Nada más subirse al taxi los cuatro jóvenes veinteañeros que reclamaron su servicio a primera hora del pasado lunes, Pedro ya intuyó que aquella carrera no saldría bien. Acababa de recoger a dos varones y dos mujeres “de acento canario”, junto a la sede del PSOE en San Isidro, en el municipio de Granadilla de Abona.
Al entrar al vehículo le pidió a uno de ellos que se pusiera la mascarilla, a lo que este le respondió que eso no era problema suyo. “Ahí ya sentí que venían a fastidiarme”, presagió. Primero pidieron que les llevara a Adeje y poco después que se desviara a la altura de San Eugenio, donde le exigieron que se detuviera en la avenida de Europa. Una vez allí, se bajaron del coche y le dijeron que no le pagarían.
Pedro, de 53 años y de complexión fuerte, también descendió del vehículo y les recriminó su actitud. “Súbete al coche y lárgate o te damos una paliza”, fue la respuesta que encontró. “Me empezaron a insultar, le dieron una patada al maletero y se me vinieron encima. Me enzarcé con uno, pero de repente el otro, que había saltado un muro, volvió y me golpeó con una piedra en el hombro. Me tumbaron al suelo y a partir de ahí empezaron a patearme la cabeza y las costillas. Yo solo trataba de cubrirme la cara. Me van a reventar, pensaba”, relató ayer a DIARIO DE AVISOS. En ese momento las chicas habían desaparecido del lugar.
Por suerte para la víctima, varios vecinos sobresaltados por el escándalo comenzaron a gritar “déjenlo, déjenlo”. En ese momento uno de los agresores gritó “vámonos”, explicó Pedro, que se levantó como pudo y se metió en el taxi. Sangraba por la nariz a causa de las patadas y tenía el cuerpo molido a golpes. “Llamé a la central para explicarles lo que me había pasado y me fui a la Clínica San Eugenio”. Allí fue atendido de las contusiones, que le produjeron una “desviación del tabique nasal y varios traumatismos en la cabeza”.
24 horas después de la agresión, Pedro, casado y con un hijo, se recuperaba ayer de las lesiones en su domicilio. “Al salir de la clínica me levanté la camisa y no sé cómo no me rompieron las costillas, todavía tengo las marcas de las patadas”.
Pese a todo, este profesional del volante dedicado a esta actividad desde hace nueve años, emigrante de Colombia en busca de una vida mejor en Canarias, cree que la suerte estuvo de su lado.
“Gracias a Dios, los gritos de los vecinos evitaron que me dieran un golpe que podía haber sido mortal, porque no paraban de darme patadas en la cabeza y por todo el cuerpo”, explicó Pedro, que se define como una “persona fuerte, que se cuida y hace deporte”, lo que le hace pensar que “si esto le pasa a otro compañero, igual no lo cuenta”.
Nada más salir de la clínica, el hombre presentó denuncia en comisaría. La noche del lunes confiesa que no pudo dormir. “No le dejaba de dar vueltas a lo que me podía haber pasado y qué hubiera sido de mi mujer y mi hijo. Y todo por una carrera de 27 euros. ¡Pero, si los hubiera llevado igual si me dicen que no tienen dinero!