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Carlos Zanón: “Escribir es elegir”

El escritor que instaló a Pepe Carvalho en el siglo XXI apuesta por ampliar las fronteras del género negro: “Abrir las puertas del templo y apuntalarlo antes de que se nos caiga encima”
El escritor Carlos Zanón, Premio Negra y Criminal de Tenerife Noir. / Ricardo Pinillos Toledo

El oficio de escribir exige tomar decisiones. Es decir, “escribir es elegir”, afirma el escritor catalán Carlos Zanón, comisario de BCNegra, poeta y novelista y, desde finales de marzo, el más joven en recibir el Premio Negra y Criminal que entrega el Festival Atlántico del Género Negro Tenerife Noir en reconocimiento a la trayectoria de un autor, galardón que recoge en su nombre el testigo de la librería de Paco Camarasa en Barcelona.

Zanón se incorpora así a una nómina de escritores del prestigio de Antonio Lozano (que recibió el premio en 2016); Andreu Martín y Juan Madrid (2017); Petros Márkaris y Alicia Giménez Bartlett, (2018); Julián Ibáñez (2019); Élmer Mendoza (2020) y Claudia Piñeiro (2021).

Recién recogido el sombrero borsalino tan característico del género negro clásico en el que consiste el galardón más querido de los que se entregan en Tenerife Noir, Zanón se sentó a la mesa del Aula Magna del Aulario de Guajara de la Universidad de La Laguna en la última sesión del VI Seminario Internacional Tenerife Noir de Investigación en el Género Negro de la ULL, para dialogar con su director, el profesor de Filología Española Javier Rivero Grandoso, sobre lo que significó para él instalar al detective Pepe Carvalho en el siglo XXI en la novela Carvalho. Problemas de identidad (Planeta, 2019).

Precisamente, el librero Paco Camarasa fue el que sugirió su nombre a la editorial Planeta y a los herederos del creador de Pepe Carvalho, Manuel Vázquez Montalbán, cuando se propusieron recuperar al emblemático detective con cuyas historias el escritor catalán ajustó cuentas con el final del franquismo y la transición. Se trataba, como ha ocurrido con otros personajes y otros autores, de volver a recuperar el personaje para llegar a una nueva generación de lectores.

La recuperación de un personaje por parte de otro autor que no era su creador ya tenía antecedentes: “John Banville había hecho un Chandler, había un Larsson… Hay muchos más libros de James Bond que los que escribió Fleming”, recuerda, pero a Zanón escribir un Carvalho es algo que nunca se le había pasado por la cabeza. “Tampoco había hecho un policial, sí había hecho novela negra, pero no había hecho un libro de procedimiento, es decir, de investigación”.

Camarasa dio su nombre, porque, como Montalbán, Zanón “venía de la poesía, colaboraba con periódicos…”. “Al principio dije que no. Pensé que me iba a meter en un lío”, pero luego se dio cuenta de que le hacía ilusión. “Si me eligieron a mí, creo que la editorial apostó por intentar hacer un libro que fuera de autor, que no fuera una operación comercial y creo que la gente lo entendió. En ningún momento fue una operación a sacar pasta, porque entonces no me lo hubieran encargado a mí, porque, claramente, yo no soy un autor de vender 50.000 ejemplares, no sé hacer un best-seller”.

El encuentro con la editorial para dar los primeros pasos está lleno de anécdotas, como el hombre que preguntó si habría animales. Sin haberlo pensado previamente, Zanón aseguró que su Carvalho tendría un perro. Él llegó a la cita con el equipo de la editorial con una sola decisión: el libro se escribiría en primera persona. “Me fui viniendo arriba y dije, también ‘bueno, no va a cocinar, porque lo que no quiero es un libro en el cual se espere ahora va la receta’ -contó a los asistentes al seminario de la ULL-. Y me dijeron: lo que quieras, pero cocinar va a cocinar. Al final, evidentemente, cocinó, pero hice un poco una travesura, porque, en realidad, Carvalho, en Problemas de identidad, cocina, pero no puede comer, porque tiene una enfermedad, y entonces, a veces cocina y se lo da al perro, o lo tira o hace tápers, un poco la perversión de que le está sentando mal”.

Esa fue la única presión que sintió Zanón al escribir su Carvalho: “La presión vino del tema culinario. El resto, las pifias, son mías”, dice poco antes de explicar con la frase “escribir es elegir” los motivos de su elección fundamental: la escritura en primera persona, una decisión que lo alejaba del Carvalho de Vázquez Montalbán.

