Un drama familiar y el colapso histórico y político de un régimen. Así podrían resumirse de una manera contundente las últimas semanas de la familia Morales, que pelea contra el coronavirus sin cesar, contra el hambre y las dificultades cada vez más acuciantes del sistema sanitario cubano. Resulta lejana la idea del sistema sanitario modelo, público y de alta complejidad: los cubanos no pueden ni siquiera contar con una transfusión de sangre si la necesitan.
Raquel se hizo tristemente conocida la semana pasada, cuando publicó un video en el que relataba con desesperación las dificultades para conseguir la leche que necesitaba su pequeña nieta, de dos meses de edad. Ella, que durante 27 años fue presidenta de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), conmovió a las redes sociales tras revelar su frustración con el régimen comunista en la isla.
“Cuba, escúchame, y que me escuche el mundo. Yo era una comemierda que creía en esto”, declaró la mujer, que hizo su descargo a través de una transmisión en Facebook desde la cuenta de su hijo Sergio.
“Mi mamá, la del video, está con COVID-19. Mi abuelo internado, también con COVID. Mi abuela muerta el pasado domingo. Estoy convencido de que se contagiaron en el hospital”.
La mujer fallecida tenía 83 años y era la madre de Raquel; ella misma había denunciado la semana pasada que estaba “muriéndose en la Benéfica (Hospital Miguel Enríquez, en La Habana) por falta de sangre, de medicamentos”, y había advertido que uno de los médicos le dijo que su madre, de 83 años, ya tenía edad para morir. A la luz de lo sucedido, la denuncia desesperada de Raquel en ese video de Facebook se magnifica.
“Tanto mi mamá como mi hermana son pacientes de Lupus, por eso mi hermana no puede dar el pecho a su pequeña bebé, y necesita la leche especial”. Sergio se refiere al pedido desesperado de su madre, que motivó la grabación del video viral. “De estúpida llamé al gobierno para que me autorizaran la venta de leche en la lechería y el gobierno me contestó que le diera la leche aguada”, es la frase que aún retumba del crudo relato de la mujer.
Ahora, Sergio y su esposa Jaqueline aguardan con angustia que transcurran los 5 días para hacerse un test de PCR, debido a la abuela se murió en los brazos de ella, el domingo pasado.
“Lo que estamos viviendo, sufriendo, es una pesadilla”, dice entre lágrimas. “Y del otro lado simplemente nos acusan de que nos financia el imperialismo, sólo porque queremos contarle al mundo lo que está pasado”. Y agrega: “No se cómo todavía no tengo la gente de Seguridad del Estado en mi casa por estar hablando contigo”.
Su relato, más eufórico que el de su marido, refleja la desesperación de quien vio el horror en primera persona: “Toda esta pesadilla comenzó con una anemia de la abuela, por la que durante dos meses la estuvimos llevando regularmente al hospital, que está colapsado, los médicos allí no tienen nada”.
La abuela necesitaba una transfusión de sangre, que los médicos no le podían dar por falta de insumos. “Me decían que la poca que había, estaba reservada para gente joven, no para alguien como ella”. Después de mover cielo y tierra, la familia logró conseguir que un amigo haga una donación de sangre para su abuela.
“Ese viernes, después de la transfusión, deciden dejarla internada para hacerle chequeos de corazón. Pero nueve días después los chequeos no estaban hechos. Nunca apareció ningún cardiólogo”, continuó.
“Hice un escándalo para que me den una respuesta, porque ella estaba muriéndose, era obvio. Yo no soy médica pero la veía muy mal. Y después de ese escándalo, cuando finalmente logro hablar con un médico, me entero que tenía COVID”.
Uno de los requisitos para la internación es contar con un PCR negativo, así que Sergio y Jacqueline están seguros que su abuela se contagió en el hospital, y como consecuencia de eso falleció. “Se contagió ella y otra viejecita que estaba en la cama contigua”, afirmó Jaqueline.
La mujer y su marido, que están sufriendo en carne propia el descalabro sanitario en la isla mientras rezan por Raquel y su marido, actualmente internados, desconfían de las cifras del Gobierno sobre el desarrollo de la pandemia en Cuba.
“No creo que las cifras oficiales de coronavirus sean verdaderas, no me lo contaron, lo se. Tengo dos familiares que murieron por coronavirus, una es una prima y otra mi abuela, de la que te conté antes. En ninguno de los dos casos los certificados de defunción dicen que murieron por COVID. En el acta de defunción de nuestra abuela pusieron bronconeumonía”.
El relato, estremecedor, podría ser la punta del ovillo de una historia más grande, y más dramática, sobre lo que viven los cubanos en la actualidad.