El subsector del turismo rural, que aglutina 800 casas en Canarias con capacidad para más de 4.000 plazas –la mayoría en Tenerife, La Palma y Gran Canaria-, está cansado de pedir auxilio a las administraciones públicas y sobrevive a duras penas desde hace años ante un futuro cada vez más amenazante por la “oferta masiva” del alquiler vacacional en los pueblos de medianías y en muchos casos en suelo rústico, denuncian sus promotores.
Actualmente, las esperanzas están puestas en el estudio encargado por la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias sobre este subsector, cuyo resultado se conocerá previsiblemente a final de año o comienzos del próximo, pero también en la tramitación de la ley del alquiler vacacional en el Parlamento de Canarias y, sobre todo, en el Número de Registro de Alquiler (NRA), que conceden los registradores de la propiedad a escala nacional y que es el identificador obligatorio que cada alojamiento deberá obtener para poder ofrecerse legalmente en plataformas de alquiler vacacional. De este requisito están exento los alojamientos del turismo rural.
Menos esperanzas hay depositadas en los ayuntamientos, a los que el subsector les reprocha su “pasividad”. Pedro David Díaz Rodríguez, presidente de la Asociación de Turismo Rural de Tenerife (Tenatur) y miembro de la Asociación Canaria de Turismo Rural (Acantur), recuerda que las competencias en urbanismo, ordenación del territorio, actividades clasificadas y disciplina urbanística están en manos de los ayuntamientos, por lo que el subsector reclama una mayor implicación de estas administraciones locales para “denunciar, inspeccionar y clausurar (si procediera)” la oferta vacacional que ocupa suelo rústico fuera de ordenación urbanística y que ponga freno al “disparate” de edificaciones en ese preciado suelo.
LO QUE DICE LA LEY
En palabras del propio Díaz, “el suelo rústico no contempla el uso residencial, sino el agrario y ganadero y la protección del medio ambiente (son los usos propios de esa categoría de suelo), y en consecuencia y de acuerdo a la legislación vigente, sólo se permite el uso turístico en suelo rústico cuando existe una edificación preexistente que forma parte del patrimonio de Canarias. En ese caso y solo en ese caso, se permite el uso turístico, vinculado a la rehabilitación del edificio, y a eso se le llama “turismo rural”. Todo lo demás son sucedáneos o marcas blancas en el territorio. Ni es turismo rural ni se le parece”.
Los propietarios de los alojamientos rurales lanzan un enésimo grito de auxilio. El tiempo corre en su contra si no se adoptan medidas. Está en juego su supervivencia y no piden nada del otro mundo: que se reconozca su valor patrimonial e identitario con ayudas al mantenimiento de edificios históricos, medidas de protección, más disciplina urbanística, un decidido compromiso político y formación técnica en las oficinas municipales.
MODALIDAD DISTINTA
Díaz confiesa que es incapaz de imaginar un destino de primer nivel europeo como las Islas Canarias sin albergar turismo rural, una modalidad alternativa dirigida al descanso de quienes huyen del turismo masivo con una red de alojamientos restaurados en espacios abiertos que ofrece experiencias personalizadas a sus visitantes que poco o nada tienen qué ver con lo que ofertan viviendas vacacionales, hoteles y apartamentos. “No estamos reñidos con la modernidad, defendemos la idea de recuperar el paisaje y planteamos ruralizar el turismo”, enfatiza.
“El turismo rural tiene que volver a sus orígenes, al vínculo con el territorio, con las comunidades y con el patrimonio, si quiere subsistir y establecer nítidamente los elementos diferenciadores con alquiler vacacional masivo, pero al mismo tiempo tiene que renovarse, apostar decididamente por el asociacionismo y por el replanteamiento de un subsector que no está reñido con la modernidad”, defiende Pedro David Díaz, quien propone una alianza para proteger a este sector, pero también “salir de la nostalgia y de la tristeza”.
Para ello reivindica el papel de las casas rurales como “custodios poderosos” de la identidad canaria y del legado patrimonial que se muestra al turista y al visitante. E insiste en un mensaje: “El turismo rural no es la competencia del alquiler vacacional masivo. Es, precisamente, su antítesis”.







