La curandera de las Mercedes

«Contra el dolor de espalda hazte un puñito empapado en laurel y lavanda»

En medio de una pandemia como la del coronavirus, en pleno impulso de las investigaciones científicas para encontrar una vacuna que sea capaz de inmunizar a la población mundial del avance de la Covid-19, las personas con habilidades curanderas siguen imponiendo las manos para sanar dolores. Rezan a los santos, a Jesús Nazareno o a la Virgen María. Son inmutables al paso del tiempo. Se encomiendan al Espíritu Santo para hacer el bien sobre quienes creen en su poder sanador, tan apegado a la tierra y al conocimiento antiguo de las hierbas y los ungüentos.

El masaje y el santiguado son las herramientas de María Encarnación Fernández, una mujer de 83 años, fuerte y llena de energía. Asombra al entrar en su concurrida casa de Las Mercedes. Dicen que posee una especie de poder sanador en sus manos, un don transmitido por la herencia de los genes, aunque en esta morada poco se habla de una ciencia como la Genética. Es algo que va más allá de la comprensión, que escapa de los análisis de un laboratorio. Asegura que cuando era niña, su abuela, que también era curandera, le detectó esta facilidad para hacer rezados. «El Señor es mi patrón y yo su empleada», asienta mientras sonríe.

Lo primero que llama la atención en su humilde vivienda, siempre abierta por la tarde, son las figuras de santos, vírgenes e imágenes de Jesucristo. No queda apenas espacio para albergar una imagen más. En una habitación espera María, quien descubrió desde muy pequeña que sus manos tenían el poder de curar e, incluso, detectar un cáncer. «Me gustaba curar. Recuerdo que una tía mía se hizo un corte con un machete mientras cortaba el tronco de una col y yo le pegué la carne poco a poco: dos días después ya había cicatrizado», dice con brillo en los ojos.

María lleva más de cincuenta años atendiendo sin apenas descanso. No cobra nada, solo la voluntad. Miles de almas sufridas se han acercado hasta ella. Y remedios tiene para todo. Cuando una mujer tiene problemas de estómago, de nervios o de estrés se le dice que tiene «las madres descompuestas» o, en el caso de los hombres, «el pomo virado». Ofrece santiguados con masaje para la embarazada, para buscar las palpitaciones y «llevarlas a la vida» (el ombligo), contra el mal de ojo, la erisipela, los herpes, el sol en la cabeza, la migraña o las carnes abiertas, así como para la culebrilla o el buche virado. «Hay que saberlo hacer y tener fe, porque si no tienes fe de nada te vale, aunque no me importa que quien venga a mí no tenga», explica.

Mucha gente cree en sus manos y dicen que sus masajes en las cervicales son «mano de santo». También los del cuello y para curar la lumbalgia. El boca oído funciona como la mejor campaña publicitaria.

«Contra el dolor de espalda hazte un puñito empapado en laurel y lavanda», recomienda María. Mientras que para curar el susto se debe ingerir una infusión de hojas de azahar y pasote. Y a las niñas y niños que presentan inquietud y llanto desconsolado se les debe «prender una defensita en el brazo, para evitar el mal de ojo», desarreglo que en adultos se da cuando aparecen «bostezos, cansancio, insomnio, malestar y náuseas». Habrá que apuntarse al rezado: «Jesús, Jesús, Jesús, mil veces Jesús. Donde Jesús te nombró, mas donde Jesús fue nombrado, mas todo mal y quebranto te quitó, todo mal y quebranto quitado».


Texto y foto: Maya Bencomo