“Eso es la clave y me permitió hablar con Vázquez Montalbán. Me interesaba mucho que el personaje pudiese echar de menos y odiar a Vázquez Montalbán, porque, por un lado, el tener a alguien que te escriba está bien, porque te guioniza la vida, en cierta manera, te dice cómo eres y qué es lo que tienes que hacer, pero también todo el mundo sabe mucho de ti, eres prisionero. Entonces, por un lado, él lo echa de menos, lo interpela y le habla y, por otro lado, lo odia. Siempre me ha interesado el personaje hablando con el autor. Y también, por otro lado, para mí era decir… Las cartas están claras: es en primera persona, es otro personaje, otro estilo y no dejo de recordar quién es el verdadero autor, que es Vázquez Montalbán, no yo”.

Y después de esa primera decisión llegaron muchas más elecciones, que, en síntesis, significaban escoger entre lo que se introducía como novedad y lo que se quedaba fuera o como en el original. Así, el Carvalho de Zanón es más joven, ya no es “un niño de la guerra, como Montalbán, como mi padre”, sino alguien de finales de los 60, con una vida próxima a la de su nuevo autor. Tampoco aparece Charo, su pareja, aunque se la nombra, porque “la relación que tiene con Charo a lo largo de la serie, ahora es muy complicada”. Por supuesto, el ambiente sigue siendo El Raval y el centro de Barcelona, pero, por decisión expresa de su nuevo autor, el detective no va a comer ni a beber en los mismos sitios donde ya lo hizo: “No quería el acto de nostalgia” -explica-. A ello se suman personajes nuevos que interrelacionan a Carvalho en otro mundo, el de Internet, que ni Carvalho ni Vázquez Montalbán conocieron.

La forma de aproximarse al personaje, después de inscribirse incluso en un máster de expertos en Grenoble, fue la de olvidar a los especialistas y acercarse a Carvalho “a través de una mirada de lector; quedarme con cosas esenciales, el esqueleto del personaje. Por ejemplo, no cree en ninguna bandera, solo cree en cuidar a su tribu, a su gente”, o su sentido del humor, una combinación entre “una retranca gallega, pero muy de Barcelona”. También captó que no solía haber mucha acción, “la primera trilogía clásica era de entrevistas”, y algo fundamental: “Carvalho siempre va en busca de la verdad, pero la verdad siempre es decepcionante, siempre”.

Por otro lado, “el Carvalho era una foto del momento”, recuerda Zanón, y él estaba escribiendo su Carvalho del siglo XXI en pleno año 2017: “Estaba escribiendo una novela y no sabía muy bien si, cuando se publicara, Cataluña iba a ser independiente… Era muy complicado hacer una novela y lanzarla hacia el futuro en un momento en el que la realidad estaba muy loca, lo que pasaba un día no tenía ningún nexo con lo que pasaba al día siguiente. Era muy loco. Era muy loco. De hecho, te daban ganas de decirle a la realidad que se parase para poder escribir la novela”.

EL TEMPLO DEL GÉNERO NEGRO

Lejos ya de Carvalho, al reflexionar sobre su narrativa, el escritor catalán señala que, el no escribir novela policial permite entrar y salir del género negro: “El formato thriller es el que hemos encontrado todos. Es muy difícil encontrar una novela que no utilice el suspense. No me ha importado mucho quién mató a quién, lo que me ha importado es por qué, a veces, la violencia es el único lenguaje. Eso sí me interesa”.

“Para mí no es tan raro irme y entrar en el género. Cuando estás dentro del género, y tienes un andamiaje encima, es como Sansón, que sabes que algún día el templo va a caer y esperas que ese día estés fuera tú. Me gusta la idea de que se puedan hacer cosas nuevas”, dice, para luego reivindicar la novela de la mexicana Fernanda Melchor Temporada de huracanes, como una obra del género: “Quiero pensar que es género, quiero pensar que ese libro puede entrar dentro del género o toda la obra de la argentina Claudia Piñeiro”, que es buena “haga lo que haga, porque es aire fresco”, o las propuestas de “gente con talento, como Marta Sanz”. En definitiva, el autor reflexiona en voz alta: “Voy a entrar y salir del género, para mí tampoco es tan raro, pero me parece bien que abramos un poco las puertas del templo y apuntalemos bien antes de que se nos caiga encima”.

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