Alicia Rodríguez Reyes no pasa desapercibida en el panorama escénico canario. También es una de las voces más demandas para publicidad u otras locuciones. Así, por ejemplo, es la voz del Tranvía de Tenerife, «uno de los trabajos de los que me siento más orgullosa», afirma feliz. En la actualidad, interviene en las Rutas de Patrimonio de Burka Teatro interpretando a doña Mencía de Mendoza, duquesa de Calabria, y en las Rutas Teatralizadas del Museo de Bellas Artes de la Capital tinerfeña junto al historiador Néstor Verona. Imposible no soltar una carcajada cuando se mete en el papel de Fermina, una simpática lechera gangochera. Asimismo (no puede estar quieta), acaba de finalizar la temporada del programa de televisión Somos gente fantástica en la Televisión Canaria. En él es la responsable de la voz en off y del control de estilo. O sea, entre otras funciones, se encarga de que se escriba y se hable correctamente. «Soy muy tiquismiquis con la lengua española. No consiento que se la maltrate. En la tele me llaman la RAE», dice entre risas.

La tinerfeña, licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad de La Laguna y diplomada en Magisterio por el mismo centro académico, se inició en el mundo de la locución publicitaria en 1992 en Antena 3 Radio gracias a Paco Almagro. La experiencia le enganchó desde el primer momento e, incluso, se planteó ser actriz de doblaje, pero suponía hacer carrera en Madrid, lo que no entró en sus planes.

«Ser la voz del Tranvía es uno de los trabajos de los que me siento más orgullosa»

Subraya que le encanta trabajar con la voz y que procura darle un perfume distinto a sus personajes. «Fermina huele a flores, mientras que doña Mencía de Mendoza huele, igualmente, a talco», apunta antes de recalcar la dificultad y el trabajo que requiere su actividad profesional: inflexionar la voz, evitar la monotonía, controlar la respiración…, destrezas esenciales para que todas las letras de todas las palabras de todas las frases sean importantes, le dijo una vez la logopeda Rocío González.

El flechazo con el teatro llegó en el primer año de universidad con la obra Un marido de ida y vuelta de Enrique Jardiel Poncela. Fue en el salón de actos del Colegio La Salle. Desde entonces su vida gira en torno a la interpretación, en especial, a la comedia. «Me encanta. Me lo paso muy bien. Necesito escuchar la risa de la gente», asienta con una gran sonrisa. Precisamente, la necesidad de estar cerca del público ha motivado que no se prodigue en el cine. Tiene claro que necesita el contacto con las personas, la magia de sentir que las tiene cerca.

Alicia Rodríguez, la mayor de dos hermanas (Cristina y Esther) y un hermano (Santiago), con quienes se lleva «superbién», sostiene que es vergonzosa, «aunque no tímida», y que le cuesta un montón ser ella misma. Confiesa, además, que le encanta cocinar y comer («¡Comer es tan rico!»), y que no ha tenido tiempo de ser madre. Por eso disfruta enormemente con sus sobrinas (Laura y Gema) y sobrinos (Alejandro y Ángel). Un lujo de tía.

«Me gusta no hacer nada»

Se está bien próximo a Alicia Rodríguez. Será su alegría. Será que recarga energía positiva practicando el Niksen, o sea, no hacer nada sin sentirse culpable. Este arte holandés (así lo definen) ayuda a disfrutar de las pequeñas pausas de la vida y a ser más productivos. La actriz lo tiene claro: «Cuando puedo, en mis ratos libres, practico Niksen. No leo, no veo televisión, aparco el teléfono móvil… No hago nada, nada de nada. Y lo más importante, no me siento culpable».