No se sabe, ni él mismo lo sabe, si Paco González Yanes (Puerto de la Cruz, 1948) es más canario o más venezolano. Acaba de llegar de Caracas y dice que no tenía ganas de regresar a la Isla. Pero ahora reside aquí, así que no tuvo otro remedio que volver. Estuvo 50 años en Venezuela y tiene 77. Primero emigró con cuatro años, vino con diez, si no me equivoco, y luego ya se fue a vivir allá. En Venezuela se casó con Margarita, su mujer, de origen canario. Allá tuvieron a sus tres hijos: Gabriela, José Luis y Francisco; y a Caracas se habían ido sus hermanos, mayores que él, que montaron la mejor fábrica de frenos para automoción de América Latina: Mamusa. Ellos son Salvita, Manuel, Antonio, Rafael y Domingo González Yanes. No sólo eso, también fundaron un banco e invirtieron en docenas de empresas. Paco, al que siempre le gustó el mundo de la aviación, compró una línea aérea –Santa Bárbara–que un día fue la compañía de bandera venezolana, con varios vuelos al extranjero, y también una compañía de tercer nivel dentro del país. Luego compitió con Binter con Islas Airways, empresa canaria de aviación regional, que más tarde le vendió a Miguel Concepción “que cumplió escrupulosamente su compromiso conmigo”, me dice. Todos formaron sus familias en Venezuela. Sus hermanos y él son una piña. Salvita, su hermana mayor, falleció hace unos años en Tenerife. Paco González Yanes es un empresario en toda la extensión de la palabra.
-¿Cómo se vive hoy en Venezuela?
“Pues como siempre ha ocurrido, y como ocurre en todos los países del mundo, unos viven mejor que otros. Pero, con moderación, se puede invertir y se puede ganar dinero”.
-Has colocado tu bodega, El Sitio, en el “top” de los vinos canarios. ¿Cómo se consigue eso?
“Invirtiendo con cabeza e ilusión y con un buen enólogo. Yo compré una finca en Tacoronte y fabriqué una pequeña bodega boutique que vende todo el vino que produce: aquí, en la España peninsular y hasta una pequeña parte en Estados Unidos. Será porque es bueno”.
-Una vez te dio por fabricar puros.
“Bueno, patenté una marca, porque mis antepasados cubanos eran tabaqueros, pero no es lo mío seguramente”.
-¿No te animas a repetir?
“Acabo de inscribir la marca Cañaveral para fabricar para Europa”.
-El mismo nombre que tu famoso ron, que está en todos lados.
“Todavía no está en todos lados, aunque tenemos una buena distribución para Canarias ahora. El ron es excelente, es verdad. Hemos construido una destilería cerca de la fábrica, tan famosa, que comercializa el famoso ron Santa Teresa. La colaboración con ellos es magnífica, en el terreno de las relaciones empresariales. Tanto la botella estándar como la de lujo de Cañaveral han tenido una magnífica aceptación”.
-Las botellas son un lujazo.
“Así cuestan. Son piezas de colección, sobre todo la del modelo reserva”.
-¿Son ya líderes en Venezuela?
“No, todavía no. Hay muy buenas marcas de ron en aquel país. Pero estoy contento con las ventas en Venezuela y en Canarias. Y abrimos nuevos mercados”.
-¿Y quién está al frente de la fábrica?
“Mis dos hijos varones, José Luis y Francisco, que viven en Caracas. Gabriela reside con su familia en los Estados Unidos. Date cuenta de que el país de mis tres hijos es Venezuela. Ellos nacieron allí y quieren a Venezuela con locura. No desean vivir en otro lado y, además, ¿por qué se tienen que marchar si tienen allí sus negocios y sus familias?”.
-¿Por qué te cansaste de la aviación?
“Mira, los tiempos cambian. Con Santa Bárbara tuve mala suerte al final. Quien la compró me debe mucho dinero. Y con Islas Airways, se dice que pueblo chico infierno grande. Y me pusieron demasiadas zancadillas. Conste que no le guardo rencor a nadie. La aviación funciona mucho con los ciclos económicos. Los aviones envejecen pronto, hay competencia y las inversiones han de ser muy ponderadas, porque si no se te va todo de las manos”.
-¿Tú eres de los que siguen creyendo que Venezuela es la octava isla, como creo que la definió el periodista José Padrón Machín?
“Sí, es una prolongación de Canarias, o Canarias es una prolongación de Venezuela. Tú lo sabes bien, porque has estado allí docenas de veces. Yo voy en el coche por Caracas y puedo pensar que estoy en Tenerife y al revés. Somos hermanos”.
-Desde luego, a mí me tira mucho Venezuela, Paco. Un día la consideré mi segundo país.
