El reloj marca las 19:14 horas. Un termómetro de la acera de enfrente refleja que hace 32 grados. Está a la sombra. El verano está dando sus últimos coletazos y las calles de Marbella (Málaga) están repletas de gente. Me bajo del coche y llamo a Estíbaliz, la mujer del empresario que dejó una propina de 4.000 euros en el chiringuito Playa Padre de esta localidad.
Hasta llegar a la puerta hay que enfilar una pasarela de madera por mitad de la playa. Se agradece no tener que pisar la arena en pantalón largo, camisa y zapato cerrado. «En breves salen a por ti», me indica Estíbaliz. No pasó ni un minuto cuando un hombre con bermudas y camisa blanca se acerca a mí. Llevaba gafas de sol y un tatuaje en el pecho que se intuía a través del lino de la guayabera. Una mirada y nos reconocemos. Es Raúl Castañeda. Me invita a entrar.
«Viene conmigo», le dice a los dos porteros que custodian la puerta del local. Dentro, me acompaña hasta su mesa, al lado del Dj, por lo que es casi imposible presentarme por el ruido que hay. A Raúl le acompañan dos amigos y compañeros de trabajo: César y David. Me agradecen que haya ido a hablar con ellos para «conocer toda la verdad». Tomo asiento y una copa de Moët aterriza delante de mí. La mesa redonda está cargada de varios platos de hamburguesas sin terminar.
«Vamos fuera mejor a que con este ruido es imposible que nos escuchemos», me susurra Castañeda. No había otra forma de hablar que no fuese esa. O a gritos. Pero optamos por la primera. Salimos del recinto cerrado y nos sentamos los dos en un sofá a pie de playa. El entorno es un privilegio. Más tarde se unirá David a la conversación.
Castañeda lleva puesta una pulsera negra de plástico en su muñeca. Tiene unas letras en blanco en las que se lee el vocablo ‘VIP’. Es una distinción exclusiva de Playa Padre. Sólo existen cinco como esa y él tiene una. «Ya puede venir aquí un ruso millonario que siempre tendré preferencia», comenta. No es por el dinero. Lleva muchos años viniendo a Marbella.
Estamos en el mismo lugar donde días atrás Castañeda había dejado una propina a los camareros de más 4.000 euros. Lo explica con sencillez. Todo empieza a principios de este mes de agosto cuando se hace viral una cuenta del mismo establecimiento por parte de otro consumidor, que denuncia que «el camarero fue corriendo» a pedirles propina. «Marbella es el nuevo Ibiza», apuntilla. La cuenta asciende a 4.098 euros.
Ese preciso día, este empresario que está a mi izquierda estaba con unos amigos y su familia en Playa Padre. De hecho, tiene cierta relación con el trader que inició la queja. Pero no se percató de la denuncia hasta que un amigo la vio por redes sociales. «Entonces me cabreé». Castañeda se lamenta de que «traten de dejar mal a los camareros cuando el servicio es muy bueno». Se le ilumina la cara y confiesa: «Cogimos tres billetes de avión y reservamos aquí. Nos traen la cuenta y digo que me pongan 4.098 euros de propina». El total de la factura ascendió a los 8.179 euros. Los camareros aún se sorprenden.
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