Tengo una amiga superdisfrutona, de esas que exprimen la vida, visten sonrisa permanente y contagian buen rollo. Este pibón santacrucero, y la que tuvo retuvo, dejaba hace no tantas primaveras a la peña suspirando de aquella manera.

Por motivos que no vienen a colación, mi compi, lista donde las haya, se doctoró a lo largo de los años en Huequing y me introdujo en las bondades de esta filosofía vital que les recomiendo. No es otra cosa que hacer oídos sordos. O sea, un te oigo pero no te escucho.

Confieso que, al principio, me resistía como gato panza arriba a renunciar a poner los puntos sobre las íes. Las que somos de talla pequeña tenemos un puntito cañero que es directamente proporcional al espacio físico que ocupamos. Pero, al final, he acabado sucumbiendo a sus múltiples beneficios.

«Al final he acabado sucumbiendo a sus múltiples beneficios»

El Huequing es la capacidad de ignorar y no entrar al trapo cuando nos enfrentamos a la estupidez humana y se nos provoca en búsqueda de una reacción cuya única finalidad es la de hacernos sentir como el culo y ejercer de punching bag (bolsa de boxeo) del ego de la parte provocadora. Además, para practicar el Huequing necesitamos ignorar la connotación negativa que tiene la definición de hueco («espacio vacío dentro de un cuerpo»). Así visto, da un pelín de vértigo si lo aplicamos a un estado mental. Pero, en cualquier caso, respondería a una decisión razonada y fruto de una inteligencia emocional más que envidiable.

Si abrazamos este movimiento no tengo duda de que irá creciendo en popularidad a medida que vayamos soplando velas de cumpleaños.

Cuando una situación nos provoque una necesidad imperiosa de plantar un buen machango, valorémosla y decidamos si la opción Huequing es la más recomendable.

Pinta muy bien respirar profundamente, girar la cabeza echando los ojos pa tras sin que se nos note o cambiar de tercio con astucia, como si interpretásemos a cualquier personaje de la política nuestra. Diga lo que diga la persona impertinente de turno, hablaremos, manteniendo el tipo (eso siempre), de cualquier banalidad que se nos antoje, o en plan british, del tiempo.

Estoy sopesando patentar el concepto para promover una vida sana, feliz y ausente de Prozac. ¿Te apuntas?