Vocación para la felicidad. Porque vivimos diciembre con sus largas noches nochebuenas de brindis y alegrías y se nos viene encima el 2023 y parece que fue hace siglos que estuvimos confinados y que las guerras se cronifican hasta el punto de no suceder y porque parece que fue ayer que las cosas no nos iban tan bien, aunque la luz nos cueste un ojo de la cara y los bancos rejodan con las subidonas hipotecas. Tras el cristal de una copa el trago musical de un buen vino tinto, o el burbujeante espíritu de celebración cuando sube y baja el cava o cuando de nuevo nos ponemos elegantes, largo vestido de gala, maquillaje sombra aquí sombra allá o esmoquin por fin sin mascarilla porque este fin de año se merece todas las uvas todas, al menos 24, por las 12 que nos hurtó aquel año pandémico y pendenciero.

Y se abrirá la luz del uno de enero para dejarnos resaca con modorra y un poco más de olvido, porque se fue 2022 sin pena ni gloria, pero hay lote en los oscuros parques adolescentes, lotería de Navidad y lotería del Niño y esta vez vendrán los Reyes Magos de Oriente en camello, helicóptero y camiseta corta porque las veleidades del cambio climático ya no las borramos tan fácil, isobaras desnortadas.

«Llenen las cestas navideñas con productos locales de cercanía porque así conservamos nuestros preciados paisajes»

Vocación para la felicidad, porque solo se vive una vez, así que hagan el amor y no la guerra, que lo antiguo sigue de moda vintage, y llenen las cestas navideñas con productos locales de cercanía porque así conservamos nuestros preciados paisajes, nortes y sures de nuestra turística industria. Yo ya me agencié todo lo bueno de mi tierra meridiano herreño: quesadillas, higos pasados, vino, piña tropical para las pesadas digestiones y pescado fresco, que en mi pueblo restinguero se pesca a diario y yo voy a ponerme morado.

Y a sus majestades los Reyes pónganles por escrito y sin faltas de ortografía, después de la salud, regalos varios que nos den chute alegrón, pero comprados en el comercio local, porque si a tu vecino le va bien a ti también, majadero/a. Vocación para la felicidad y pónganle a la vida un poco de prisa, prisa que no es otra cosa que orden, porque el tiempo siempre se acaba. Todo lo que quiero hacer, montar en moto, viajar a qué sé yo, escribirle a esa persona, en fin, ni de coña dejar para mañana lo que podamos hacer hoy. Hoy es siempre. El tiempo, todos los engaños. La vida corre en presente y siempre madruga. Vocación cotidiana para la felicidad. No hay más. Yo, tú, él, nosotros somos.