“Tiene magia aquella tierra. Y el que trabaja e invierte con cabeza sale adelante. Vamos a ver, los tiempos han cambiado y las circunstancias también, pero Venezuela sigue siendo un país con grandes posibilidades”.
-¿Te apetece hablar de política venezolana?
“Ni de política venezolana, ni de política española. Ya hay demasiada gente que habla de política”.
-Una vez vi en el zaguán de una casa en El Hierro un mosaico que decía: “Gracias, Venezuela”.
“Ahí viviría entonces un canario agradecido, que pudo mandar para acá las perritas para fabricar una buena casa a sus padres, una casa que el emigrante canario ocupó a su vuelta. Es la ley del canario de la diáspora, del canario que ayudó a construir un gran país”.
-Tienes fama de conciliador.
“¿Y para qué andarte peleando con todo el mundo? La paz es la mejor conquista del hombre, así que vivamos en paz y dejemos vivir a los demás”.
-¿Cómo es ahora la economía venezolana? Yo le he perdido la pista.
“Como en casi toda América Latina, la economía está dolarizada. Y el cambio del bolívar con el dólar fluctúa mucho. Normalmente, las operaciones se hacían en dólares, pero ahora han vuelto a hacerse en bolívares. Pero mañana pueden volverse a realizar en dólares. El patrón económico es muy cambiante”.
-Y eso invita a la picaresca, el célebre mercado negro.
“Sí, pero así son las cosas. Lecciones de economía a estas alturas son difíciles de dar”.
-¿Tus amigos están en Venezuela?
“Tengo muchos amigos, aquí y allá. Aquí quedamos algunos, cada vez menos, del colegio, de correrías juveniles. Allá son amigos más de la juventud diríamos más madura, de los negocios, de los tragos, de las empresas. A todos los recuerdo con mucho cariño”.
-¿Qué fue del Banco Canarias de Venezuela?
“Logramos entre todos un buen banco, cuyo presidente fue mi hermano Rafael, que ahora vive en el Puerto de la Cruz y que hizo una labor extraordinaria. Ayudamos a muchos isleños desde el banco, que realizó también una interesante labor cultural. Luego lo vendimos y terminaron liquidándolo, pero no me preguntes los motivos porque no los sé. Nosotros ya estábamos desvinculados del negocio bancario”.
-¿Cómo son ahora las relaciones entre las islas y Venezuela, a nivel oficial?
“Ya no las sigo de cerca, la verdad. Supongo que correctas, como deben ser las cosas”.
-Se habla mucho de los emprendedores. ¿El éxito depende siempre de ser un emprendedor? ¿Con qué condiciones?
“Con la prudencia y con saber adaptarse a los tiempos. La economía cambia mucho y es preciso acertar en la inversión. Hombre, Venezuela tiene la ventaja de que los costes de personal son muy inferiores a los de Europa y Estados Unidos. Pero en mi reciente viaje noté que en Caracas la vida está igual de cara que en Tenerife, por ejemplo. O incluso algo más cara”.
-Volvamos al ron. ¿Qué pretendes con la marca Cañaveral?
“Competir con los mejores, porque es un producto excepcional. Si lo logramos con el vino, ¿por qué no con el ron? Y si vendemos el ron en Venezuela por miles de botellas, y esa sí que es una tierra de consumo de ron, ¿por qué no en Canarias, que también lo es?”.
-Dice Juan-Manuel García Ramos que nunca probó un ron tan bueno.
“Pues ahí tienes una opinión autorizada. Juan-Manuel nunca miente”.
-Oye, que yo también lo digo.
“No vale, los periodistas mienten más”.
-En eso tienes razón. ¿No estarás pensando en volver a vivir en Venezuela?
“No, ya estuve 50 años en ese gran país. Y hace un par de años sentí que debía regresar a mi tierra, donde tengo también cosas que defender y nuevas empresas que dirigir. No hay nada como ir un fin de semana a la bodega de Tacoronte, echarte unas perras de vino con los amigos y comerte unas lonchas de jamón serrano. O regalarte una buena siesta en la casita que tengo allí. Eso no se paga con nada”.
-Es imposible que te estés quieto.
“Sí, es imposible. Cuando estás acostumbrado a trabajar no puedes dejarlo, por mucho que vayas sintiendo el peso de los años”.
-¿Todavía vive tu famoso chófer llamado Supermán?
“Claro, y trabaja con mis hijos en Caracas. Ya sabes la historia: cuando nació, su padre lo fue a inscribir, borracho, y no sabía qué nombre ponerle, No atinaba. Entonces el funcionario del registro lo inscribió como Supermán y así figura en su cédula. La gente no se lo cree cuando la enseña. Imagínate que un policía de tráfico te para, te pide el carné y lee que te llamas Supermán. Le da un infarto”.
-Suerte con tus nuevas inversiones, amigo.





