la entrevista

Emilio Abad Ripoll: “Nelson quiso empezar en Tenerife la conquista de toda Canarias para así cortarle la yugular al Imperio español”

General de Brigada retirado y escritor

Cuando por las calles de Santa Cruz de Tenerife aún resuenan los ecos de la celebración del 228º aniversario de la Gesta del 25 de Julio, revisar con detalle tanto su brillante hoja de servicios en el Ejército español como su notable desempeño de escritor y divulgador histórico demuestran sobradamente el acierto que supone elegir para la entrevista dominical del Decano de la Prensa en Canarias a Emilio Abad Ripoll (Melilla, 1940). La cita tiene lugar en pleno centro de la capital tinerfeña, no muy lejos de donde los isleños se emplearon a fondo para derrotar a las tropas de Horacio Nelson.

-Militar y versado en letras. ¿Le faltó ser monje para completar el clásico medieval?
“[Sonríe y despierta la risa de los presentes] Se olvida de que mi apellido es Abad.”.

-¿Viene de casa ser militar?
“Sí. Que yo sepa, mi abuelo fue comandante de Artillería, tuve un tío que fue coronel, a otro tío mío lo mataron en la guerra siendo alférez, mi padre era suboficial cuando yo entré en la Academia, y ahora mismo tengo un sobrino que es teniente coronel de Infantería y mi nieto, que está de artillero en el 93, pensando en meterse en la Academía General por promoción interna…”.

-Como general de Artillería, le será inevitable sentirse más cercano al nieto que al sobrino…
“[Vuelve a sonreír] ¡Sí, sí! Mis antecesores eran todos infantes, y a mí me llamaban el renegado de la familia, la oveja negra y todas esas cosas, pero bueno…”.

-¿Y la vocación literaria?
“La verdad es que no lo sé. Cuando era pequeño, en Melilla, me gustaba lo militar porque mi padre era militar y lo que se respiraba en Melilla en los años 50 pues era todo militar…”.

-Una ciudad cuyo tamaño se decidió por el disparo de un artillero, precisamente…
“Exactamente. Gracias al disparo de un cañón llamado El caminante. Aunque lo hicimos mal porque se hicieron dos disparos con el cañón para fijar el perímetro del territorio de Melilla y finalmente nos quedamos con el más corto, en vez de con el más largo”.

-Volvamos a su Melilla natal…
“Allí acabé el Bachillerato, y recuerdo que tenía dos amores. Uno era ser ingeniero y el otro militar. Si optaba por la ingeniería, implicaba estudiar en Granada y mis padres no estaban muy boyantes con el sueldo de un suboficial como para tener un hijo estudiando en Granada y otros dos más en Melilla. Así que opté por lo militar dado que podía prepararme para ingresar en la Academia en Melilla. Lo conseguí a la tercera, que era lo normal por aquella época”.

-Usted es de esas promociones de militares españoles que, lejos de desmerecer, respondieron con éxito al reto de ingresar en la OTAN…
“Tiene toda la razón. Contaba con cierta experiencia previa porque fui de la primera promoción de Artillería que nos formamos en misiles en EE.UU. en 1965. Éramos un grupo muy grande, con 30 oficiales y casi 300 entre sargentos y cabos primeros. En todos los exámenes y ejercicios obteníamos las mejores notas que se habían sacado nunca. Coincidimos con los alemanes, y los barrimos. Luego también tuve la suerte de hacer el curso de Estado Mayor en EE.UU. junto con otro compañero, y destacamos como el que más”.

-¿Dónde aprendió inglés?
“En la Academia. Realmente, empecé con el francés pero un tío mío me recomendó que me pasara al inglés y luego ya seguí”.

-Hay un episodio poco conocido de su biografía como es el duro desempeño que tuvo respecto al dramático incendio de La Gomera en 1984.
“Un año antes hubo otro incendio muy importante en Tenerife, y el entonces gobernador civil, que era Eligio Hernández, pidió ayuda al Ejército porque entonces no había UME ni esas cosas, y me mandaron a mí, que era teniente. Recuerdo que el director de Icona era José Miguel González, que luego fue vicepresidente del Gobierno de Canarias. Como Eligio quedó muy satisfecho del trabajo realizado, el general me designó para el de La Gomera. Cuando llegamos, vimos que aquello era horrible y que había muchos muertos [en total 20, entre los cuales el nuevo gobernador civil tinerfeño, Paco Afonso]. Recuerdo que Eligio, al vernos, exclamó: ‘Ya está aquí el Ejército, estamos salvados’. Fue durísimo, porque estuvimos recuperando los cadáveres. Aquel olor a carne quemada me quitó las ganas de comer carne asada durante más de un año..”.

