La OMS está preocupada, y no le falta razón, los pacientes contagiados de COVID-19 obligados a compartir cama en el hospital, enfermos atendidos a las puertas de los centros sanitarios y piras funerarias en crematorios improvisados en mitad de la calle. Es el dramático escenario en el que la pandemia de coronavirus ha sumido a India en las últimas semanas y que ha provocado que el mundo entero vuelva la mirada al país con preocupación. Además de por el desbocado aumento de los contagios, las alarmas han saltado ante la posibilidad de que este incremento fuera de control obedezca a la nueva variante del SARS-CoV-2 detectada en este estado asiático.
Al respecto se ha pronunciado la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ha reconocido que la ya conocida como variante india del coronavirus, la B.1.617, podría estar detrás del gran auge de la pandemia en el sur de Asia. En este sentido, el último informe epidemiológico de la institución apunta que puede ser más contagiosa y resistente a algunas vacunas y tratamientos, de acuerdo con indicios arrojados por varios estudios de laboratorio.
Este comportamiento tan raro de la versión B.1.617 del virus -que la OMS califica «de interés» y no «de preocupación»- responde a tres de las 15 mutaciones que presenta, según la organización: la L452R, P681R y E484Q. La primera de ellas se ha identificado en otras variantes, en las que se ha asociado con un aumento de la transmisibilidad y una reducción de la neutralización mediante ciertos tratamientos con anticuerpos monoclonales.