En 1991, en los majestuosos Alpes, un grupo de excursionistas desenterró un misterio ancestral. Los restos momificados de Ötzi, apodado «el Hombre de Hielo», emergieron de un glaciar en proceso de deshielo. Un descubrimiento que desenterró más preguntas que respuestas: ¿cómo murió?, ¿qué historia guardaba su genoma?
El relato de Ötzi, ahora profundamente enterrado en los libros de historia, comenzó con una punta de flecha clavada en su hombro. Los análisis genéticos de 2012 revelaron que este antiguo ser humano tenía ojos marrones, sangre tipo O y padecía obstrucciones arteriales, la enfermedad de Lyme e intolerancia a la lactosa. El pasado de Ötzi fue desvelado: descendía de pastores esteparios que migraron de Europa oriental a su morada alpina hace casi 5.000 años.
Pero los enigmas históricos son como rompecabezas en constante evolución. Un reciente estudio publicado en la revista Cell Genomics ha cuestionado esta narrativa previa. La nueva mirada a su genoma revela que Ötzi tiene más vínculos con los primeros agricultores que emigraron de Anatolia hace 8.000 años. Los análisis anteriores parecen haber sido contaminados por el ADN moderno, conduciendo a malentendidos en su ancestralidad.
Los científicos han dedicado tres décadas a desvelar la vida de Ötzi en la Edad del Cobre. Se han sumergido en su genoma, esqueleto, tatuajes, incluso los microbios que poblaron su intestino. En 2016, la secuenciación del ADN reveló que su ropa provenía de ganado domesticado, y que su sombrero era piel de oso pardo. Un acercamiento en 2018 a sus herramientas brindó información sobre su estilo de vida y las conexiones comerciales entre distantes comunidades alpinas.
La investigación en 2018 también indagó en su última comida, una dieta montañera de ciervo rojo, cabra salvaje y trigo einkorn integral, aunque posiblemente incluyó helechos tóxicos de manera accidental. La historia convencional relata que Ötzi huyó de un ataque, muriendo congelado en un barranco. Su cuerpo y pertenencias quedaron congelados bajo un glaciar en movimiento durante más de 5.000 años. Sin embargo, las nuevas teorías sugieren que pudo haber muerto en otro lugar y luego los cambios medioambientales transportaron gradualmente sus restos al barranco. La conservación de Ötzi también podría no ser tan excepcional como se creía, ya que se especula que sus restos se descongelaron y volvieron a congelarse varias veces durante los primeros 1.500 años tras su muerte.
Los análisis genómicos posteriores a 2012 revelaron una sorprendente ascendencia diferente. Se detectó un 10% de contaminación por ADN moderno en los datos originales, lo que hizo que los antepasados de Ötzi aparecieran erróneamente como pastores esteparios. Los agricultores de Anatolia realmente constituían el 90% de su ascendencia, mientras que los cazadores-recolectores formaban el 10% restante.
Los estudios anteriores solían representar a Ötzi con cabello largo y espeso, pero el nuevo análisis genético sugiere una calvicie de patrón masculino. También revela un tono de piel más oscuro que lo retratado, lo que plantea una imagen más precisa de su apariencia original.
Aunque el análisis genómico ofrece una ventana a su pasado, los autores reconocen sus limitaciones. Un solo individuo no puede contar toda la historia de una región. A pesar de esto, el análisis directo del cadáver ratifica muchas de las predicciones obtenidas del genoma.
El relato de Ötzi, el Hombre de Hielo, sigue transformándose. Cada hallazgo, cada nueva mirada al pasado, añade un matiz más completo a la imagen de este antiguo viajero del tiempo. Un ser humano que, incluso después de siglos, nos desafía a descubrir su historia en los confines del hielo y el tiempo.