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País atormentado

Recuerdo que, antañazo, este país era alegre y despreocupado. Pero se ha dado la vuelta a la tortilla y España es un territorio atormentado, vengativo, ruin, hasta traidor. A mí ya no me gusta España. Si fuera más joven viviría en Portugal, donde la gente sonríe y es amable; o en Italia en donde también se pagan menos impuestos y brilla la misma luz. He llegado tarde, pero aconsejo a mis hijas que se manden a mudar; lo que pasa es que ellas son más patriotas que yo. El concepto de patria se me ha borrado de la mente y hasta me cago en la inteligencia artificial, que acabará con todo. Internet es una maravilla, pero también ha servido para que nos engañen los laboratorios, cuyos dirigentes son unos sinvergüenzas universales y nos intoxican, ya no con sus mejunjes impresentables, sino combatiendo al medicamento bueno que fabrican los otros, con tal de vender los suyos o de arruinar al competidor, a costa de la salud de las personas. Es imposible que a la Internet la regule nadie, porque ya ha devorado nuestras voluntades y es la dueña absoluta del planeta. Fíjense que mandan hasta los youtubers, la mayoría de ellos analfabetos funcionales, que te colocan la mercancía que quieran, aunque lo que recomiendan sea muy malo. Pero nos ha tocado, ya en el ocaso, soportar todo esto a los de mi generación, acabada y desanimada, cansada y aburrida. Los pequeños detalles ahora no sirven para nada, por eso uno valora alguna que otra reunión de amigos, donde se recuerda el pasado, que siempre fue mejor. Es la pequeña dosis de gasolina que uno necesita para sobrevivir, el estar rodeado, aunque sólo sea en una noche larga de buenos amigos. Todavía no han podido con el Etiqueta Negra, ni con el Möet Chandon. Pero todo se andará.

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