Como les he ido contando, en Canarias y, especialmente en la isla de La Palma, muchas  leyendas y fábulas dan nombre a lugares, zonas, barrios y calles. Hoy nuestra historia, nos lleva a Mazo y es de su cronista oficial -Félix Duarte- de quien les traigo este relato en el que una mujer y un asesinato dan nombre propio a rincones de la isla.

En la Villa de Mazo, con nombre aborigen Tigalate, vivía la princesa Arecida, mujer hermosa y de raza pura, hermana del capitán Gerehagua jefe de Belmaco y de todo Tigalate.

Arecida era amiga de un cristiano herreño de nombre Jacomar y juntos bajaron a la costa donde se encontraron castellanos que venían en busca de agua y alimentos. Estos apresaron  a los dos amigos para su posterior venta como esclavos.

Jacomar informó a los castellanos que él era cristiano y que no podía ser vendido como esclavo. Ante tal tesitura y en la desconfianza del momento, le pidieron que –para demostrar la veracidad de sus palabras- asesinara a Arecida. Sin dudarlo, éste asestó varias puñaladas a la princesa dándole muerte en el lugar.

Al cabo de unos años (sobre 1445), Jacomar vuelve a La Palma y hace amistad con un aborigen de su misma edad, Tiramazán, al que cuenta la historia del asesinato sin darse cuenta de que, ese hombre, era el enamorado de Arecida.

Tiramazán desde que descubrió al asesino de su amada tramó la venganza y le dio muerte sin contemplación alguna.

La princesa era tan querida y admirada en la isla, que dio nombre a un pago de Tijarafe: “Arecida”; y su vengador dio nombre a una montaña y a una fuente de la Villa de Mazo: “Tiramazán”.