-¿Qué recuerda de la misión en Bosnia, donde ejerció altas responsabilidades?
“Era un puesto muy importante porque era el jefe de Logística y Administración para todas las fuerzas de la ONU en la antigua Yugoslavia, no solo en Bosnia. Imagínese lo que suponía, porque en agosto de 1995 llegamos a tener 52.000 hombres y mujeres procedentes de 39 países. Y ya sabe que el reglamento dice que la logística es proporcionar a las tropas todo lo necesario para vivir, moverse y combatir. Al final de mi servicio allí, cuando se estaba retirando la ONU y entrando la OTAN, tuvimos que afrontar la evacuación de 25 batallones, algunos a países como Nepal y Argentina, con lo que conlleva. En mi último mes fui el comandante supremo de las fuerzas residuales de la ONU, que eran unos 6.000 hombres procedentes de Rusia, Bélgica, Indonesia, Chequia, Bielorrusia… Me fui al terminar la misión de la ONU, en realidad”.

-¿Cómo se sintió ante una desgracia tan grande como son todas las guerras, pero este caso de un país multicultural bien avenido que desciende a los infiernos dejándose llevar por dirigentes tan malvados?
“Fue tremendo. El odio era tremendo. Pero algo hicimos bien los españoles, porque los dos alcaldes de Mostar (ciudad que como sabe fue destino de muchos militares españoles y el sitio donde más compañeros perdimos en todo el conflicto) escribieron una carta a nuestra rey que pasó por mis manos en el cuartel de Estado Mayor en Zagreb, donde le pedían permiso para dedicarle una plaza a España. Le garantizo que el día de su inauguración, el 12 de octubre de 1995, fue uno de los mejores días de mi vida. Ojo, que eran dos alcaldes porque eran de los dos bandos enfrentados, y cómo sería la cosa que al terminar nos convidaron a una cerveza en un bar al que no dejaron entrar a los musulmanes cuando acababan de asistir juntos y poner las coronas de flores en la plaza”.

-¿Hasta qué punto ese homenaje a España es importante?
“Porque es el único país al que le han dado las gracias con un gesto así en toda Yugoslavia. De 39 países. Como también es el único con un monumento al soldado español”.

-¿No le asombra lo que puede llegar a provocar el odio?
“Es terrible. El odio que se sembró… Tu vecino asesinaba a tu mujer, eso pasaba allí… En los pueblos camineros veías que a un lado de la calle las casas estaban llenas de metralla y en el otro no. Se mataban unos a otros los que habían jugado juntos en la calle. Y todo por los políticos…”.

-¿No le da la impresión de que no aprendemos viendo que, salvadas las distancias, ahora mismo en España es mejor no hablar de política en las reuniones familiares o de amigos?
“Si hay un infierno, espero que estén allí Milosevic, Tudman [eran los presidentes de Serbia y Croacia cuando la guerra] y demás. Porque he tenido la mala suerte de conocerlos personalmente, he comido con ellos y les he escuchado decir, con la mayor hipocresía del mundo, por ejemplo a Tudman invitar a los serbios a volver a una zona donde yo mismo había visto cómo los croatas les habían volado las casas después de saquearlas”.

-Cuando al fin retorna a Canarias, también tuvo que afrontar retos nada sencillos…
“Efectivamente. Nos tocó nada menos que la profesionalización del Ejército y la incorporación de la mujer, con lo que ello supuso de adaptación de los cuarteles y demás. Se esperaba por una parte que habría dos tipos de militares, unos los profesionales y otros los de reclutamiento forzoso, pero no fue así. Como también se creía en la calle que la llegada de las mujeres iba a ser un fracaso pero nosotros sabíamos que no porque cuanta más educación se tiene más se respeta a una mujer. Y en el Ejército la gente estaba muy bien educada”.

-El literato que llevaba dentro surge cuando pasa a la reserva y tiene más tiempo libre, claro.
“Efectivamente. Y también porque tuve la ocasión de conocer a personas maravillosas como Luis Cola Benítez, el general Tous, Sebastián Matías…”.

