Como estamos viendo en esta serie de leyendas, la conquista de Canarias, que duró prácticamente todo el siglo XV, llenó de episodios sobresalientes la primitiva historia particular de cada Isla: episodios que van desde el heroísmo de un pueblo y de unos caudillos individuales que se oponen al invasor, hasta los romances amorosos entre unas cuantas canarias aborígenes y otros tantos españoles conquistadores.

El episodio más sobresaliente de la conquista de La Gomera es, curiosamente, una historia, síntesis entre la heroica resistencia de un pueblo y un amor apasionado: la muerte de Hernán Peraza, señor de la Isla y amante de Iballa, a manos de los propios gomeros, ocurrida el 20 de noviembre de 1488, y que provocaría una funesta represalia, a consecuencia de la cual la población de la Isla quedaría más que diezmada, bien por muerte, bien por deportación de sus habitantes como esclavos.

Les cuento. Recién casados, don Hernán y doña Beatriz de Bobadilla se fueron -como Señores de la Isla- a la Gomera. No eran felices, porque él, mujeriego impenitente, estaba muy enamorado de lballa, una bella indígena que vivía con su madre en la cueva de Guahedún, más tarde llamada “La degollada del Conde”.

Para los gomeros suponía una ofensa grave la amorosa entrega de Iballa al Señor de la isla. Hartos del despótico y humillante gobierno, los gomeros decidieron acabar con el tirano. Tres de los jefes de la conspiración se reunieron en la “Baja del secreto”, una peña solitaria en el mar a pocos metros de la costa: allí, sin testigos molestos, tramaron el modo de llevar a cabo su criminal designio. El 20 de noviembre de 1488, se produjo el dramático desenlace. Hernán Peraza visitó una vez más a Iballa en su cueva. La madre de la amante que estaba con la conspiración, dio el aviso “dentro está”, que con silbos se repitió en la montaña. Aconsejado por Iballa, Hernán Peraza, para despistar a los asesinos vistió una falda, se cubrió la cabeza y con un cántaro salió de la cueva; no le valió la treta: fue descubierto nuevamente por la madre de Iballa y un gigantón de nombre Hautacuperche le metió un dardo por la espalda que lo mató. Los silbos gomeros llevaron la noticia por toda la isla: “Ya se quebró el gánigo -el cántaro de la leche- de Guahedún”, cantaron victoria. No contaban con la durísima represalia de doña Beatriz de Bobadilla. Pero eso se lo cuento en otra historia.

Alejandro de Bernardo