El pasado martes 16 de julio, la ciudad de Nueva York fue testigo de un fenómeno celeste extraordinario: una bola de fuego cruzó el cielo en pleno día, aproximadamente a las 11:00 a.m. Este evento inusual atrajo la atención de numerosos testigos, quienes no solo observaron la brillante estela del meteoro, sino que también reportaron haber sentido temblores.
La NASA, a través de su organización Meteor Watch, confirmó que se trató de un meteoro que ingresó a la atmósfera terrestre a una velocidad de aproximadamente 54,000 km/h. El meteoro fue visible a unos 78 kilómetros de altura cuando comenzó su descenso en un ángulo de 18 grados. Durante su descenso, pasó cerca de un ícono de la ciudad, la Estatua de la Libertad, antes de desintegrarse completamente a unos 46 kilómetros de altura.
A pesar de la espectacularidad del evento, no se recuperaron fragmentos del meteorito, ya que se desintegró antes de llegar al suelo. Sin embargo, los temblores y ruidos asociados al avistamiento no fueron causados por el meteoro en sí, sino que se atribuyeron a actividad militar en el área en el momento del suceso.
Muchos se preguntaron si la NASA tenía conocimiento previo de la llegada de este meteoro. En una aclaración posterior, la organización Meteor Watch explicó que, aunque rastrean grandes asteroides que podrían representar un peligro para la Tierra, es extremadamente difícil detectar rocas más pequeñas hasta que ingresan a la atmósfera y se convierten en meteoros o bolas de fuego. Estas pequeñas rocas, como la que produjo el evento en Nueva York, suelen tener solo un pie de diámetro y no sobreviven al descenso completo hasta el suelo.