Se sabe que la Basílica de Candelaria está asentada sobre lo que fue el cementerio municipal de Candelaria, pero pocos podían imaginar que aquellos restos humanos que no fueron reclamados en su día hoy reposen en el interior de las grandes columnas del santuario de la Patrona de Canarias.
El prior de la Virgen de Candelaria, José Ramón Enjamio, recordó que “todo lo que se pudo recuperar de los restos se introdujo en las grandes columnas, tras ser saneados”, mucho antes de la inauguración en 1959 del templo consagrado oficialmente como basílica menor en el año 2011, aunque recuerda el historiador y cronista oficial de Candelaria, Octavio Rodríguez, que “desde mucho antes ya tenía la consideración de basílica”.
El cronista del municipio señala que no solo se enterraban los muertos ahí, sino que “se enterraban en muchos sitios, como en la cueva de San Blas, la capilla y en la iglesia de Santa Ana, donde hay miles de personas enterradas”, hasta que en 1919 se inauguró el cementerio de Santa Sabina, que hoy es el principal de Candelaria, junto al de Igueste y Barranco Hondo.
Hasta 1835 todos los enterramientos se realizaban en los templos, hasta que se abrió de nuevo el cementerio provisional hasta 1843, que ya estaba cercado con un muro de piedra seca, hasta que fue clausurado al trasladarse a las ruinas de la inacabada Basílica de la Virgen de Candelaria, donde continuó durante muchos años. El cementerio antiguo solo volvió a utilizarse esporádicamente y en cortos períodos coincidiendo con algunas epidemias.
Señala Octavio Rodríguez que el actual camposanto de Santa Sabina se impulsó después de la total saturación del viejo cementerio del Convento, como consecuencia de la epidemia de gripe, y su ubicación no adecuada en el casco de la población, obligó a agilizar los trámites y acelerar la apertura del nuevo cementerio. Por ello, el 10 de ese mismo mes de diciembre de 1918 el gobernador civil de la provincia, Joaquín Santos y Ecay, se dirigió al obispo de la Diócesis, Gabriel Llompart y Jaime, en una larga memoria confeccionada por la Inspección Provincial de Sanidad, planteándole una posible solución para clausurar el viejo cementerio y poder abrir el nuevo, pero lo restos que no fueron reclamados allí se quedaron hasta que fueron introducidos en las columnas del templo.
Comenta el rector de la Basílica, José Ramón Enjamio, que “durmieron en el Señor”, cuando se refiere al deposito de esos restos humanos en las columnas.
En la Basílica también están enterrados los principales impulsores de la misma, el obispo Bartolomé García Jiménez, que fue quien primero la levantó en 1668 y el obispo tinerfeño Domingo Pérez Cáceres, quien culminó el azaroso proceso de construcción en 1959. La gran lápida del clérigo güimarero se encuentra justo en el centro del templo, a los pies del camerino de la Virgen, desde que falleciera (1961) dos años después de abrirse al público la Basílica que conocemos hoy.
Un largo proceso
Desde el traslado de la Virgen que apareció sobre en torno al año 1400 en la playa de Chimisay (hoy El Socorro) a Chinguaro y luego a la Cueva de Achbinico (ya en Candelaria), varios han sido los templos que han custodiado a la imagen de la patrona canaria, desde 1526, el primer templo y luego, en 1534, en el convento, señala Octavio Rodríguez.
Pero el primer gran santuario en honor a la virgen morenita fue impulsado por el obispo de Canarias, Bartolomé García Jiménez Rabadán en 1668 y concluido en 1672. Era un edificio amplio y de tres naves con una alta torre, dicho templo desapareció como consecuencia de un incendio acaecido el 15 de febrero de 1789.
Los frailes dominicos iniciaron la reconstrucción del templo y del convento de forma inmediata, trasladando provisionalmente a la virgen a un ala del convento en 1803, a la espera de concluir el nuevo santuario. Pero en 1819 se paralizan los trabajos por falta de fondos.
En 1826 desaparece la imagen original de La Morenita debido a unas fuertes lluvias y un aluvión de piedras corriendo por el barranco de Tapia, se lleva también el castillo de San Pedro y a ocho personas que residían allí. A la imagen se le busca por todo el sur, pero no se da con ella. Comenta Octavio Rodríguez que se trata de sustituir con la copia que el Conde de La Gomera tenía en Adeje, pero los adejeros se niegan, igual que hacen los güimareros con la imagen de El Socorro. Finalmente, se decide colocar un cuadro -hoy en Arafo- hasta que en 1827 el escultor Fernando Estévez realiza la actual imagen, que inicialmente no es bien aceptada por los candelarieros. Fue en 1889, con la coronación canóniga de la imagen, “en el acto más grandioso que se recuerda en Canarias”, relata Octavio Rodríguez, cuando se le comenzó a “tomar cariño”.
En 1836 los dominicos se vieron obligados a abandonar Candelaria debido a la Desamortización de Mendizábal, lugar al que retornaron el 9 de julio de 1922. Entonces se reanudaron las obras de la basílica, pero en la parte alta del risco de La Magdalena. El propósito era evitar los riesgos derivados de cualquier temporal, pero se desestimó por la inestabilidad del terreno. Todavía hoy quedan los muros de aquella inicial obra.
Así, las obras de construcción del actual templo se pospusieron en distintas ocasiones y por diversas razones tuvieron que paralizarse: por la crisis económica de 1931 tras la proclamación de la Segunda República y más tarde por la Guerra Civil española y la Segunda Guerra mundial.
Finalmente, 12 años después, en 1948, el obispo Domingo Pérez Cáceres promovió la construcción de un gran templo encargando las obras al arquitecto tinerfeño José Enrique Marrero Regalado y promoviendo la implicación de la sociedad y de las autoridades para culminar esta obra.
En 1949 la basílica comenzó a construirse, la dirección facultativa se unió al sentir popular de realizar donaciones y limosnas que sirvieran para sufragar los gastos de la construcción del ansiado santuario, llegando donativos de toda Canarias.
El 1 de febrero de 1959 la basílica fue consagrada en una gran ceremonia religiosa por el Nuncio de Su Santidad en España, Monseñor Ildebrando Antoniutti y por el obispo Domingo Pérez Cáceres.
Tras su consagración, la Basílica de la Patrona de Canarias se fue enriqueciendo y ampliando: el camarín de la Virgen, la construcción de la capilla votiva a la Virgen (1972), la capilla del Sagrario, la colocación de un reloj nuevo para la torre (1971), la instalación del sistema acústico (1973), la colocación de pintura mural de la Eucaristía realizada por José Aguiar para la Capilla del Sagrario (1976), la nueva sala-velero para promesas y la sala-exposición de exvotos y recuerdos de la Virgen (1983), la instalación de megafonía (1987), la colocación de un reloj carrillón (1990), la remodelación de la capilla penitencial (1993). El 19 de abril de 2005 la Santa Iglesia Basílica de Nuestra Señora de la Candelaria fue declarada Bien de Interés Cultural de Canarias (BIC) y, finalmente, el 24 de enero de 2011, el papa Benedicto XVI la consagra como Basílica Menor.