En la remota región preincaica del noroeste de Perú un grupo de arqueólogos en un enigmático culto al agua floreció hace alrededor de 3.800 años, una devoción que no resulta difícil de comprender si se considera la geografía de la zona. A pesar de estar enclavada en los Andes, esta región también abarca extensas áreas de desierto, lo que convierte al agua proveniente de las montañas en un recurso vital para la supervivencia de las antiguas civilizaciones. Este contexto natural fue suficiente para dar origen a un culto cuyo descubrimiento reciente ha arrojado nueva luz sobre las prácticas funerarias y rituales de aquellos tiempos.
Arqueólogos han descubierto cuatro restos óseos en el Templo Queneto 2, situado en el sitio arqueológico de Queneto, que datan del período Formativo Temprano, entre 1800 y 900 a.C.
Los cuerpos, pertenecientes a dos niños, un adolescente y un adulto, fueron hallados en posiciones cuidadosamente orientadas hacia las montañas, lo que refuerza la idea de un culto profundamente arraigado al agua. Según la Universidad Nacional de Trujillo, esta orientación de los cuerpos parece indicar una forma de reverencia hacia las montañas, fuente primaria de agua y, por tanto, de vida para los antiguos habitantes del valle de Virú.
El descubrimiento, realizado por un equipo de arqueólogos peruanos, ha sido considerado un hallazgo significativo, pues el templo donde se encontraron los restos ya era conocido por su relación con el culto al agua. La ubicación de los cuerpos en una disposición que sugiere postración ante las montañas añade peso a la teoría de que los antiguos pobladores no solo percibían el agua como un recurso material, sino también espiritual. Los arqueólogos creen que estas prácticas reflejan un profundo respeto y una concepción religiosa en la que el agua desempeñaba un papel central en la cosmovisión de la comunidad.
Los arqueólogos creen que pueden ser de una civilización olvidada
Los arqueólogos también encontraron en el área de enterramiento diversos bienes funerarios, como colgantes de piedra y conchas de caracoles, objetos que han sido previamente asociados con los grupos de la región. Asimismo, se hallaron fragmentos de cerámica esparcidos por todo el sitio, lo que proporciona más evidencia sobre las prácticas culturales de aquellos tiempos. Los arqueólogos consideran que estos objetos funerarios ofrecen una visión más completa de las creencias y rituales de las personas que vivieron en la región hace miles de años.
El sitio del Templo Queneto 2 está ubicado en el valle de Virú, una región arqueológica de gran relevancia en Perú debido a su riqueza en evidencia de antiguas civilizaciones.
Los arqueólogos destacan que el hallazgo reciente abarca solo el 1% del área total del enorme sitio arqueológico, lo que sugiere que aún queda mucho por descubrir sobre esta cultura que existió antes del ascenso del poderoso Imperio Inca. Este descubrimiento proporciona una oportunidad invaluable para ampliar el conocimiento sobre una época de la que se dispone de relativamente poca información, especialmente en lo que respecta a los rituales funerarios y el culto al agua.
La arquitectura del templo descubierto también ofrece pistas importantes sobre la sociedad que lo construyó. El templo presenta paredes de adoquines y yeso de arcilla con esquinas curvas, una característica que, según los arqueólogos, es distintiva de la arquitectura del período Formativo Temprano.
Los arqueólogos siguen investigando las ruinas en busca de más restos óseos
“Estos ambientes, caracterizados por esquinas curvas, muestran una arquitectura única del periodo Formativo Temprano”, explicó Castillo Luján, profesor de la Escuela Profesional de Arqueología de la Universidad Nacional de Trujillo.
Los arqueólogos sostienen que esta particularidad arquitectónica, junto con los fragmentos de cerámica encontrados, es comparable a los hallazgos en otros asentamientos contemporáneos como Gramalote en el Valle de Moche y Huaca Negra cerca de la costa del Valle de Virú.
Este hallazgo refuerza la idea de que las civilizaciones preincaicas del valle de Virú tenían un profundo conocimiento de la construcción y el uso de materiales locales, como la cerámica, que también emplearon en sus edificaciones. Los arqueólogos destacan que las personas de esta región fueron precursoras en la construcción de grandes edificios, incluyendo algunas de las primeras pirámides de la zona, lo que evidencia una sofisticación cultural y técnica considerable.
El descubrimiento de estos restos y objetos funerarios es más que un hallazgo arqueológico; es una ventana a la vida espiritual y cotidiana de una sociedad que veneraba al agua como fuente de vida y prosperidad.
Los arqueólogos esperan que el gobierno peruano reconozca la importancia de este y otros descubrimientos recientes en el área y que se tomen medidas para promover el Valle de Virú como un destino de turismo cultural y un símbolo de la identidad peruana. Este esfuerzo podría ayudar a preservar y destacar la rica historia preincaica de la región, que todavía tiene mucho que revelar.
Arqueólogos continúan trabajando en el sitio, conscientes de que apenas han comenzado a rascar la superficie de lo que podría ser uno de los descubrimientos más significativos en la arqueología peruana en años recientes. Con cada hallazgo, los arqueólogos se acercan más a comprender la complejidad de las creencias y prácticas de los antiguos habitantes del valle de Virú. Estos descubrimientos también destacan la importancia de la arqueología en la preservación y comprensión del patrimonio cultural, no solo de Perú, sino del mundo entero.