Uno de los aspectos más conocidos de Estados Unidos en el mundo son las extrañas leyes que persisten hasta la actualidad en algunos estados o ciudades. Esta semana se ha hecho popular una nueva ley del estado de Nueva York por haber provocado muecas de incredulidad en todo el mundo.
Desde ahora, los menores de 21 años no podrán comprar botes de nata montada, la misma restricción que existe para que compren tabaco o alcohol.
Aunque puede parecer una ley delirante, responde a una preocupación muy actual: algunos jóvenes han aprendido a drogarse con estos utensilios y los riesgos asociados son bastante peligrosos. Pero, ¿es cierto que tenemos en los supermercados o en nuestras propias casas una potente droga al alcance de nuestras manos?
Si compramos un bote de nata montada en spray y vamos a su listado de ingredientes podemos observar que lleva un aditivo conocido como gas propelente o E942.
Este aditivo no es otra cosa que el óxido nitroso (N2O) —de hecho, algunos de estos productos lo ponen directamente entre sus ingredientes como “gas propulsor N2O”— que se conoce de manera común como el gas de la risa.
Este químico tiene muchas aplicaciones y, concretamente, en el caso de la nata sirve para que pase de crema a espuma.
Cuando utilizamos uno de estos sprays el óxido nitroso ayuda a propulsar la nata, darle su consistencia espumosa y escapa en la atmósfera; no hay peligro en su uso.
Sin embargo, algunos jóvenes han dado con la forma de sacar el recipiente de N2O y usarlo como droga recreativa, dejando intacto el contenido de nata. Ahora, quien venda nata montada en spray en el estado de Nueva York a menores de 21 años y sea descubierto tendrá que pagar una multa de 250 dólares si es su primera vez y de 500 dólares si ha reincidido.
Las personas que consumen este gas de manera recreativa buscan experimentar un pico de euforia y la famosa risa que le da el nombre coloquial a esta droga.
Está considerada popularmente como una droga muy poco peligrosa, cuyos efectos, además, duran poco tiempo. Sin embargo, su consumo puede llegar a causar graves daños en la salud: “Para empezar, si se toma el gas directamente del recipiente puede quemar los labios, la lengua, la garganta e, incluso, los pulmones, porque se conserva muy frío”, explica Gorka Allende, farmacéutico.