El Mesón Clavijo 38 es un clásico de la capital tinerfeña. Forma parte de su paisaje culinario junto a otros fogones con solera señalados por el gusto de la cocina tradicional. En este caso, su nombre ha estado asociado al chef Iñaki Undagoitia, fiel representante de los sabores y esencias del País Vasco. Tras su marcha reciente, lejos de perder brío, el nuevo Clavijo 38 ha apostado por la continuidad de su segundo: Eduardo Eguiguren, un joven chef chileno que llegó a España a principios de este tercer milenio con el objetivo claro de hacer carrera entre calderos y sazones. Y la enseñanza llegó con Undagoitia, quien le instruyó en las mañas del arte gastronómico enraizado en la cultura española, eso sí, con la fusión (que no falte) de la modernidad que aporta la nueva cocina de mercado, tendencia indiscutible en los comedores de cualquier punto cardinal.

Eguiguren luce chaquetilla con la ilusión que exigen los proyectos renovados. Y se le nota en el ánimo cuando toca explicar un plato.

Los productos frescos marcan la pauta en esta casa acogedora que presenta, para abrir boca, una ensaladilla de batata con ventresca de atún y gambón. Agrados de siempre, embaucadores, antesala a un excelente cebiche de bacalao con aguacate que nos trae aires de Lima. Luego, un cherne al pil pil, nuestro pescado blanco que suelta un guiño al mantel vasco, rico en marmitakos, purrusaldas, merluzas y salsas inmortales. Es la asociación del Cantábrico con el Atlántico canario. Y de las olas y la mar salada, a la meseta castellana con un lechón que se descubre con romero y sabrosas papas. Clásico del Clavijo que no falta porque detrás hay una escuela que sabe lo que hace.

Entre sorbo y sorbo de un Ramón Bilbao Crianza 2016 (la carta de vinos también oferta referencias de Tenerife), la guinda se pone con el dulce casero: tiramisú y unas milhojas con nata, crema pastelera y chocolate caliente. Y nos chupamos los dedos…

Manejos exquisitos que pasan de maestros a discípulos. Undagoitia lo hizo bien, muy bien, con Eguiguren.