Sara Pérez, una enfermera de Ferrol con tres parientes directos contagiados por covid-19, ruega responsabilidad máxima a la sociedad en un relato, el de la experiencia de su familia, que ha hecho público en sus redes sociales por si con ello puede concienciar.
Esta joven ha asistido, en menos de dos meses, al resquebrajo de salud de su abuela, su madre y su padre.
Fue al cumplirse un mes del ingreso de su progenitora en la Unidad de Cuidados Intensivos para casos de coronavirus cuando “por desahogo personal o quizá por el cansancio” que siente, al estar en la primera línea de batalla, Sara se decidió a juntar letras.
“Necesito hablar”, confesó, por más que no sea costumbre en ella “contar cosas personales” por internet.
Compartió en 2021 lo vivido, pero en realidad su historia arrancó el pasado 23 de noviembre, una “pesadilla” en la que el primer capítulo supuso que su abuela ingresase solo unas “horas después de confirmarse el positivo por covid-19”.
Sara Pérez afirma que el contagio de su yaya en su centro de día “la mantuvo más de tres semanas ingresada”. A sus 88 años, “estuvo sola, sin que tuviésemos opción de acompañarla y con mucha dificultad para respirar los primeros días; nos hizo temer lo peor”.
Sin embargo, jornadas más tarde vieron que “mejoraba poco a poco”.
Lo que no imaginaba esta sanitaria es que les esperase, a la vuelta de la esquina, el segundo golpe.
Pero así fue. Su madre, con síntomas de “fiebre, cefalea y anosmia (pérdida del olfato)”, ingresó siete días después que su abuela.
Según la enfermera, e hija, “al principio bastaba con unas gafas de oxígeno, luego pasamos a la mascarilla”, pero no llegaba; y “subimos los litros de oxígeno”.
Pese a lo complicado del momento, define como una “suerte poder acompañarla mientras hacía un TAC pulmonar la mañana del 3 de diciembre”.
Sara se sintió afortunada, pero también con la “impotencia” de ver “a una persona que quieres en esa situación; lo único que pude hacer es cogerle la mano e intentar transmitirle la tranquilidad de la que yo también carecía”.
Hay imágenes que quedan grabadas en la retina y Sara Pérez tiene claro que no se le olvidará “nunca” la cara de su madre esa mañana, “su miedo”; horas más tarde, “ingresaba en UCI”.
No fue una entrada precisamente sencilla: “las primeras medidas fracasan y hay que intubarla esa misma noche; se confirma, cómo no, la puta neumonía bilateral por covid”.
Desde aquel instante, “una llamada diaria de la UCI” para informar del avance. Ahí se aferró a cualquier dato que le diese “una mínima esperanza”, porque la mujer que le proporcionó la vida estaba en fase “aguda”.
Hubo que colocarla “boca abajo”, uno de los pulmones colapsó y no ventilaba.
Serena, pero sin perder un ápice de crudeza en sus palabras, rememora Sara cómo prosiguió su calvario. “La cosa” no pintaba bien para su madre; y “mientras tanto” se confirma que su padre “es positivo”.
En el caso de él, con “síntomas leves”, pero la cadena ya se hacía muy larga: “Mi abuela ingresada, mi madre en la UCI y mi padre positivo y solo en casa. ¿Quién puede estar tranquilo?”, se preguntaba.
Uno de los apuntes más delicados de Sara está relacionado con su padre: él, que ha sido el que mejor ha llevado la infección, le confesó que había preparado “una bolsa con lo indispensable para ir al hospital por si acaso”.
Agradeció en ese instante Sara que su madre permaneciese “sedada, ajena a todo”.
Ella, Sara, sufría en silencio “impotencia”, “miedo” y “angustia”. Se apoyó en los suyos, en su pareja, en sus compañeros…
Y encontró el conforto que tanto necesitaba cuando le contaron que su madre, con una recuperación larga por “pérdida brutal de masa muscular”, remontaba. Hoy está despierta y en mejor situación.
Con todo, “la pérdida brutal de masa muscular que sufren los pacientes graves en UCI, como mi madre, hace imposible que puedan hacer algo tan simple como agarrarte la mano”.
Todo esto se lo cuenta con especial ahínco a aquellos que esta Navidad no han estado en su situación y que han sido sancionados por desobediencias varias.
“Estas Navidades muchos habéis hecho lo que habéis querido, en donde habéis querido y con quien os ha dado la gana”, dice Sara Pérez.
Superadas las fiestas, concluye, “esa falta total de respeto y ese egoísmo empieza a dar sus frutos”. “Muchos lo vivirán como una simple gripe, como fue el caso de mi padre; otros correrán la suerte de mi madre, de mi abuela o de una servidora, que aún intentando siempre proteger a su familia privándose de verla, ha tenido que ver impotente cómo el COVID nos arrasaba”.