Nieves de la Paz es la madre de Alejandro, un joven de 34 años que desde que era pequeño, desde los seis años, acude al Complejo Acamán de Hermanas Hospitalarias, en el lagunero barrio de Geneto. Un centro, en régimen de concierto con la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias, que es referente en la atención de personas con diversidad funcional y daño cerebral adquirido en las Islas.
Un lugar que, a día de hoy, está cerrado debido al nivel de alerta COVID en el que se encuentra Tenerife. Una medida decretada por el Gobierno canario y que actualiza cada semana para evitar el contagio y la propagación del virus en la Isla.
Nieves cuenta a DIARIO DE AVISOS que al inicio de la pandemia el centro estuvo cerrado durante seis meses, un tiempo que asegura que fue muy duro. Señala que abrió en octubre del año pasado y que se volvió a cerrar en julio “cuando nos subieron a nivel 4”.
Hoy estaba previsto que los chicos comenzaran a asistir, de nuevo, a este recinto de día donde reciben sus terapias. De hecho, Nieves tenía cita el lunes para llevar a Alejandro a hacerse una prueba PCR para confirmar que no tenía COVID, pero el pasado viernes la cancelaron porque les comunicaron a todos los padres que el centro seguiría cerrado y que hasta que Tenerife no bajara de nivel no volverá a abrir sus puertas. Algo que provoca desesperación en Nieves, que sabe que Tenerife no se mueve de nivel desde el pasado mes de julio.
Una noticia que la mujer, al igual que el resto de familias, recibió como un jarro de agua fría, pues asegura que su hijo necesita una atención y unas terapias especiales que ella no es capaz, por mucho que lo intente, de ofrecérselas como lo hacen en el centro.
Asegura que estos cambios de nivel de alerta COVID perjudican mucho a su hijo y al resto de usuarios del centro porque “están dejando de recibir la atención especializada que necesitan”. Algo que les provoca un atraso en el aprendizaje y un empeoramiento del estado de ánimo por la falta de rutina y de relación con otras personas.
“No es justo que vayan a comenzar las clases todos los centros y mi hijo Alejandro no pueda. Ha habido campamentos de verano y hasta conciertos. La vida se retoma poco a poco para todos y no sé por qué a nuestros niños los castigan de esta forma. Los sacan de su entorno. Esto es lo único que tienen. Esto es su vida y se la quitan”, explica Nieves.
Esta madre cuenta que “no se les puede tener todo el día en casa” y que al sacarlos a la calle corren más riesgo de contagio que en el propio centro, “donde se guardan todas las medidas de seguridad y donde todos han sido vacunados. Los niños, el personal y los propios padres”.
Dice que sus salidas se limitan mucho porque “Alejandro, por ejemplo, no puede ir a un centro comercial. Tiene dermatitis y además no resiste la mascarilla. Se agobia y se la quita. Además, hemos estado todos estos meses huyendo de la gente para poder comenzar el curso y ahora nos dicen que no podemos”.
Nieves es una madre implicada porque intenta llevarlo a la playa y a dar paseos. Va con Alejandro a las terrazas de algunas cafeterías y a visitar a algún familiar, siempre que “sean grandes y estén bien ventiladas, por eso del virus”, pero asegura que se le agotan las ideas.
Hay una imagen que se repite a diario que le provoca una gran tristeza a Nieves. Dice que todas las mañanas, desde bien temprano, “Alejandro sale de casa y se pone en el muro a esperar a su micro. Se pasa así desde las seis de la mañana hasta las once, más o menos, que es cuando le llevo el desayuno, y eso le pone depresivo”.
Señala que a pesar de la discapacidad intelectual, Alejandro “se da cuenta de las cosas” y que “ve los anuncios de la vuelta al cole en la televisión y le pregunta: ‘Mamá, ¿y mi mochila?”. Motivo por el que ella, su familia y sus amigos intentan no hablar de este asunto delante de Alejandro.
La situación de Nieves no es fácil. Dice que está sola porque su hijo mayor trabaja, sale temprano de casa y vuelve tarde, y su marido padece Alzheimer. Una enfermedad que ha ido a más, de forma considerable, desde hace un año. Es decir, está al cargo de ambos, de su hijo y de su marido todos los días. Una situación que le ha obligado a dejar su trabajo, que le gustaba y que era su “vía de escape”.
Tanto es lo que se dedica a los suyos que no tiene tiempo para ella ni para hacerse cargo de la casa. Por este motivo, Nieves pide al Gobierno de Canarias que considere y estudie la situación de estos niños que “necesitan socializar porque no hacerlo supone un retraso para ellos. Tenerlos en casa es malo para ellos y para las familias que no estamos preparados para atenderlos como allí lo hacen”.
Nieves rompe a llorar desconsoladamente. Se nota que lo está pasando mal, aunque a lo largo de la entrevista ha mantenido el tipo y mostró fuerza. Cuenta que “siempre pensaba y decía: ‘Hemos tenido un angelito’. Y a día de hoy me doy cuenta de que esto es muy fuerte y muy duro, porque estos niños no tienen derecho a nada. Que sigan con su vida y vayan al centro de día es básico para ellos. El centro y las cuidadoras son maravillosas, les quieren y les ayudan muchísimo”.
El caso de Nieves no es el único. Asegura que habla en nombre del resto de madres y padres que se encuentran desesperados en su misma situación. “Hay infinidad de familias viviendo lo mismo que yo y que tampoco entienden la situación”. Quieren volver a ver a sus hijos “sonriendo y felices” tal y como hacían cada mañana cuando se preparaban para ir al centro.