Se llamaba Próspero Casola, de Lombardía. Llegó a Canarias en 1565 y vivió cien años hasta su muerte en Las Palmas de Gran Canaria. Este ingeniero fue el cerebro gris que metió a viaje a holandeses e ingleses en las islas. Relata Juan Carrillo de Albornoz y Galbeño que fue directivo de la Academia de Matemáticas de Madrid, fundada por Felipe II, y dirigida por Juan de Herrera, junto a Leonardo Torriani y Gaspar Ruiz.
Fue discípulo de los ingenieros Tiburcio Espanochi y Leonardo Torriani. Acompañó a este último en su viaje a Canarias, colaborando estrechamente. Al llegar el capitán general don Luis de la Cueva y Benavides a las islas, que estaba como una verdadera cabra y colocó a un hijo suyo con 17 años a dirigir la defensa de las islas, comenzó a ascender en su carrera profesional de ingeniero con cierta rapidez.
Cuando Torriani fue llamado a la Península en 1592, se quedó en las Canarias como ingeniero principal, teniendo a su cargo las obras de fortificación del archipiélago. Fue el primer ingeniero que se integró totalmente en las islas, ya que, además de casarse con una canaria, se mantuvo en ellas hasta su muerte. En 1594 estaba trabajando en la fortificación de la iglesia de San Juan Bautista de la ciudad de Telde (Gran Canaria), enviando a la corte la planta de la obra resultante.
Próspero Casola podría ser considerado un avanzado de su época. Su vida ha sido estudiada por los profesores canarios Manuel Lobo y Fernando Bruquetas. Al igual que su maestro, se consideraba, además de ingeniero, historiador, geógrafo y arquitecto militar, de forma que, en 1595 remitía a la corte una larga memoria sobre la defensa de las islas, la descripción de cada una de las islas acompañada de un mapa general de la región y un mapa particular de cada una de ellas, el estudio de las costas con sus correspondientes mapas (dos de Gran Canaria, tres de Tenerife, dos de La Palma y uno de Lanzarote) y de las fortificaciones, con nueve planos (cuatro de Las Palmas, uno de La Gomera, tres de Santa Cruz de La Palma y uno de Lanzarote). En total, veintisiete mapas.
En ese mismo año de 1595, el día 7 de octubre, realizaba las trazas para reformar el castillo “principal de la isla de Gran Canaria” o castillo de la Luz en la ciudad de Las Palmas. Siempre en 1595, el 25 de octubre, intervino en la defensa de la ciudad, atacada por el pirata inglés Francis Drake, enviando a Felipe II de inmediato un memorial acompañado de un plano de la ciudad, en el que explicaba las diversas fases del citado ataque. En el plano, dibujado a plumilla, situaba a la escuadra inglesa, la posición de las lanchas de desembarco y las costas y defensas de la ciudad. Con el informe remitía una nueva memoria sobre la isla de Fuerteventura.
Unos años después, en 1599, volvía a levantar un plano de Las Palmas, Planta del sitio de Canarias, con sus alrededores para detallar un nuevo ataque a la ciudad, del 25 de junio al 8 de julio de ese último año. En esta ocasión, se trataba de una flota holandesa mandada por el pirata Pieter Van der Does y en el que de nuevo Casola intervino valerosamente en la defensa, realizando fortificaciones de campaña.
En ese aspecto, en los años sucesivos remitiría a la corte numerosos informes, insistiendo en la necesidad de aumentar las fortificaciones de las islas Canarias. Esto, a pesar de que en 1600 el Consejo de Guerra (que entendía de la construcción de fortificaciones) le ordenara reparar el castillo del puerto de La Luz y el torreón de Santa Ana, así como ejecutar la construcción del castillo de San Francisco (todo ello en la capital de Gran Canaria) y meses más tarde, la fortificación de todas las islas. Todo ello, Casola lo consideró totalmente insuficiente, y de ahí sus informes. En este sentido, en 1635 levantaba, además, un plano de San Sebastián de la Gomera, que incluía la Torre del Conde y el proyecto para el castillo.
Además de ingeniero, Casola ejerció los oficios de «contador de la gente de guerra de Canarias», y en 1637 fue nombrado «contador de la gente de guerra de Portugal», igualmente. Por otro lado, reunía las características propias de un hombre del Renacimiento, combinando las facetas del técnico, experto en tácticas y estrategias militares, con amplios conocimientos matemáticos, con las del escritor inquisitivo y literario, desplegando una gran erudición histórica, unida a la ciencia de la geografía y la composición de los materiales.
Escritor incansable, divagaba con el mismo interés sobre aspectos de la geometría de Euclides que sobre fenómenos astronómicos con el paso de un cometa o indagaba en la historia genealógica de la casa de Habsburgo. Fue un intelectual consumado que se radicó en Las Palmas por amor a Canarias y fidelidad a la Corona. Fue, finalmente, regidor de Gran Canaria, desde el 3 de abril de 1610 a 1648.