En un hallazgo fascinante, una microavispa hembra, que vivió hace unos 100 millones de años, fue descubierta en un trozo de ámbar birmano. George Poinar Jr., quien forma parte de la Universidad Estatal de Oregón en calidad de cortesía, lideró la investigación. Junto con él, Fernando Vega, un investigador autónomo de Silver Spring, Maryland, quedó intrigado por una particularidad en la anatomía de la avispa: unas «nubes» adheridas a sus antenas.
El descubrimiento dejó perplejos a los científicos ya que, en palabras de Poinar, «no pudimos identificar ningún insecto, ya sea extinto o contemporáneo, con tales estructuras en sus antenas». Esta anomalía llevó a Poinar a plantearse la cuestión de cómo este insecto era capaz de volar con ese aparente peso adicional.
Las microavispas, para aquellos no familiarizados con el término, son aquellas que, cuando alcanzan la madurez, miden menos de 2 milímetros. Poinar señala que hay miles de especies actuales de estos parásitos minúsculos, agrupadas en varios géneros. Son importantes aliados para los agricultores, ya que algunos tipos de microavispas ayudan a controlar las cochinillas, que pueden dañar los cultivos. La ciencia cada día nos sorprende más con avances que nos muestran la historia de nuestro planeta.
Este ejemplar en particular, que mide apenas 1.3 milímetros, presenta características que lo hacen destacar. Poinar apuntó a sus antenas compuestas por 15 segmentos, una peculiar hendidura en el centro de su cabeza y rasgos distintivos de sus alas que la diferencian de otras microavispas conocidas. Sin embargo, las misteriosas «nubes» adheridas a sus antenas son las que han capturado realmente la atención, llevando a Poinar a comentar que «sin duda, debieron ser una carga para este parásito diminuto».
Con la ausencia de estructuras similares en otros insectos, los investigadores se quedan con el desafío de adivinar cuál podría ser su propósito o naturaleza. Poinar especula que «podrían ser diminutas semillas, quizá exudados vegetales o incluso huevos de una especie que la microavispa estaba parasitando». Una pista podría ser la cochinilla macho encontrada en el mismo pedazo de ámbar, lo que sugiere que la avispa pudiera haber estado parasitando cochinillas.
La ciencia investiga este insecto
El misterio de estas estructuras antenales es lo que mantiene el estudio de organismos extintos tan cautivador y complejo, resaltando la emoción de descubrir características dominantes y únicas en seres del pasado.
Para conmemorar este hallazgo, el nuevo espécimen ha sido bautizado como Caradiophyodus saradae. La etimología del género proviene del griego, combinando las palabras para ‘cabeza’ y ‘hendidura’, mientras que el nombre de la especie rinde homenaje a su colega, la científica Sarada Krishnan. Es un testimonio más de cómo los descubrimientos de la naturaleza, preservados en ámbar, siguen desvelando los secretos de la historia de la vida en la Tierra.