-Y en su vida se cruza la Tertulia Amigos del 25 de Julio…
“Exacto. Ya de jefe de Estado Mayor en Canarias pude asistir a una reunión de la Tertulia a la que me llevó el teniente general Ripoll, y recuerdo que hablaron sobre lo que pensaban hacer para el 97 [bicentenario de la Gesta], y al salir me pidió mi opinión el teniente general y respondí que me habían parecido unos tíos cojonudos, con perdón de la expresión, pero no creía que pudieran hacer todo lo que pensaban. ¡Y sin embargo lo hicieron! El otro día me decía el capitán general que todo aquello [los actos de homenaje de este año] es gracias a la Tertulia, y tiene razón. Luego surgió otra rama, que son los recreadores y que nos llevamos fraternalmente y apoyándonos mutuamente”.

-Quisiera hacerle dos preguntas clave sobre la Gesta del 25 de Julio que se hace mucha gente. La primera es: ¿Nelson vino a saquear la ciudad o a conquistarla?
“[Sonríe] Esta misma semana un ilustre tinerfeño defendía públicamente que Nelson no vino a conquistar la Isla, pero se equivoca. Nuestro actual director, Luis García Rebollo, ha recopilado una conferencia mía en la que recuerdo que a finales del siglo XVIII Inglaterra acababa de sufrir la independencia de sus colonias americanas, por lo que volcó todos sus esfuerzos hacia África y, sobre todo, hacia la joya de su Corona, que era la India. Buscaban un camino que ya tenían asegurado en su primera etapa con Portugal, tradicional aliado, como también tenían bases en Nigeria y le acababan de quitar a los holandeses El Cabo… Tienen todo el camino excepto la etapa entre Lisboa y Nigeria”.

-O sea, Canarias.
“Exacto. Y se le presenta la ocasión con lo del Cabo de San Vicente, donde nuestra Armada sale derrotada y se refugia en Cádiz. Allí los ingleses bloquean nuestra flota. Además del beneficio de tomar Canarias, ello supone (en expresión de Luis García Rebollo) cortarle el cuello al Imperio español, que tenía su cabeza en Europa y su cuerpo en América, además de Filipinas. Pero el lazo de unión, el cordón umbilical, era Canarias. Y como en el cuerpo pasa con la yugular, Canarias era donde podían asestar un golpe definitivo. Por eso vino Drake, Jennings y luego Nelson”.

-¿Hay constancia de esos planes por parte de fuentes inglesas?
“En abril, Nelson le escribe a Jervis [su superior] anunciando que le iban a dar un golpe que textualmente arruinará a España y le pide que le envíe otros 3.700 hombres que estaban en Lisboa. Y cuando Jervis le da el visto bueno, Nelson le pregunta si debe limitar la acción a Tenerife o la extendía también a Gran Canaria. La respuesta no puede ser más clara: Y a La Palma, La Gomera, El Hierro, Fuerteventura y Lanzarote. Los ingleses vinieron a por todas, no le quepa la menor duda”.

-La otra pregunta es ¿a qué héroe español destacaría de la Gesta?
“[Responde sin dudarlo] Grandy. Era teniente de las milicias, y luego también jugó su papel en las primera Constitución. Pero Grandy era un personaje que algo tendría porque lo adscribieron al cuerpo de artilleros y en la tarde del 22 al 23 de julio estaba en el castillo de San Cristóbal y se percata de que los cañones no cubrían una playa situada al borde de la Alameda que era ideal para un desembarco, pero había la creencia de que el enemigo siempre venía de frente y ya lo habían intentado por Paso Alto y El Bufadero. Grandy pide permiso, que le conceden, y abre una tronera en una operación cargada de ingenio para lograr que el cañón dispare hacia el sitio correcto, lo que consiguen gracias a un herrero en la noche del 23 al 24. La tradición dice que allí se emplazó El Tigre. Pero hay más. En la noche del 25, los ingleses llegan a tierra en una zona donde había siete cañones cuyos artilleros huyen despavoridos e inutilizan cinco. Mientras el invasor penetra y combate en la ciudad, es de nuevo Grandy con ocho artilleros y un herrero el que logra recuperar los siete cañoñes y volver a ponerlos en funcionamiento, de tal modo que, cuando de madrugada llega otra oleada de lanchas inglesas, hunden dos y rocían con metralla a las demás con los efectos que podrán imaginar”.

TE PUEDE INTERESAR