¿Nunca han paseado por un parque de nuestras ciudades, y han observado un árbol con enormes bultos en su tronco? Quizá hayan pensado que el árbol está enfermo, o que ha sido atacado por una plaga. Y así es. Pero lo que no habrán pensado es que es un individuo transgénico. No se ha escapado de ningún laboratorio. Es fruto de la naturaleza.

Existe una bacteria que ataca las plantas, llamada Agrobacterium tumefaciens. Esta bacteria tiene un mecanismo para sobrevivir muy inusual. Para ganarse la vida, la bacteria, una vez dentro de los tejidos de un árbol, inserta una pequeña porción de sus propios genes dentro de las células de la planta. Estos genes, tienen 2 instrucciones muy concretas: reproducirse descontroladamente, y producir un aminoácido muy concreto. La bacteria se alimenta de ese aminoácido. Es decir, la bacteria hackea la biología del árbol anfitrión para vivir a su costa.

A todos los efectos, la bacteria ha modificado genéticamente al árbol, es decir, lo ha convertido en un transgénico, a todos los efectos. Podemos definir organismo transgénico como aquel al que se le ha incorporado genes de otra especie. En este caso, genes de una bacteria en un árbol.

La tecnología para crear OGM (Organismos Modificados Genéticamente) no es muy diferente a este proceso que acabo de describir. Es más, se descubrió gracias a observar a la susodicha bacteria y la utiliza como herramienta de laboratorio. Los seres humanos lo único que hemos ingeniado es la manera de cambiar los genes que inserta la bacteria. Por lo tanto, podemos insertar un gen de medusa, de rana o de persona. Realmente la maquinaria no acusa la diferencia entre insertar un gen u otro, independientemente de la fuente.

El uso de transgénicos tiene muchas controversias y se halla en un enconado debate de posiciones a la vista irreconciliables. Y no es porque los transgénicos estén exentos de problemas. Hay problemas en cuanto a las patentes, al uso y propiedad de las plantas y animales fruto de esta técnica, no muy diferentes, por cierto, a los de los fármacos. Pero la “antinaturalidad” de los transgénicos no debería ser un argumento, ya que realmente, es algo que se da en la naturaleza.

Carlos Clavijo Pacheco