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La XX Clásica, el lujo del automovilismo histórico del que presume Tenerife

Lorenzo Hernández y Sergio Marrero (Ford) ganan en Regularidad y Manuel Santana y Germán Rodríguez (Riley) lo hacen en Turismo
Lorenzo Hernández y Sergio Marrero ganaron en Regularidad con este Ford / IVÁN PÉREZ

La vigésima edición de la Clásica de Tenerife, la más internacional de su historia, terminó ayer en el parque García Sanabria capitalino, con la entrega de trofeos presidida por el alcalde santacrucero, José Manuel Bermúdez, donde cientos de personas se aglomeraron para ver de cerca el centenar largo de joyas automovilísticas que durante dos días han competido y paseado por las carreteras de la Isla, desde Santa Cruz hasta Santiago del Teide, y lo han hecho sin incidentes que destacar, más allá de algún abandono mecánico.
Dentro del apartado puramente deportivo, tanto en la categoría de regularidad como en la de turismo tributo, con coches del año 80 al 2000 no era clasificatoria- el dominio canario fue exultante, demostrando la importancia de conocer nuestras carreteras y del pique que hay entre amigos que al menos una vez al año desempolvan auténticas reliquias del automovilismo europeo matriculadas entre los años 30 y los 70 y que conservan como oro en paño.

En la categoría de regularidad, los ganadores fueron Lorenzo Hernández y Sergio Marrero, con un Ford, con gran distancia sobre el resto. Segundos quedaron Iván Dorta y Jorge Hernández, con un Austin Healey, por delante de Jochem Sieper y Esther Hernández, terceros con un Jaguar. Entre los equipos femeninos destacó el decimosexto puesto e Nayra Dácil y Cristina Mansit, con Seat.

En turismo los tres primeros clasificados que se subieron al podio respondieron a los nombres de Manuel Santana y Germán Rodríguez (Riley), siendo segundos Ignacio Moll y Juan Ferrer, con Volvo, mientras que Víctor Machado y su hijo del mismo nombre, con un Alfa Romeo, lograron la tercera plaza del podio. Destacó el quinto puesto de Isabel Hernández y Mari Carmen Hernández, con un Austin Healey.

El Teide y Suroeste de la Isla

Los 124 participantes subieron y bajaron por Las Cañadas en la segunda y última etapa / IVÁN PÉREZ


Los 124 participantes de la XX Clásica de Tenerife, que este año homenajeó al recientemente fallecido Robert Spencer, piloto que en los años 60 inició las carreras de velocidad en la Isla, partieron a primera hora de la mañana del parque García Sanabria para afrontar los 275 kilómetros de los que contó la segunda y última etapa. Subieron hasta Las Cañadas del Teide por la carretera de La Esperanza y llegar, tras bajar por Vilaflor y La Escalona, hasta Arenas Blancas, en Playa de las Américas, donde se agolparon cientos de turistas para fotografiarse junto a los modernos Ferrari o los históricos Bentley, de la embajada británica o belga. Desde allí partieron a Santiago del Teide, donde hubo una parada para el público, regresando por Arguayo y Chío para subir de nuevo a Las Cañadas del Teide por Boca Tauce y regresar a la capital a través de la TF-24 y luego por la carretera de Los Loros, en Arafo, llegando, ya con la oscuridad, al parque García Sanabria donde le esperaban cientos de aficionados ansiosos de ver y tocar unas joyas del motor de un incalculable valor económico y sobre todo histórico. Un auténtico lujo y una demostración de la conexión que Tenerife y Canarias ha tenido con Inglaterra, de donde son la mayoría de los modelos que desde el viernes recorrieron las carreteras de la Isla para no olvidar la historia y para orgullo de aquellos restauradores que mantienen vivo el espíritu de la Clásica, una prueba que desde ya va a integrarse, seguro, en el calendario internacional, y en eso se va a empeñar el veterano Juan Farizo Martínez de la Peña, presidente del Real Automóvil Club de Tenerife y todo su equipo de colaboradores como Miguel Hernández Calzadilla, Leopoldo Mansito Pérez, Francis Montesdeoca, Tin Domínguez y un largo etcétera.

Clasificación de la Regularidad

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