Artículo escrito por Javier Busquets
No sé tú, pero a mí todavía me asombra. Me asomo a la ventana o abro la puerta de casa y casi no me puedo creer que estemos encerrados por culpa de una pandemia a nivel global.
Las ciudades llenas de calles vacías. El personal sanitario, los cuerpos de seguridad del estado, los transportistas y otras muchas “pocas personas” jugándose la vida para que podamos sobrevivir a la enfermedad (y a la cuarentena). La gente aplaudiendo desde sus ventanas y balcones. Montones de personas muriendo solas, sin poder ser visitadas por sus familiares y amigos. El mundo (humano) detenido, mientras el planeta respira y se recupera de su habitual frenesí. La añoranza de todo aquello que ya teníamos y que dábamos por sentado.
¡Lo que daríamos ahora por ir a tomar una cervecita o dar un paseo por la playa!
Nuestro mayor problema, como seres humanos, es a la vez nuestra mayor fortaleza: el
inconformismo. Nos quejamos de lo que ya (o aún no) tenemos, en lugar de disfrutar de las cosas que sí tenemos ahora mismo.
¡Me aburro!
¡Quiero salir!
¡Quiero ver a mis seres queridos!
Antes tenías la posibilidad de hacerlo y no lo valorabas. Y cuando todo esto pase, porque
pasará, echarás de menos poder tener tiempo libre para ti, poder levantarte de la cama y
acostarte a la hora que te dé la gana, poder sentarte a leer un buen libro o hacerte una
maratón de una temporada completa de tu serie favorita, esa que antes no podías ver por falta de tiempo libre. Y si estás encerrado en la misma casa que tu pareja, o tus hijos, o tus padres, tal vez te lo estás perdiendo por enfocar tu mirada en lo que no tienes.
Y ahora me dirás: sí, entiendo lo que dices, pero ¿a qué viene el título de este artículo? ¿Qué tiene que ver esto con un título que dice “superhéroes sin capa”? Si estás pensando en que me refiero a los sanitarios (o a los dependientes de supermercado que siguen trabajando para que tú sobrevivas a esto), no es así. Por supuesto que pienso que lo son, pero su valentía y nivel de heroicidad no son los propósitos de este texto, el héroe sin capa al que me refiero es a ti, sin importar si eres una de esas personas que se están jugando la vida cada día trabajando ahí fuera o de si llevas casi dos meses lamentándote de tu suerte tirado en el sofá.
Sí, eres un superhéroe, pero llevas tanto tiempo absorbido por la rutina y las obligaciones, que se te ha olvidado en qué consiste vivir. Cada día te levantas cargado de obligaciones y te las llevas contigo allá donde vayas, hasta que por fin te deslizas bajo las sábanas de tu cama y te fundes con la nada. Y entonces suena el despertador y todo comienza de nuevo.
¡La vida no puede consistir solo en eso!
No digo que dejes de lado tus obligaciones (solo aquellas que no sean realmente necesarias
para ti), lo que digo es que dejes de quejarte; lo que digo es que valores lo que tienes; lo que digo es que seguramente has alcanzado la maestría en sobrevivir, y eso está genial, pero si te has olvidado de la otra parte, de vivir, es que hay algo que no estás haciendo bien.
Te hablo por experiencia propia.
Pero mejor me presento: me llamo Javier Busquets y soy escritor. Y me he pasado casi toda mi vida sobreviviendo y corriendo tras estrellas fugaces, hasta que un día me di cuenta de que estaba perdiendo el tiempo, y de que el tiempo es nuestro mayor recurso; un recurso que no se puede guardar: o lo usas o lo tiras.
En su momento, en medio de la gran crisis del 2008, yo soñaba con ser escritor, pero no tenía ni tiempo, ni dinero, ni fama, ni contactos, ni nada. ¿Y qué hice? Lloriquear, quejarme, ser un intento de escritor a tiempo parcial y un imbécil a tiempo completo. Hasta que me convencí a mí mismo de que eso no servía para nada y tracé un plan: trabajé como una bestia en trabajos que, antes de la crisis, nadie quería; disminuí tanto como pude mis gastos; ahorré… y cuando consideré que había ahorrado lo suficiente como para aguantar un tiempo, dejé mi trabajo y me puse a escribir a tiempo completo. Mi primera novela tenía que ser algo épico, un grito de libertad dentro de un sistema que tiene sus bondades pero que, si te despistas, se come tu individualidad y tu genialidad y te escupe “normal”: otro miembro valioso de la sociedad.
Ese fue uno de los momentos más heroicos de mi vida.
Y tuve muchos más (y los que me quedan por vivir). Tantos, que los convertí en una novela basada en hechos reales, haciendo así realidad dos sueños de mi infancia a la vez: ser el autor y el protagonista del libro que me habría gustado leer.
Cuando este gran diario me dio la oportunidad de escribir un artículo que intente levantar el ánimo de una masa social hastiada de tanto coronavirus a todas horas, llegué a la conclusión de que no hay que fijar la vista ahí fuera y en todas las cosas grandiosas que haremos cuando se disipen los nubarrones; hay que mirar hacia dentro y pensar en el ahora. Todos podemos ser superhéroes, todos podemos ser como Superman; tan solo tenemos que quitarnos el disfraz de Clark Kent y dejar de aparentar que somos “normales”.
Así que te pido que me hagas un favor: no añores dentro de unos meses o años lo que tienes ahora; ¡disfrútalo!
¡Sé un superhéroe!
¡Sé épico!