Cuenta la leyenda que en la zona denominada La Galga, actual municipio de Puntallana, en la isla de La Palma, donde destacan sus imponentes riscos, vivió en otros tiempos un valiente y osado pastor. Este quedó prendado de una hermosa joven que ignoraba todas sus pretensiones hacía ella. No obstante, el muchacho no cejaba en su empeño de cortejarla; sin embargo, la hermosa joven mantenía una total indiferencia y obsequiaba al pretendiente con repetidos desplantes.

La agraciada dama, agobiada por la constancia del pastor en conseguir su corazón, quiso probar su amor pidiéndole un imposible y así liberarse, de una vez por todas, de sus cortejos. Para ello, le pidió que antes de ser su esposa, debía acercarse al precipicio y, apoyando sus manos en su lanza (vara con la que los pastores canarios esquivan las dificultades orográficas), sorteara los abismos tres veces con su cuerpo sin caer.

El valor y la destreza del amante quedaron patentes en los dos primeros saltos; pero, en el tercero, cuando se encomendó a su dama, escaso ya de fuerzas, no se apoyó en tierra firme despeñándose en las profundidades del barranco.

El amor le cegó y murió por conseguirlo; su cuerpo nunca se encontró. Ella perdió la cordura y lloró todos los días que le restaron de vida.

Desde entonces, la gente del lugar para recordarlo, llaman al risco El Salto del Enamorado.


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