La luna, nuestro vecino celeste más cercano, es un lugar conocido por su aparente tranquilidad y ausencia de actividad geológica evidente durante más de 2.500 millones de años. Sin embargo, bajo su apariencia serena, todavía ocurren fenómenos sísmicos, conocidos como terremotos lunares, que son provocados principalmente por drásticas variaciones de temperatura en su superficie. A pesar de que la luna carece de atmósfera, lo que significa que no tiene aislante térmico, las oscilaciones extremas de temperatura contribuyen a estos eventos.
La temperatura en la luna oscila desde los abrasadores 121 °C (250 °F) durante el día lunar hasta los glaciales -97 °C (-208 °F) durante la noche. Estos cambios extremos de temperatura hacen que la superficie lunar se expanda cuando se calienta y se contraiga cuando se enfría. Esta expansión y contracción constante de la superficie lunar genera tensiones que, eventualmente, se liberan en forma de pequeños temblores o terremotos. A pesar de que estos terremotos lunares son relativamente pequeños y no serían perceptibles para un observador humano en la superficie lunar, su estudio arroja luz sobre la geología de nuestro satélite natural.
La investigación sobre los terremotos lunares se remonta a la misión Apolo 17 de la NASA en 1972. Durante esta misión, se instalaron tres sismómetros en la superficie lunar para medir y registrar estos eventos. Estos instrumentos proporcionaron valiosos datos sobre la actividad sísmica lunar durante un período de ocho meses, desde octubre de 1976 hasta mayo de 1977. Sin embargo, estos datos permanecieron prácticamente inexplorados durante décadas hasta que un equipo de científicos del Instituto de Tecnología de California (Caltech) decidió reexaminarlos utilizando técnicas de aprendizaje automático modernas.
Lo que encontraron fue sorprendente. Si bien ya se sabía que los terremotos lunares estaban relacionados con las variaciones de temperatura, el equipo de Caltech descubrió que estos eventos ocurrían con una precisión notable, coincidiendo con la salida y la puesta del sol en la luna. Esto esencialmente convierte a los terremotos lunares en lo que podríamos llamar «despertadores lunares naturales».
Sin embargo, la investigación reveló aún más. Se descubrió que los temblores sísmicos matutinos eran diferentes de los terremotos lunares térmicos típicos que se producen por la expansión y contracción de la superficie lunar. En lugar de ser eventos geológicos, estos temblores matutinos eran causados por el propio módulo de aterrizaje lunar de la misión Apolo 17.
La explicación detrás de este fenómeno es que, a medida que el módulo de aterrizaje lunar se calentaba y expandía bajo la luz del sol, generaba vibraciones que eran detectadas por los sismómetros. Estas vibraciones se producían en intervalos regulares cada mañana lunar, y su regularidad y repetición fueron sorprendentes para los investigadores.
Este descubrimiento, aunque puede parecer anecdótico, tiene implicaciones significativas para futuras misiones a la luna. La NASA tiene planes de regresar astronautas a la luna y establecer una base lunar en el futuro, y comprender la actividad sísmica de la luna es crucial para diseñar y construir infraestructuras seguras. Aunque los terremotos lunares térmicos son demasiado pequeños para ser sentidos por aquellos que se encuentren en la superficie lunar, su efecto acumulativo a lo largo del tiempo puede tener un impacto en estructuras y equipos. El módulo de aterrizaje lunar del Apolo 17, al generar estas vibraciones matutinas, proporciona una lección valiosa sobre cómo las variaciones de temperatura y la expansión y contracción de los materiales deben tenerse en cuenta en futuros proyectos lunares.
Además, el estudio de terremotos, tanto en la Tierra como en la luna, es fundamental para comprender la composición y las características del subsuelo. Las ondas sísmicas se comportan de manera diferente en diferentes tipos de materiales, lo que permite a los científicos mapear la estructura y la composición del interior lunar. Esta información es valiosa no solo desde una perspectiva científica, sino también para futuras misiones de exploración y posibles esfuerzos de extracción de recursos en la luna.