Hoy tomamos una de las leyendas más conocidas de la Isla del Meridiano. Según se cuenta por aquellos lares, cuando el conquistador Juan de Bethencourt arribó a las costas de El Hierro, vivía en la isla un bimbache de nombre Ferinto. Era conocido por su infatigable espíritu de lucha, además de resultar un verdadero quebradero de cabeza para los conquistadores, a quienes hostigaba sin cesar. Siempre perseguido, Ferinto era muy escurridizo y ágil como pocos, por lo no había forma de pillarlo.

Pero el esquivo bimbache fue traicionado por uno de sus compañeros, y su paradero fue vendido a los conquistadores, quienes fueron a capturarle sin demora. Ante la llegada de éstos, Ferinto huyó lo más rápido que pudo, hasta que el camino se vio cortado por un profundo barranco.

Atrapado entre el abismo y sus enemigos, el bimbache se planteó por un momento el sentido de su existencia, y a su mente acudió la desoladora idea de la derrota, de la pérdida de todo lo que conocía a manos de unos extraños, que trataban a sus hermanos como esclavos. Más dispuesto a morir que a vivir, Ferinto cogió carrera y saltó, y para su sorpresa, logró cubrir el tramo entre ambas laderas del barranco, dando nombre al Salto del Guanche (muy cerca de Valverde).

Tristemente, su ya legendaria hazaña sólo consiguió retrasar un poco más lo inevitable, ya que los conquistadores comenzaban a rodearle, así que presentó su última batalla. Viéndose derrotado y perdida toda su esperanza, profirió un sonoro grito que atravesó la isla de un lado a otro, y llegó a oídos de su madre. La pobre anciana, al escuchar el desgarrador grito de su hijo y notar su desesperación, supo al instante que Ferinto había sido capturado.

Alejandro de Bernardo