Fotografía / SuAr

El humorista Darío López se ha ganado el corazón de Canarias en muy poco tiempo. Natural de Icod de los Vinos (1981), casado con Paola y padre de Jaime y Julia, compagina su actividad artística con el ejercicio profesional de la arquitectura técnica en el Gobierno de Canarias.  

¿En qué momento se dio cuenta de que el humor iba a formar parte de una faceta importante de su vida? «Desde chiquito siempre fui un entusiasta de la comedia. Películas, programas de televisión… Pero el enganche real lo tuve al consumir comedia en directo. Ir al teatro y presenciar actuaciones me empujaron a decir “yo algún día quiero hacer eso”».

Compagina su actividad como humorista con su trabajo como arquitecto técnico. ¿Ha pensado en centrarse en exclusiva en su vertiente artística? «Me gusta mi profesión, la disfruto mucho. Por su parte, el humor, la actividad artística en general, sigue siendo una pasión y tengo la fortuna de poder seguir ejercitándola por el disfrute que me da hacerlo». 

¿Se considera un humorista genuinamente canario? Podríamos decir que es un cómico del país… «Ja, ja, ja…, del país como el vino bueno. Uno es el resultado de lo que mama de chico y estoy cargado de muchas influencias. Soy canario y eso es decir que soy América y Europa y que mi raíz es bereber (temazo)».

«La gente recibe las bromas y paridas que hago con el mismo buen rollo con que las lanzo»

Su humor tiene difícil cabida en la Península.  Tendría que explicar, por ejemplo, que es un chocho amargo… «No se crea. Cuando he actuado en Madrid, aunque pueden perderse con algunos términos y palabras, el contenido se entiende. Al final nos reímos de las mismas cosas aunque lo expresemos de manera diferente».

¿La clave de su éxito? «No sé muy bien lo que es el éxito. Mi éxito particular es poder seguir disfrutando de las paridas, bien sea en redes o sobre un escenario».

Los sketchs de Palante Producciones que protagoniza son un fenómeno viral. ¿Los guioniza usted solo o se apoya en alguien? ¿Cuál es el proceso de producción? «Yo guionizo y lo comento en casa con mi mujer que es escritora y muy creativa. Otras veces lo comento con mi hermana, Sonia, mi hermano, Jose, y mi primo Vicente que es una máquina de parir chorradas. Luego, gestiono la parte técnica, me grabo y edito. Con la edición es donde más a gusto estoy. Hay a quien le sorprende».

Como habitante de las redes sociales, ¿le inquieta la agresividad y la polarización tan presente en algunas plataformas? «No me preocupa, me abstraigo mucho de eso. Comentarios fuera de lugar los hay tanto en redes como en el bar de la esquina. Pero por suerte no es lo habitual y es clave no darle más atención que al resto de contenido más tranquilo». 

«Juan Luis Calero es un maestro, es la persona con la que más me he reído»

Su aportación calma a las fieras… «No, ni lo pretende. No calma a las fieras, pero tampoco las enciende. Al final es un contenido amable, cercano y desde el buen rollo. Puede gustar o no, pero nadie sale ofendido». 

¿Se encuentra más cómodo delante de una cámara o en el escenario? «Los dos tienen su punto pero el escenario tiene un plus brutal y es la gente. La sonrisa, el aplauso, la complicidad son claves para que la experiencia en un escenario sea una droga de la que me declaro enganchado». 

¿Se atreve con todo o hay cuestiones que mejor no tocar? Se lo pregunto por eso de la sociedad ofendida… «Para hacer humor no es necesario ofender. Otra cosa es que sin tener la intención de hacerlo alguien acabe ofendiéndose. Tengo la suerte de que la gente recibe las bromas y paridas que hago con el mismo buen rollo con que las lanzo». 

¿Qué le aburre especialmente? ¿Con qué pierde el buen humor? «¿Aburrirme? No tengo mucho tiempo para eso. Perder el humor no, pero para que todo fluya necesito dormir bien. El finde no me quites la siesta porque no soy persona». 

Usted, que todavía es un pibe, creció con Juan Luis Calero… ¿Qué le ha aportado? «Juan Luis es un maestro, es la persona con la que más me he reído por su trabajo y de la que más he aprendido en los ratitos y conversaciones que hemos podido compartir. Le tengo muchísimo cariño. Estamos tardando en volver a coincidir en alguna cosa». 

