El ser humano no acostumbra a convivir bien con la duda y por eso todo lo que la ciencia no ha podido explicar a lo largo y ancho de la historia lo han explicado la mitología, las supersticiones y hasta la religión, el caso era poner luz -aunque fuera falsa o sólo una cuestión de fe- allí donde ni la lógica ni la ciencia daban respuestas. Desde esa perspectiva llevamos contando esta serie de leyendas canarias una semana tras otra.

Que el Teide corona Tenerife, las islas Canarias y España entera es algo que sabemos todos, que además convierte a Tenerife en la décima isla más alta del mundo es un dato más desconocido pero no menos importante. Pero ¿sabías que en el paraíso canario vive un demonio? Es el demonio Guayota y vive en el interior del Teide.

El origen de la leyenda protagonizada por este demonio hay que buscarlo en los antiguos pueblos aborígenes que habitaban Tenerife; ellos pensaban que en el interior de la tierra vivía un demonio maligno, se trataba de un ser malvado que asociaban al fuego y a los destructivos procesos volcánicos, el interior del Teide era entonces el infierno mismo.

Según la escasa documentación que se conserva en la que se habla de este demonio como por los restos que se han encontrado en el propio Teide, sabemos que los guanches hacían ofrendas a Guayota para calmarlo y evitar las erupciones del volcán; también cuenta que cuando la erupción era ya inevitable, los aborígenes canarios encendían hogueras por toda la isla para que si Guayota salía del volcán en la erupción pensara que seguía en el infierno y no se detuviera demasiado tiempo en la isla.

Pero hay una leyenda más moderna que cuenta que cuando Guayota se enfadaba, desataba un infierno de fuego y destrucción. Para calmar su furia, los oriundos de la isla de Tenerife dejaban ofrendas de artesanía y alimentos en la boca de las cavidades volcánicas, al pie de la montaña. Guayota se sentía celoso del adorado Magec, el dios Sol, por lo que le tendió una trampa y lo atrapó en el volcán, sumiendo al mundo en la oscuridad. Los guanches suplicaron a Achamán, el dios supremo, que interviniera y liberara al sol de su cautiverio. Tras una encarnizada lucha Achamán venció al maligno. Aprisionó a Guayota dentro del Teide y para que no escapara, taponó el cráter con un cono blanquecino coronando el volcán, conocido como el Pan de Azúcar. Se dice que Guayota nunca murió, y duerme desde entonces en el corazón del Teide esperando despertar.

Alejandro de Bernardo