La noticia acerca de la última voluntad de la reina de Inglaterra sobre las joyas con las que debía ser enterrada no pasó desapercibida. Al final fueron su alianza matrimonial y unos pendientes de perlas. Desde la época de Cleopatra, reina de Egipto y amante de Julio César, que disolvía perlas en vinagre para después presumir de haberse bebido una fortuna, hasta la fascinante historia de la perla Peregrina, que durante siglos fue la joya representativa del imperio español, no ha habido monarquía que no haya lucido estas valiosas gemas como símbolo de estatus. Afortunadamente, con la creación de las granjas de cultivo de ostras, popularizadas en Japón en el siglo XX, las perlas han dejado de ser joyas inalcanzables por su precio. Eso sí, siguen encandilando por su belleza… y compañía. Incluso, hasta en el último descanso.