Una mujer que denunció a su padrastro por presuntas violaciones continuas a los largo de casi dos décadas, desde que ella tenía solo 16, ha asegurado que vive “una tortura”, con pesadillas y crisis de ansiedad que no logra deja atrás, a resultas del trato con el hombre, que la amenazaba, maltrataba y “controlaba hasta las bragas” que llevaba cada día para someterla a sus deseos.
Al inicio del juicio en el que se piden 14 años de cárcel para el acusado, Francisco S.O., por un supuesto delito de agresión sexual continuado y otro de quebrantamiento de condena, al desobedecer una orden judicial de alejamiento de su hijastra llamándola por teléfono, la denunciante ha afirmado en la Audiencia de Las Palmas que ese control por parte de alguien a quien ha tachado de “manipulador” impidió que soportara en silencio sus abusos hasta cumplidos ya los 35 años.
La influencia ejercida por un mayor de sobreentendida autoridad a quien, de hecho, “llamaba papá” cuando se mudó a vivir con él y su madre después de que se separara de su verdadero progenitor, las amenazas y el desprecio que le mostraba, diciendo que si contaba algo “no le dejaría ver nunca más a su hermana” menor y, además, nadie la creería pero a él sí, y hasta la violencia física, en forma de empujones o agarrones, eran las armas que usaba para hacer valer su voluntad, ha sostenido.
Sus palabras han sido respaldadas por su madre, quien, pese a reconocer que a lo largo de las dos décadas que su hija ha dicho que duraron las violaciones hubo varias etapas en las que llegaron a estar distanciadas y sin hablarse siquiera, ha declarado que todo fue producto de maniobras del procesado, quien, siempre que tenía alguna duda sobre él, “la acababa convenciendo” de que no había razones para desconfiar, y trabajó por enemistarlas.
“Se encargó de que yo no tuviera confianza en mi hija ni mi hija confianza en mí”, ha resumido.
Si bien ha añadido que sí que la creyó cuando finalmente denunció al hombre en 2018, cuando repasó los años vividos juntos y llegó a la conclusión de que el relato de su hija explicaba varios episodios que consideraba no aclarados, como el hecho de que cuando tenía 19 años se quedara embarazada y contara que el padre era “un chico”, cuando en realidad “no tenía ninguna relación” conocida por entonces.
Y llegando a la conclusión de que todo se debía a que el bebé era en verdad del acusado, como asegura la denunciante, que acabó por abortar porque, según ha subrayado, “no podría tener un hijo suyo”, precisando que le contó a su madre una mentira porque “es lo que él me dijo que dijera”.
Madre e hija han opinado, además, que refuerza su tesis la circunstancia de que el hombre insistió en intentar persuadir a la chica de que tuviera al niño (“me llegaba a decir: ahora podríamos tener un hijo de tantos años”, cuando fue pasando el tiempo tras el aborto, ha indicado), recurriendo incluso a reclamar que mediara a su entonces pareja.
A la cual le decía cosas como “¿no te gustaría tener un nietito corriendo por la casa?”, para animarla a hacer cambiar de opinión a la gestante, ha rememorado.
Entre continuos sollozos y lágrimas, la presunta víctima de las violaciones y su madre, quien terminó por denunciar a su vez al padrastro por malos tratos a raíz de que lo hiciera su hija imputándole hasta golpes, rotura de puertas y planchas, han reiterado sus acusaciones contra el hombre, que han dicho creó un entorno en su casa en el que, en palabras de la progenitora, “se hacía lo que él decía”.
Al tiempo que han rechazado las insinuaciones de la defensa del enjuiciado sobre si lo que hubo entre mujer y padrastro no habría podido ser en realidad “una relación consentida”.
Así, cuando el abogado del hombre le ha pedido explicar por qué respondía a saludos y otros mensajes que le enviaba por el móvil, ha argumentado que fingía corresponderle (en las violaciones “yo lloraba, pero me secaba las lágrimas rápido para que no las viera porque se enfadaba”, ha llegado a decir) a fin de evitar que insistiera, porque la llamaba -ha afirmado- “30 veces al día, además de los wasaps”.
Razón por la que entendía que la única solución era aparentar simpatía, ya que -ha sentenciado- “era mi forma de poder vivir”.
El juicio contra su padrastro, a cargo de la Sección Primera de la Audiencia de Las Palmas, proseguirá este miércoles en la Ciudad de la Justicia de la capital de Gran Canaria, isla donde ocurrieron los hechos, conforme a lo denunciado.