Una nueva investigación arroja luz sobre una situación anómala detectada en pacientes de COVID, en la que presentan niveles de oxígeno extremadamente bajos, lo suficiente como para poner en peligro su vida, pero no dan muestras de disnea, la dificultad respiratoria. Esta condición se conoce como hipoxemia silenciosa o silente, aunque se ha popularizado en los países anglosajones bajo el impactante apodo de ‘hipoxia feliz’ («happy hypoxia») porque el paciente no presenta ni el sufrimiento ni la angustia normalmente asociados a la falta de aire.
Este fenómeno es «especialmente desconcertante para los médicos, porque desafía a la biología más elemental», valora el Dr. Martin J. Tobin, especialista en cuidados intensivos y neumología, e investigador de la Stricht School of Medicine de la Universidad Loyola de Chicago (EEUU). El estudio que ha liderado ha sido publicado en la última edición de la revista American Journal of Respiratory and Critical Care Medicine e incide en que conocer la ‘hipoxia feliz’ ayudará a evitar intubaciones y conexiones a respiradores innecesarias de cara a la segunda ola de infecciones por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 que puede estar por venir.
«De hecho, en algunos casos, el paciente está tan tranquilo y usando el teléfono en un punto en el que el médico ya ha decidido la intubación endotraqueal para conectarlo a un respirador mecánico, que aunque tiene potencial para salvar vidas, también acarrea sus propios riesgos», recuerda Tobin. Algo que advertían los especialistas a EL ESPAÑOL durante el pico de demanda de estos aparatos por la pandemia era que «cuánto más tiempo se pasa con un respirador, más difícil es quitarlo» porque el propio cuerpo se acostumbra a la ventilación mecánica.
Para el nuevo estudio, se incluyeron 16 personas que habían contraído COVID-19 y presentaban niveles muy bajos de oxígeno, tanto como un 50% cuando la saturación del oxígeno en sangre en circunstancias normales está entre el 95 y el 100%, pero a los que no les faltaba el aliento ni sufrían de disnea. Lo que pudieron observar los investigadores que «una serie de mecanismos fisiopatológicos sirven para explicar la mayoría, sino todos, los casos de hipoxemia silenciosa». Eso abarca la valoración inicial de los niveles de oxígeno del paciente con un oxímetro de pulso.
«Este aparato es considerablemente preciso cuando los registros de oxígeno son altos, pero exagera marcadamente la severidad de los registros bajos», explica Tobin. «Otro factor es cómo el cerebro responde ante los niveles bajos de oxígeno. A medida que se va reduciendo en los pacientes con COVID-19, este órgano principal no se ve afectado hasta llegar al punto crítico, momento en el que al paciente le empieza a faltar aire». Además, más de la mitad de los pacientes tenían bajos niveles de dióxido de carbono en sangre, lo que a su vez podría atenuar los efectos de la falta de oxígeno.
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