Ahora también hay un tal Aarón Gómez que tampoco lo hace nada mal. Buenos momentos para el humor… «Buenísimos momentos y buena la hornada de talento que siempre ha habido pero que ahora es más visible que nunca. Y la suerte que tenemos de poder coincidir y compartir».   

¿Cómo lleva la popularidad? ¿Echa de menos pasar desapercibido en un guachinche? «Bien. La gente es muy amable. Quien se acerca lo hace desde el cariño y eso se nota y se agradece. Y si en un guachinche no paso desapercibido y me invitan a una cuarta de vino, fantástico».

Su paisana Andrea Abreu describe en el libro Panza de burro el imaginario de un Tenerife rural, profundo… ¿Qué le aporta el mago a su creación artística? «Andrea y yo somos de barrios vecinos en Icod. Te decía antes que al final uno es lo que mama de chico y que el entorno marca. La figura del mago se usa, muchas veces, con cierto tono despectivo. Yo pretendo todo lo contrario. Le tengo respeto por todo lo que significa para nuestra idiosincrasia. Ese respeto es compatible con el uso de su figura en la comedia». 

Supongo que tendrá ganas de carnaval. ¿Con qué disfraz nos sorprenderá esta vez? «Eso no lo sabe ni el Pegasus. Secreto de estado total». 

«La figura del mago se usa, muchas veces, con cierto tono despectivo. Yo pretendo todo lo contrario»

Recuperar la normalidad es una muy buena noticia… «Los viejos, esos magos de los que hablábamos, siempre han dicho: “Habiendo salud…”. Y mira que tienen razón. Eso es lo mejor de la normalidad. En lo personal me permite compartir un buen rato con un patio de butacas al completo y poder ver las sonrisas a cara descubierta. Para mí es una maravillosa noticia». 

Supongo que, a veces, pese a la etiqueta de cómico oficial, no tendrá ganas de hacer reír…  «Más que no tener ganas de hacer reír es que en el día a día hay muchas situaciones que no son para risas. Hay momentos para todo. Por suerte, aunque he tenido días malos, la gran mayoría de las veces que me subo a un escenario para hacer reír lo hago con todas las ganas del mundo». 

¿En que se entretiene el Darío López familiar, el de andar por casa? «Con los chiquitos míos. Tengo dos hijos y superando los momentos de quebradero de cabeza que ya dan, son fuente de creatividad, alegría y puro amor. Me tienen ganado». 

¿Qué proyectos trabaja para estos próximos meses? «Más escenario y más directos con los espectáculos personales y los compartidos con Aarón Gómez y Kike Pérez (está que te cambas). Sigo por la tele con una colaboración que me entusiasma en el programa de lucha en la Televisión Canaria, Terrero y Gloria. Y con mil ideas para redes que siguen siendo mi hábitat natural».

EL CURIOSO IMPERTINENTE

¿La papita suave en qué casos? «En las vacaciones».

Dos pasos palante «Siempre palante».

¿Qué necesita para ser feliz? «Que los míos estén bien».

Al godo enterado… «Pollabobas hay en todos lados».

¿Un sueño recurrente? «Para mí cada sueño es un estreno». 

¿Qué le relaja especialmente? «La siesta».

¿En qué situaciones no cabe el sentido del humor? «En ninguna». 

¿Le distrae comer cotufas cuando ve una película? «No. Me llenan las muelas de millos». 

¿Qué es lo que nadie sabe de usted? «A usted se lo voy a decir».        

¿Qué es lo que más le gusta de su físico? «Lo químico». 

Si fuera presidente… «No me votaría». 

¿En qué situaciones suele ponerse nervioso? «Antes de un escenario y cuando veo a la Guardia Civil». 

¿A cuánto está su caché? «Depende de lo que tenga que hacer».

¿Estudiar Arquitectura Técnica fue un error? «Fue una excusa (otro día le cuento)».

¿A quién le daría un cogotazo? «¡Nah! Una nalgada al más chico mío (justificada)».

¿Suele ir por la sombrita? «Siempre, salvo para hacer la fotosíntesis».

¿Izquierda, centro, derecha, ultra o depende? «Depende tanto…». 

¿Pa’llá o pa’cá? «Un poco pa’llá sí estoy».    

¿Su tesoro más preciado? «La familia». 

¿Qué le suele hacer gracia? «Ja, ja, ja… Tiene cada pregunta».