Fotografía / SuAr – Vestuario Natalia / Alejandro García – Vestuario Emilio / Bounty – Joyería / Ana Esther – Peluquería y maquillaje Natalia / David Cea para Show Room Hairdresser

Natalia Hennet y Emilio de Ávila, como cualquier persona, necesitan a la gente para desarrollarse profesionalmente. La primera, especialista en protocolo y en organización de eventos, y el segundo, el relaciones públicas más conocido y querido de Tenerife, viven estos días con la esperanza de que volver a tocarse y besarse y abrazarse sea normal. Como recalca la tinerfeña, «ya es una cuestión de salud mental y emocional». Normal, entonces, que reciba con felicidad el nuevo aire que se respira: «No hay más que salir a la calle y ver las terrazas llenas. He notado una reactivación importante en el sector de las celebraciones y los eventos, y esto es una buenísima señal para la economía». Eso sí, una y otro, no podría ser de otra forma, apelan en esta escapada de la Covid-19 a la responsabilidad individual.

Para Emilio de Ávila los dos últimos años no han sido fáciles. Remarca que ha perdido numerosas ofertas de trabajo pero que, por fortuna, el escenario ha cambiado y que ahora disfruta más que nunca de la noche como vip manager de El Papagayo en Playa de las Américas y de sus múltiples compromisos sociales como profesional liberal. «¡Tenemos que volver! Necesitamos el cambio a la normalidad. La vida a los cincuenta pasa más rápido. El calor humano es esencial para sentirme joven», dice antes de traer a la memoria sus comienzos en el Ku de Santa Cruz de Tenerife en 1992, cuando solo tenía 17 años, y su larga trayectoria en la Galería Leyendecker.

EDV: «Necesitamos el cambio a la normalidad. La vida a los cincuenta pasa más rápido. El calor humano es esencial para sentirme joven»

Natalia Hennet, por su parte, se fue de la Isla pasada la adolescencia para formarse. Confiesa que tuvo la suerte de viajar mucho por varios países de Europa, Asia y América. Luego, en 2004, después de quince años de formarse y adquirir experiencia en el extranjero, una empresa de selección de personal la llamó para una entrevista de trabajo en la Isla, que ganó. Se trataba, ni más ni menos, de la jefatura de Protocolo del Cabildo de Tenerife, cargo que desempeñó durante quince años. «Fue una etapa maravillosa. Tuve el honor de servir en la institución más importante de Tenerife», recuerda. En la actualidad, como profesional independiente, ofrece servicios de asesoramiento. Trabaja mucho con el sector privado y tiene la suerte, apunta, de llevar «varios proyectos interesantes». Por otro lado, hace dos años arrancó con otra línea de negocio que le está trayendo muchas alegrías: «Es un proyecto que pone el foco en la salud física, la salud económica y la gestión del tiempo, dirigido, sobre todo, a mujeres emprendedoras que desean dar un salto cualitativo a sus vidas. Es un concepto para ganar en libertad».

Mientras Hennet aprovechó el confinamiento para desarrollar esta última iniciativa, a Emilio de Ávila, aunque le cueste reconocerlo, no le vino del todo mal pues aprovechó el parón para recuperarse de una neumonía bilateral que cogió en 2018 y que casi le cuesta la vida. «Me estaba muriendo y no lo sabía. Estuve cerca de un mes ingresado en el Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria», señala. Fue una experiencia que le sirvió para ordenar un poco su vida, desbordante siempre de energía, optimismo y positividad. Se trata, admite, de estar vivo, realidad palpable por la que todos los días da gracias.

NH: «Ahora disfruto de una calidad de vida que no tenía en etapas anteriores. Dispongo de tiempo para la familia, sobre todo, para mi hija, Arianne»

Durante estos últimos años Natalia Hennet también tuvo que sobrellevar la enfermedad, en su caso a través del cáncer que sufrió su marido, el reconocido cocinero Carlos Gamonal. «Ya se encuentra totalmente recuperado y el restaurante El Drago va muy bien», subraya, a la vez que añade que su marido aprovechó el parón para escribir y publicar una novela.

Coca Cola caliente

Recientemente nombrado comendador de la Orden del Honor Imperial de México, Emilio de Ávila está feliz y luce bermudas (no quiere hacerse mayor) sin perder el estilo y la poética que le caracteriza. Si  no, dejaría de ser él («Soy el yo que yo quiero, no el que quieren los demás»). Le encanta estar tirado en la playa y en su cama con su madre Kika y su perro Bang Bang mientras disfruta de un sándwich de jamón y queso con Coca Cola caliente. Ja, ja, ja… Eso es lo que le gusta. Fiel a sus principios, se siente querido y es un romántico aunque el amor y él, confiesa, son incompatibles.

La vida vuelve por sus fueros, pero tras verle las orejas al lobo hay cosas que han cambiado. Natalia Hennet lo tiene claro: «Ahora disfruto de una calidad de vida que no tenía en etapas anteriores. Dispongo de tiempo para la familia, sobre todo, para mi hija, Arianne, que aún es pequeña. Es mi mayor lujo». Además, revela que se ha vuelto muy hogareña. «Nos encanta disfrutar en nuestra finca de Tacoronte. Allí reunimos a amistades y familia, y es donde mejor lo pasamos», afirma con una gran y serena sonrisa.

Natalia y Emilio tienen ganas.