos de la tarde hasta la madrugada. En él participarán más de 100 voluntarios.
“Empezamos en el bar de mi madre, vendiendo 4 barriles de cerveza. Ya en un solo evento, el año pasado, tuvimos 28.000 euros de beneficio”. Este año han cuadruplicado los patrocinios: “Las empresas se han volcado. Lo que se genere será íntegro para el proyecto”, dice agradecido el fundador.
El objetivo inmediato es construir tres nuevas aulas para completar la oferta de secundaria. Además, planean crear aulas de Formación Profesional con talleres de carpintería, soldadura y costura.
Cultura y raíces canarias en África
Solidarios Canarios no sólo ha impulsado la educación, también ha consolidado la identidad cultural canaria en Jalokoto. A pesar de los más de 5.000 kilómetros y el charco llamado océano Atlántico que separan ambas regiones, los lazos se han estrechado gracias a las diversas actividades realizadas.
Recientemente, se han organizado unas jornadas de exhibición de lucha canaria. Gracias a la cesión de ropa de equipos de Arona y La Palma, los niños entrenaron y entendieron las mañas de este deporte. Para el evento, prepararon un terrero gracias a la ayuda de camiones con arena.
A pesar de parecer una jornada más, la lucha canaria fascinó a los niños: “Lo más bonito fue volver los días siguientes y ver a los niños jugando solos. Fue algo mágico”.