Los científicos llevan años advirtiendo de que no todos los objetos peligrosos para la Tierra son visibles con nuestros telescopios. Ahora, un estudio publicado en Astronomy & Astrophysics pone el foco en un grupo casi invisible: los asteroides coorbitales de Venus, cuerpos que viajan alrededor del Sol siguiendo prácticamente la misma trayectoria que el planeta vecino. Aunque parecen inofensivos, los científicos creen que algunos de ellos podrían desviarse y cruzar la órbita terrestre.
Venus no es precisamente el lugar ideal para buscar rocas espaciales. La cercanía al Sol hace que la observación desde la Tierra sea casi imposible: el resplandor solar oculta lo que ocurre en esa zona del sistema. Valerio Carruba, astrónomo de la Universidad Estatal de São Paulo, recuerda que los científicos tienen un verdadero punto ciego en esa franja del cielo. Y en ese vacío podrían esconderse asteroides de hasta 300 metros de diámetro, capaces de liberar una energía similar a cientos de megatones en caso de impacto.
Las simulaciones computacionales realizadas por el equipo muestran que algunos de estos cuerpos podrían permanecer estables en la órbita de Venus durante unos 12.000 años antes de experimentar transiciones orbitales que los lleven a cruzarse con la trayectoria de la Tierra. Para los científicos, se trata de una posibilidad lejana, pero suficientemente preocupante como para incluirla en los planes de defensa planetaria.
Lo que los telescopios de los cientificos no alcanzan a ver
Los científicos han detectado hasta ahora apenas una veintena de asteroides de este tipo, pero todos presentan órbitas muy excéntricas, lo que en algunos momentos del año los hace visibles. Sin embargo, la gran mayoría seguiría trayectorias mucho más circulares y permanecería invisible durante meses o incluso años.
Ni siquiera el Observatorio Vera C. Rubin, que se estrena con tecnología puntera en Chile, puede ayudar demasiado. Los científicos recuerdan que estos objetos solo podrían ser observados durante una o dos semanas al año, cuando alcanzan un ángulo favorable respecto al horizonte. Por eso, los expertos ven como única salida las futuras misiones espaciales, como el telescopio NEO Surveyor de la NASA o la misión Crown de China, diseñados para vigilar desde órbita las cercanías solares.
Científicos indagan en el origen de estas rocas
El misterio no se limita a su trayectoria: también se investiga su procedencia. Algunos científicos sugieren que estas rocas se formaron originalmente en el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter, pero que fueron desviadas hacia el interior del sistema solar por la influencia gravitatoria de Júpiter. Una vez dentro, quedaron atrapadas temporalmente en la zona de resonancia de Venus.
Estas capturas, según explican los científicos, no son eternas. Pasados miles de años, los cuerpos pueden terminar expulsados del sistema solar, precipitarse hacia el Sol o desviarse hacia rutas más cercanas a la Tierra. En ese último escenario radica la preocupación: la imposibilidad de rastrear de manera constante algo que podría suponer un riesgo real.
Aunque el estudio no afirma que exista un peligro inmediato, la advertencia es clara: la defensa planetaria no puede limitarse a lo que los telescopios muestran. Los científicos recuerdan que los impactos cósmicos han marcado la historia de la Tierra y que el simple hecho de no ver estos objetos no significa que no existan.
Hasta ahora, la estrategia global contra asteroides se centra en el seguimiento de objetos cercanos a la Tierra con trayectorias claras y visibles. Sin embargo, los científicos insisten en que este nuevo escenario exige ampliar el campo de vigilancia y considerar las “zonas ciegas” que rodean al Sol.