No es lo mismo calidad que cantidad. Cualquiera que haga la compra sabe que ambas cuestiones están íntimamente relacionadas de manera inversa. Una idea más compleja es la de la biodiversidad. Aunque es una palabra que esta en nuestro elenco diario, y es usada y mal usada, la gente tiene solo una vaga idea de a qué se refiere cuando habla de biodiversidad. Por dar una definición más técnica, biodiversidad son todos los organismos sobre la tierra, los genes que contienen y los ecosistemas que forman. Con esta idea en mente podemos imaginar que una pecera con dos especies de peces tiene una determinada diversidad. Si solo hubiera una especie de pez y una planta acuática, seria mucho más diverso, ya que planta y pez son mucho mas diferentes entre sí que dos especies de peces, sean cuales sean. La falta de diversidad en un ambiente confinado es la principal causa que expone a las poblaciones uniformes al ataque de enfermedades; por eso existen las plagas, tanto de acuario, por seguir con el ejemplo, como las agrícolas o incluso las enfermedades infecciosas.

Con esto en mente, debía ser claro cuales han de ser los principios que guíen los planes de conservación, así como el deseo de las personas que se consideran defensoras o amantes de la naturaleza. Lógico, ¿no? Pues no. Los seres humanos somos terriblemente sentimentales y prueba es de ello nuestro amor por los gatos asilvestrados.

Los gatos, y solo doy un ejemplo, son un agente reductor de la biodiversidad allá donde el hombre los ha introducido. Mi sorpresa, o no tan sorpresa, es que es allí donde hacen un daño terrible a la biodiversidad local, estos son protegidos por la opinión publica. Y también es comprensible. El gato es un animal que conocemos, que nos gusta, que nos parece divertido y mono. Lo tenemos en nuestras casas y es el Rey de Internet. El Fringilla teydea en cambio es un desconocido para propios y extraños. Pero cada felino asilvestrado devora irremediablemente cada día muchas presas y pone contra las cuerdas a miles, quizás millones, de especies únicas.

El gato es solo un ejemplo. Pasa algo muy parecido en Canarias, por hablar de algo que a servidor le pilla cerca, con las cabras asilvestradas. Cualquier propuesta de control crea un instantáneo y visceral rechazo social. No es el único desastre ecológico perpetrado o como mínimo consentido por ecologistas (algunos, no todos) y animalistas (una mayoría). Unos por desconocimiento, lo cual es hasta comprensible, pero otros, han tomado una decisión firme sabiendo lo que se paga a cambio, me consta. Y esto no es más que un reflejo de cómo nos relacionamos con la naturaleza y la ciencia.

Carlos Clavijo Pacheco