Pasa aquí, pero también allá. No es solo un fenómeno local: es un patrón global. La mayoría de los políticos no gobiernan para liberar el potencial de su gente, sino para administrar el mínimo necesario que les garantice mantenerse en el poder. Lo que debería ser un liderazgo orientado al futuro se convierte, en demasiados casos, en un ejercicio de contabilidad electoral. Y así, en vez de liberar leones que impulsen a la sociedad hacia adelante, prefieren ordeñar vacas que garanticen litros previsibles de votos.
Las redes clientelares como sistema
En muchos rincones del mundo, y Canarias no es la excepción, los gobiernos se esfuerzan no por transformar la sociedad, sino por tejer redes clientelares. El objetivo no es la eficiencia, ni el mérito, ni la innovación. Es el control.
A esto se suma una práctica aún más perversa: la entrega de infraestructuras claves en régimen de concesión a empresarios prebendarios, elegidos no por su mérito o visión, sino por su cercanía al poder. Así, cualquier emprendedor o trabajador que aspire a progresar en ese sector debe aceptar las reglas, no del mercado, sino del statu quo. No compite, se somete, y con ello, el sistema asegura que el ascenso económico solo es posible si se desafía el orden establecido.
Vacas que dan leche… pero no rugen
En un sistema donde el empresario prebendario controla quien puede o no puede trabajar, las subcontratas que trabajan para el, pierden toda opción de progresar, de convertirse en grandes empresas. A los trabajadores les va aun peor, se establecen reglas férreas para que unas subcontratas no contraten a los empleados de las otras y se establecen reglas para mantener los salarios a la mínima expresión. ¿Acaso alguien no ve que, si todos compitieran, todos ganarían excepto el empresario prebendario y los hilos del poder?
En política, ordeñar vacas significa mantener sistemas clientelares, garantizar votos con dependencia, evitar riesgos y penalizar a quien desafía el status quo. Liberar leones, en cambio, sería apostar por el emprendimiento, por la productividad real, por un mercado libre con reglas justas y oportunidades para todos. Implicaría aceptar que algunos fracasarán, pero también que otros crearán riqueza, empleo, innovación y un futuro mejor.
Pero eso requiere valentía, requiere renunciar a controlar cada engranaje de la sociedad y aceptar que una ciudadanía libre es, por definición, incómoda.
Mínimos para todos, abundancia solo para algunos
Los sistemas clientelares garantizan que todos reciban lo justo para sobrevivir, pero solo unos pocos, los cercanos al poder, acceden al lujo, al contrato blindado, a la oportunidad estratégica. La trampa es sutil: nadie está excluido, pero casi nadie puede despegar.
Esto no es igualdad. Es control disfrazado de justicia.
Y a largo plazo, empobrece, porque una sociedad donde nadie puede destacar sin permiso es una sociedad sin innovación, sin progreso, sin autoestima colectiva.
¿Y si liberamos a los leones?
La solución es reducir lo público a la mínima expresión para garantizar la seguridad, la vida y la propiedad: mérito, responsabilidad, transparencia, competencia. El Estado debe dejar de competir con el ciudadano, y empezar a empujarle hacia arriba. Menos tutela, más libertad. Menos reparto político, más oportunidades reales.
Necesitamos políticas que empoderen al que sirve al prójimo, que reconozcan el valor del riesgo, que premien la eficiencia y castiguen el abuso institucional. Políticas que no traten a la ciudadanía como rebaño, sino como comunidad de talentos.
Conclusión
No se trata de que todos sean empresarios, ni de eliminar la solidaridad. Se trata de dejar espacio para que quienes pueden construir, liderar, innovar o exportar, lo hagan sin ser frenados por estructuras creadas para mantener el poder.
Menos miedo a los rugidos, y más valentía para dejar la puerta abierta a los leones.
Jonathan Perez Padrón.
Chief Executive Officer Hidramar Group | Impulsando Canarias desde la reindustrialización y la exportación como motores de generación de riqueza neta